e aquí algunas reflexiones sobre el tema Ética y pensamiento crítico
que expondré más ampliamente en una mesa redonda que tendrá lugar el 24 de abril, en el Club de Periodistas, en el contexto de las conferencias organizadas por académicos e intelectuales que discuten temas teóricos y políticos vinculados a la campaña electoral de Andrés Manuel López Obrador.
En este tema, que será motivo de discusión, sostendré la aproximación definitiva que hay entre las categorías de ética y pensamiento crítico. Me atrevo a decir aproximación, aunque en términos prácticos se trataría de una casi identidad. Y es que en cualquier consideración realmente madura y objetiva del concepto ético se sugiere necesariamente un examen a fondo de la realidad que se vive y ante la cual hemos de actuar y tomar decisiones, y tal cosa exige una consideración verdaderamente cabal de sus elementos y conexiones, una consideración objetiva de sus elementos pero también teóricamente una consideración sin concesiones de su estructura profunda, de sus relaciones, de sus causas y efectos.
Es decir: en todo juicio ético verdaderamente serio y en toda conducta social que alcance un rango de ética profunda habría que eliminar de entrada las consideraciones facilonas que se vierten frecuentemente y que son sobre todo desorientadoras, máscaras de la realidad. En los juicios sobre el significado ético o no de determinadas conductas sociales no valen entonces motivaciones puramente de gusto o temperamento, en los que priva la moda o el estilo más próximo, sin considerar tampoco como explicación que una mayoría social las pueda asumir abrumadoramente.
Tampoco se trataría de conductas y juicios derivados de consideraciones interesadas o pragmáticas, sino de motivaciones, como diría Kant, que comprenden un horizonte universal, con una intención, explícita o no, de transformar el mundo o de actuar para que sea mejor para todos. Un comportamiento plenamente válido desde el punto de vista de la ética está siempre fundado en sólidas consideraciones de la realidad, ya que considera sus contradicciones e injusticias, sus abusos, excesos y arbitrariedades, y es aquel que pretende abolirlo y transformarlo en alguna medida. El cambio y la revolución son siempre motivos profundos de la ética genuina y del pensamiento crítico.
Vale la pena decir que en la discusión del concepto de pensamiento crítico que hallamos en enciclopedias o manuales de maestros y académicos reconocidos, terminamos muchas veces por perdernos en sutilezas sin demasiada relevancia. No se trata tampoco de proyectar deseos, ilusiones o ambiciones injustificadas, sino de alcanzar conclusiones sólidas después de realizar el esfuerzo analítico que implica el ejercicio del pensamiento crítico, y que supone igualmente una amplia consideración histórica de los asuntos sociales, políticos y económicos en un momento de la historia de la sociedad, considerando sus contradicciones y sus cambios eminentemente en materia social, política y económica, y en el poder que se deriva de ellos.
Muchos han dicho, con razón, que el pensamiento crítico consiste eminentemente en la consideración dialéctica del movimiento de la historia. Esto significa, en buen castellano, explorar no sólo el origen sino la dinámica y las causas de la evolución de los fenómenos o hechos históricos. E implica descubrir, entre otras peculiaridades, el carácter conflictivo y contradictorio de los sistemas sociales, lo que supone a la postre la exigencia de tomar partido, la decisión de actuar de algún lado de la historia, subrayando que el pensamiento crítico por definición nos aleja de quienes intentan frenarla y mantener el statu quo, y nos acerca a quienes se proponen transformarla y modificarla, si es posible radicalmente, participando en el conflicto de los intereses en juego en favor de los más necesitados.
Podemos decir entonces que el pensamiento crítico que analiza los conflictos de la historia es por necesidad revolucionario. La apreciación dialéctica de las contradicciones históricas y la investigación de sus causas nos conducen inexorablemente a un espacio en que la razón y la voluntad tienen oportunidad de situarse del lado del avance
de la historia, de su progreso respecto de etapas anteriores, sobre todo para eliminar las causas de la explotación o al menos contribuyendo a la ampliación y ensanchamiento de los espacios democráticos de una sociedad. Tal es sin duda uno de los objetivos cruciales del pensamiento crítico: contribuir con sus argumentos, y con la acción que se deriva de los mismos, a tomar partido del lado revolucionario de la sociedad, luchando para transformar las actuales estructuras de la explotación y la injusticia y, como decía, con el objetivo de ampliar los espacios democráticos del hombre actual, de la sociedad de nuestros días.
Aquí se presenta uno de los puntos culminantes
en que el pensamiento crítico, con todas sus consecuencias prácticas, exige una decisión ética genuina: la de situarse del lado del cambio histórico hacia adelante, lo que implica reconocer el desarrollo dialéctico de la historia, que entraña una decisiva toma de posición, considerando sus variadas consecuencias en las formas de vida individual y social. Tomar partido en las luchas que tienen lugar obliga también a asumir las consecuencias y responsabilidades que se derivan de esa toma de posición. Aquí nos limitaremos a decir que se modifican profundamente las formas de vida, desde luego del individuo y también sus formas de vivir en la sociedad y en la historia. Al participar y vivir en las luchas sociales, el individuo se transforma al mismo tiempo que se transforma la sociedad.
A tales cuestiones abstractas, aparentemente sin vínculo con la realidad, se aproxima extraordinariamente la biografía política de Andrés Manuel López Obrador, luchador incansable en favor de la nación mexicana y, con particular vehemencia y dedicación, en favor de los pobres de México.
A la memoria de Miguel de la Madrid.