l circular por Periférico a la altura de Chapultepec, surgen como en un sueño unas construcciones de formas geométricas, de grandes dimensiones, recubiertas de azulejos en tonos azules y algunos amarillos. La original construcción es el Papalote Museo del Niño, obra del notable arquitecto Ricardo Legorreta, recientemente fallecido.
El proyecto se creó a iniciativa de Cecilia Occelli y fue inaugurado el 5 de noviembre de 1993 como una asociación civil sin fines de lucro, constituida formalmente como Museo Interactivo Infantil. Hay que decir que auténticamente lo es, ya que los niños tocan, mueven, juegan, son los actores y protagonistas, guiados por los cuates
(palabra de origen náhuatl que significa amigo). Ellos son un equipo de jóvenes estudiantes que desempeñan una labor de mediadores en la comprensión y transmisión de conocimientos.
En 1991 el entonces Departamento del Distrito Federal otorgó a la asociación civil el terreno de una antigua fábrica de vidrio, para utilizarlo sin fines de lucro en la construcción del proyecto.
Su máximo órgano de gobierno es el consejo directivo, integrado por personas destacadas con gran compromiso social, que encabeza actualmente Héctor Hernández-Pons.
Buena parte del museo son zonas jardinadas y amplios espacios al aire libre; entre ellas destacan el Jardín Maya, que integra la arquitectura y la vegetación propias de esa región y el Patio de Jero, que debe su nombre a la pieza del escultor Jerónimo Arango.
Como adulto se antoja participar en muchas de las 300 exhibiciones interactivas distribuidas en cinco salas temáticas con los sugerentes temas: Comunico, Soy, Pertenezco, Expreso y Comprendo; estos nombres en primera persona permiten a los niños enfatizar un papel protagónico durante su visita estimulando la imaginación, el aprendizaje, la destreza y el ingenio.
Lo reto a que no quiera probar La Cama de Clavos donde, al recostarse sobre filosos clavos, aprenden cómo influye la fuerza de gravedad en su cuerpo.
O las Burbujas en donde en tinas de agua jabonosa introducen formas que les permiten conocer las fuerzas de adhesión y cohesión responsables de crear enormes burbujas de jabón.
Hay un retorno a la infancia con el gran Árbol Ramón y en La Casita del Jardín , que es una construcción real y totalmente interactiva para niños menores de 10 años, donde conocen cómo aprovechar y cuidar los recursos del hogar, como el agua y la electricidad. Para los adolescentes está el Estudio de Televisión con equipo totalmente profesional para enseñar cómo se hacen los más divertidos programas de televisión y más, más y más.
El museo no recibe subsidio gubernamental. Genera sus ingresos mediante el cobro de admisión, renta de espacios y concesiones. Asimismo, recibe donativos y patrocinios del sector privado. El programa de patrocinio escolar, tema de responsabilidad social de Papalote, permite la asistencia de niños que no cuentan con recursos.
También cuenta con la alucinante Megapantalla IMAX y el moderno Domodigital Banamex, que contribuyen a la divulgación de la ciencia, la historia y el medio ambiente.
Desde que nació el Papalote lo dirigió Marinela Servitje y a partir del pasado agosto lo comanda Dolores Béistegui, a quien recordamos por su excelente labor al frente del Antiguo Colegio de San Ildefonso. Ahora está aquí llena de nuevas ideas para poner al museo en los temas y tecnología del siglo XXI.
Llegó la hora de comer y ya que estamos en el rumbo, y es viernes (sólo abre de jueves a domingo) les propongo Casa Merlos. Está en Victoriano Zepeda 80, atrás del observatorio de Tacubaya. En un ambiente sencillo, muy mexicano, la dueña, Lucila Merlos, le ofrece buena comida de su natal Puebla. Las chalupas son el inicio obligado para acompañar el tequila de la casa. Hoy se me antoja el caldo atlixqueño y después el manchamanteles o, no sé, quizá el mole, que es buenísimo.