Nuevas presiones, viejas conclusiones
n aficionado positivista, es decir, positivo a ultranza, de los que optaron por llevar la fiesta en paz aunque ante sus ojos diversos factores la estén hundiendo precisamente por no haber querido hacerle daño
, como si abusos, desviaciones y complicidades no perjudicaran esa tradición taurina y exhibirlas equivaliese a debilitarla, me indicó que en la columna de hace ocho días incurrí en graves generalizaciones que obligan a precisar lo que estoy censurando
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En la columna del 25 de marzo, titulada De promotores, criadores, prohibidores y defensores, decía que En la recién concluida temporada 2011-2012 en la Plaza México se otorgaron casi medio centenar de orejas y tres rabos, en esa aldeana obsesión por los trofeos y no por la grandeza, donde los figurines importados nuevamente hicieron de las suyas, desplegando maestría y arrojo frente a novillones dóciles o de plano parados, y una vez más el promotor dio la espalda a la afición al ofrecer combinaciones infames, incluir cartuchos quemados, dejar fuera a diestros que realmente interesan y no repetir a toreros mexicanos que triunfaron
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Los figurines importados o diestros que figuran sin llegar a figuras, pues difícilmente llenan una plaza por sí mismos, sino alternando con otros y en fechas especiales, fueron: Enrique Ponce, quien en la corrida inaugural (6 de noviembre de 2011) repitió el indignante numerito del novillón devuelto por su falta de trapío, ahora de San Isidro, y que afortunadamente ya no vino el 5 de febrero; Julián López El Juli, quien enfrentó primero tres mansos de Fernando de la Mora (29 de enero de 2012), y luego dos mansos de Xajay (5 de febrero) a los que el torero debió embestirles con demagogos arrimones por los que recibió cuatro pueblerinas orejas; José María Manzanares, el citado 5 de febrero y el 19 del mismo mes ante otros mansos, ahora de Julián Hamdan, pasó sin pena ni gloria, y Sebastián Castella, el 20 de noviembre de 2011 con mansos de Bernaldo de Quirós y el 22 de enero de 2012 con mansos de San Isidro, que repitió, cortando una oreja de su segundo.
No fue lamentable coincidencia que los figurines enfrentaran reses descastadas; es lo que exigen a las dependientes empresas mexicanas a cambio de muy buen dinero y de tentar vestidos de luces para obtener, a veces, triunfos irrelevantes. Si los multimillonarios metidos a promotores taurinos no son capaces de imponer ganado con edad y trapío a los diestros que necesitan importar, el perjuicio es para la fiesta, no para los que juegan a empresarios, a ganaderos y a diestros que figuran.
Combinaciones infames como anunciar juntos a José Luis Angelino y a Joselito Adame, o poner a Manuel Jesús El Cid con Manolo Mejía y El Zapata, o a Antonio García El Chihuahua con Ruiz Manuel y Miguelete, o a Alberto Espinosa El Cuate con Humberto Flores y Marcial Herce, o repetir el cartel femenino del año pasado en lugar de incluir a cada una de las toreras en ternas con varones, o traer hasta la última corrida la pundonorosa e inteligente torería de Fabián Barba.
En lugar de Guillermo Capetillo, Fernando Ochoa, Alfredo Gutiérrez, Alejandro Martínez Vértiz, Pedrito El Capea y tantos otros, ¿por qué el promotor no quiso incluir a toreros con merecimientos de sobra o de verdadero interés para el público como Rodolfo Rodríguez El Pana, Arturo Macías, Federico Pizarro, Israel Téllez, Ignacio Garibay, Alfredo Ríos El Conde, Jerónimo, Aldo Orozco o los prometedores Oliver Godoy, Gerardo Adame y Antonio Romero?
¿No merecen una despedida a la altura de su historial y de las tardes de gloria que protagonizaron el la Plaza México el maestro Mariano Ramos y el inspirado Rafael Gil Rafaelillo? El enorme potencial de toreros como Fermín Rivera y Alberto Espinosa El Cuate, ¿no obligaba a incluirlos en carteles de mayor importancia?
La alarmante mansedumbre de los prestigiados hierros favoritos de la empresa que prevaleció a lo largo del serial, ¿impidió al promotor volver los ojos hacia ganaderías de sostenida trayectoria, como Corlomé, Medina Ibarra, La Joya, El Junco, De Haro o Piedras Negras, por citar algunas? El problema de los analfabetas metidos a asambleístas no estriba en sus afanes prohibicionistas, sino en su falta de elementos para cuestionar la autorregulación de espaldas a la fiesta y defender a un público sin capacidad para exigir un espectáculo con grandeza. Servido, seudopositivo.