Durante cuatro siglos la ciudad ocupó la misma mancha urbana, dice a La Jornada Francisco Farruco Sesto, ministro para la Transformación Socialista de la capital
Sábado 24 de marzo de 2012, p. 3
Una de las figuras clave de este proceso de reconstrucción es Francisco Farruco Sesto, ministro de Estado para la Transformación Socialista de Caracas. Farruco nació en Vigo, Galicia, en 1943, y emigró a Caracas a los 12 años. Me siento un venezolano que conserva sus raíces gallegas
, dijo a Ignacio Ramonet. En 1972 comenzó a militar en organizaciones políticas de izquierda. Participó en la fundación de La Causa Radical y el Partido Patria para Todos; entre 1993 y 1995 fue director de gestión urbana con Aristóbulo Iztúriz, alcalde de oposición.
Farruco forma parte del primer círculo chavista. Arquitecto de profesión, catedrático universitario, ha sido ministro de Cultura y uno de los blancos favoritos de la crítica de la oposición.
La problemática de la vivienda en Venezuela está condicionada –dice Farruco a La Jornada en entrevista realizada en una de sus oficinas en Caracas– por un hecho central: “Nuestras ciudades no crecieron en el siglo XX de la mejor manera. Su desarrollo fue muy intenso y descontrolado. En 100 años, pasamos de 2.5 millones de habitantes a casi 30 millones. La gente se vino a Caracas y a la zona norte costera huyendo de la pobreza en el campo y buscando disfrutar de la renta petrolera. Aquí se acumuló mucha gente. Además, reprodujeron físicamente de manera terrible la segregación de las clases sociales.
“Durante cuatro siglos se ocupó la misma mancha urbana. Un kilómetro de norte a sur, otro de este a oeste. Cuando comienza el siglo XX, en Caracas había 85 mil habitantes. Ahora el área metropolitana tiene 5 millones.
“La ciudad siguió un modelo de desarrollo muy abrupto y poco adecuado. Privó el modelo de ciudad suburbial, similar al de los suburbios estadunidenses, basado en urbanizaciones que aquí se llaman quintas; son las casas con jardines. Ése no es un modelo que cree estructura urbana. Son casas con unas vías y poco más, que consume mucho suelo urbano pero no crea infraestructura.
“Un territorio que es un valle, tan constreñido, que mide veintitantos kilómetros de largo por cuatro de ancho, que tiene una topografía muy accidentada, que tiene ríos a lo largo, es una ciudad difícil para su desarrollo. Pero si, además, el modelo de desarrollo que se sigue es con base en un modelo suburbial, el problema es aún más grave. Caracas es una ciudad caótica. A lo sumo se hizo una autopista grande, que cortó la ciudad en dos, pero no mucho más. No hubo planificación. La ciudad creció como le convenía a quien manejaba los intereses económicos.
“Todas las ciudades del mundo responden a una conformación por clases sociales. Subimos en un helicóptero y sobrevolamos una ciudad y podemos distinguir dónde viven los muy ricos, los ricos, las clases medias, los trabajadores, aquí viven los pobres y aquí los muy pobres. Esto, que es así en la mayoría de la ciudades del mundo, en Caracas es especialmente dramático y contrastante. Hay urbanizaciones voladas, con campos de golf, donde viven los multimillonarios. En cambio, el pueblo, cuanto más pobre es, vive en sitios más en riesgo. Los pobres viven en zonas quebradas donde el terreno se desprende cada vez que hay una lluvia fuerte, a veces se inunda. El agua arrastra viviendas y vidas, y se mueren niños.
La nueva ciudad
En Venezuela –asegura– hay un gran déficit de departamentos. Durante todo un siglo, se construyeron 3 millones de viviendas de manera organizada. Un millón y medio las hizo el sector privado que vive del negocio inmobiliario. Otro millón y medio las construyó el Estado, desde mediados de los años 1920. El resto de las 6 millones 800 mil viviendas que hay en el país las hizo el pueblo a su manera. Como estaba excluido de los buenos terrenos, se ubicaba donde podía. La iniciativa privada construyó viviendas bonitas, pero inaccesibles para la mayoría de la población.
La magnitud del problema fue identificada con el registro de vivienda de la Gran Misión. “Nos arrojó una cifra de solicitudes –puntualiza Farruco– de 3 millones 700 mil casas. Es decir, superior a toda la vivienda que hizo el Estado con el sector privado en 100 años. Tan sólo en la Gran Caracas, es decir en la zona metropolitana, se han solicitado 670 mil viviendas.”
Construir miles de viviendas es la oportunidad de renovar los servicios, de mejorar la vida de la ciudad, puntualiza. “Al construir más vivienda –advierte– aparecerán más espacios públicos. Se va a organizar mejor. Es un reto muy bonito renovar la ciudad.”
