México, videntes financieros
Al primer mundo
, otra vez
Vaticinios al gusto del cliente
legraos, mexicanos incrédulos!, que en sólo ocho años más se incorporarán al primer mundo y comerán tres veces al día, pues en ese periodo la famélica economía mexicana habrá crecido tan rápido y en proporciones verdaderamente envidiables, que para 2020 ocupará el escalón número cinco a escala mundial, dejando atrás a poderosas naciones altamente desarrolladas. Cuando menos eso es lo que pronostica –nadie sabe por qué y ni de parte de quién– el siempre atinado banco Goldman Sachs (uno de los arquitectos de la actual crisis griega, entre otras gracias), por medio de uno de sus adivinos, Jim O’Neill, actual director de Fondos de Inversión del citado corporativo financiero.
¡Qué emoción! En sólo ocho años más la destartalada economía mexicana brillaría entre las cinco más grandes e importantes del planeta, siempre según los adivinos de Goldman Sachs. Sin embargo, justo es recordar que años atrás otro vidente –de origen michoacano– predijo lo mismo que la trasnacional financiera, aunque el éxito cita- do se daría, de acuerdo con su bola de cristal, en el año 2040. Así es: allá por enero de 2007, tras el inclemente huracán de aumentos de precios con el que inicio el sexenio de para vivir mejor
, al clari- vidente inquilino de Los Pinos se le ocurrió divulgar la buena nueva de que Méxi- co está llamado a ser una de las economías más importantes del mundo
, y para los efectos la ubicó en el esca- lón número cinco del ranking internacional.
Calderón nunca explicó cómo se alcanzaría la referida posición e importancia, pero parece que en los hechos entendió las cosas al revés, pues a lo largo de su sexenio la economía mexicana ha ido de mal en peor. Pero ello no amilanó a Jim O’Neill (a quien se le atribuye la invención del término BRIC (Brasil, India, Rusia, y China) en referencia a los países emergentes
con mayor potencial de crecimiento económico en el planeta) y ahora alegremente predice que en ocho años más la economía mexicana estará entre las mejores, incluso por delante de la rusa e india, pues en dicho año aportaría 7.8 por ciento del PIB mundial.
¿Cómo se materializaría la predicción de O’Neill? Ni él mismo lo sabe. Lo cierto es que para que en sólo ocho años México ocupe el referido escalón número cinco y aporte 7.8 por ciento del PIB mundial las cosas en esta República de discursos deberán hacerse de forma diametralmente distinta, pues hasta ahora (léase las últimas tres décadas) la economía mexicana a duras penas ha crecido
a una tasa anual promedio de 2 por ciento, una proporción que de plano no alcanza, ya no se diga para ocupar el quinto lugar a nivel internacional, sino para mantenerse en la endeble posición que ahora tiene.
Al participar en un foro de negocios (Mexico Week) organizado por la Cámara Mexicana de Comercio en Gran Bretaña y su contraparte en México, O’Neill lo dijo así: “este país debería estar en el radar en los próximos años, ya que será una de las economías de mayor crecimiento; aportará 7.8 por ciento del productor interno bruto global; hay 15 variables para medir el crecimiento de un país, entre las que destacan leyes, corrupción, estabilidad política, déficit fis- cal, educación, inversión, Internet, celulares, computadoras y apertura económica, entre otras (medición de la que obviamente México no sale muy bien librado); China seguirá aportando la mitad del PIB mundial en la próxima década, pero existen otros ocho países –incluido México– que contribuirán al crecimiento global”, y así por el estilo, pero nunca dijo cómo, en 2020, alcanzaría la multicitada posición.
Lo que queda muy claro, y a los mexicanos les consta, es que con un crecimiento
anual promedio de 2 por ciento (proporción que se reduce aún más durante el calderonato), México alcanzará la quinta posición, pero contando de abajo hacia arriba. Nuestra hermosa República de discursos no fue incluida por O’Neill a la hora de acuñar el concepto BRIC, por la sencilla razón de que México no crece lo suficiente como para ser tomado en cuenta
. Pero, ¡sorpresa!, de la noche a la mañana, en pleno proceso electoral y justo cuando el balance del calderonato es por demás desastroso en materia económica (como en tantas otras), aparecen los expertos
para predecir que en ocho años más los mexicanos estarán en la gloria.
Pues bien, para que ello suceda el tamaño y el valor de la economía mexicana debería multiplicarse por cuatro, cuando menos, para que en 2020 aporte 7.8 por ciento del PIB mundial y cómodamente se instale en el escalón número cinco. Lo anterior, desde luego, tomando en cuenta que las otras economías permanecerían estáticas, sin crecimiento alguno y con ganas de ayudar al país azteca para que cumpla el destino anunciado en 2007 por el vidente Felipe Calderón (“México está llamado a ser…” etcétera).
Actualmente la economía china ocupa la segunda posición internacional. En 20 años desbancó, uno tras otro, a no pocos países otrora considerados potencias económicas. Cada vez está más cerca de la estadunidense, es decir, del primer lugar, pero tras las declaraciones de Jim O’Neill y la revelación de Felipe Calderón los funcionarios en Pekín deben estar temblando del miedo. Pero, ¿cómo le hizo China para escalar rápidamente posiciones y desbancar a los “grandes? Fácil. En dos décadas triplicó el tamaño y el valor de su economía, creciendo a una tasa anual promedio de 10.2 por ciento en el citado periodo.
¿Y la economía mexicana? En esos 20 años, México reportó una tasa anual promedio de 2 por ciento, por debajo de la estadunidense (2.51 por ciento de promedio en el periodo), de la que depende en grado sumo. También lo hizo por debajo del promedio mundial (3.6 por ciento) y del latinoamericano (4.6 por ciento) y etcétera, etcétera, según la estadística del Fondo Monetario Internacional. En esas dos décadas la economía rusa creció más o menos al ritmo de la mexicana, con la salvedad que allá se vieron en la necesidad de dar un giro económico de 180 grados, y con todo es considerada como las de mayor potencial. En India el promedio fue de 7 por ciento anual, es decir, el mismo reportado por México treinta años atrás, antes de aplicarse el régimen neoliberal. ¿De dónde, pues, en los siguientes ocho años la economía mexicana podría multiplicarse por cuatro para ubicarse (con las salvedades descritas líneas arriba) entre las cinco más poderosas del planeta?
Las rebanadas del pastel
Entonces, ya que el vidente Felipe Calderón de plano no tiene ni la menor idea, ¿sería tan gentil el señor O’Neill de explicar, más allá de la propaganda barata que realiza, cómo se cumplirían sus mágicas cuan enclenques predicciones sobre México?