Hasta ahora –puntualiza– la transformación bolivariana ha avanzado en otros terrenos. “El sustento económico de las familias pobres ha mejorado mucho. Ha cambiando la reducción de la pobreza. La derrota de la pobreza ha sido muy fuerte, la puedes ver en las estadísticas oficiales. En estos 12 años se ha reducido la pobreza crítica de 27 a 7 por ciento, y la pobreza relativa, que llegó a casi 70 por ciento, ahora está en 23.
Pero lo ves también en el desarrollo de la conciencia. Ha cambiado materialmente y ha cambiado espiritualmente.
Farruco compara la pobreza que se vivía cuando se desempeñaba como gestor urbano entre 1992 y 1995 y la actual. “El contraste –explica– se puede ver en los niños. Los niños eran flacos, desnutridos, con la piel sin brillo. Pero los niños y las madres de ahora no tienen nada que ver con este dibujo humano. Los niños están vacunados, están nutridos, son alegres, corretean. Es un paisaje humano distinto”. Las mamás también se ven muy bien. Tienen ropa, educación; trabajan. Hay profesionales que perdieron su vivienda y están en los refugios.
Pero el hábitat es lo que en muchos casos no ha cambiado, pues es de más difícil transformación. No te deja de conmover cómo vive la gente, pero las personas que viven allí están estudiando en la Universidad Bolivariana. El hábitat no ha podido ser mejorado. Hay situaciones muy dramáticas. Pero eso es lo que estamos cambiando
, asegura.
Democratizar la urbe
Los proyectos de vivienda ubican a pobres urbanos en zonas en que tradicionalmente viven clases medias o acomodadas.
¿No crea esta reubicación un problema social? –se le pregunta a Farruco.
Contesta con otra pregunta: ¿Cómo son las ciudades de una sociedad sin clases? Y se responde: No lo sabemos, no se ha inventado. Ni siquiera en países que han hecho una revolución. Hay que crearlas
.
Añade: “Pero una cosa es clara: cualquier sueño por transformar Caracas pasa por una integración. Se trata de construir una ciudad que rompa con barreras. Los contrastes de una sociedad que ha tenido un desarrollo muy diferenciado se ven en sus ciudades. Por eso, ahora, mucha gente que vivía en las periferias se viene a vivir a los sitios céntricos. Los más pobres vienen a ocupar espacios importantes de la ciudad. Y se produce un contraste muy fuerte de los que llegan con los que ya viven allí. Hay una lucha de clases allí. Hay gente de la clase media que no acepta vivir al lado de los pobres. Ellos consideran que su nivel de educación es inferior, o que su comportamiento es inferior, lo cual es muy discutible.
“Esa es la realidad. Estamos transformando en los hechos la ciudad. La estamos integrando. Se están rompiendo barreras. Es como un óleo que se craquela. Es una ciudad que tiene un dibujo, pero en realidad está fragmentada. Estamos reparando eso, estamos integrando.
“La Gran Misión es una gran oportunidad para que esta ciudad se ponga al día, para que actualice sus servicios, aparezca equipamiento, se desconcentren instituciones culturales. Para tener mayor calidad de vida. Para tener una ciudad mucho más democrática, más eficiente.
“La vivienda –asegura– es un bien fundamental para el sustento de la familia. Debería ser un derecho constitucional, absoluto, en todo el mundo. Ninguna sociedad debería admitir que hubiera gente sin vivienda, que no tenga alimento. Sin embargo, en el mundo es una mercancía más, sometida a la oferta y demanda.
Replanteamiento económico
El proyecto incidirá en la economía; generará empleo. Nos obliga a una industrialización para la que no estábamos preparados, ya que no producimos los materiales ni los insumos que se requieren. Nos está obligando a un replanteamiento en términos económicos, industriales
.
Pero no sólo hay que construir viviendas, escuelas, museos, hospitales, instalaciones deportivas. Empuje de unos 20 o 30 años de construcción, que tenga que ver con una renovación a fondo con las ciudades.
La ciudad –concluye– comienza a reordenarse por la vía de los hechos. Es un reordenamiento basado en un modelo de sociedad que no conocemos muy bien y que hay que ir construyendo. Es el poder popular asumiendo la vida en comunidad. Es un proyecto político que consiste en la organización de comunas con gobiernos autogestionarios. Autogestionados no sólo en lo político, sino en lo económico, en lo cultural, en lo social. Hasta en la organización para la defensa porque éste es un país amenazado.
Se trata, pues, de una nueva torre de Babel que busca edificar una nueva ciudad. Una torre que, al reubicar a los más necesitados en zonas de altos ingresos, ha polarizado el conflicto social venezolano, al tiempo que saca del hacinamiento a miles de familias pobres.