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Economía Moral

Agronegocios y biotecnología amenazan la naturaleza y el campesinado / VI

Excelente número temático de Mundo Siglo XXI sobre la crisis alimentaria

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I

naugurando la modalidad de números temáticos con un coordinador externo, la espléndida revista del CIECAS-IPN dedica su número 26 (cuarto y último del 2011) a la crisis alimentaria actual con énfasis en América Latina. La coordinadora del número, Blanca Rubio, investigadora del IISUNAM, quien es una muy destacada especialista en temas agropecuarios y alimentarios, escribe al presentar el número que la crisis alimentaria ha profundizado la grave situación que caracteriza al medio rural latinoamericano en un contexto en el cual el alza en los precios de los bienes agropecuarios y los alimentos básicos tiende a convertirse en un proceso recurrente, dada su cabal imbricación con la crisis capitalista que atraviesa el mundo. Explica así la motivación para armar el número y su contenido: Ante la relevancia del problema para nuestros países, hemos convocado a un grupo de especialistas de alto nivel en América Latina, con el fin de contar con una visión amplia y plural del fenómeno en la región. La estructura del número puede verse de la siguiente manera: tres artículos (de Armando Bartra, Kostas Vergopoulos –KV– y la propia Blanca Rubio, adoptan una visión amplia del problema: mundial los dos primeros y latinoamericana la última. Los restantes seis artículos se refieren a la crisis alimentaria en Centroamérica, Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia y México. Como dice Luis Arizmendi, director de la revista, en el editorial, se ofrece al lector algo nuevo en nuestro continente: un balance tridimensional de la crisis y/o la vulnerabilidad alimentaria: a nivel mundial, a nivel latinoamericano y para ciertos países clave de la región. En lo que sigue, me referiré, por falta de espacio, sólo al artículo de KV.

Con su habitual claridad y engañosa sencillez, KV, cuyo artículo se titula La crisis alimenticia: la tierra tiembla, constata que la crisis alimentaria del mundo se ha agravado desde el estallido de la crisis financiera internacional en 2008. Para explicar este hecho empieza recordando que desde hace una década casi la totalidad de los productos agrícolas y alimenticios se encuentran liberados e insertos en el conjunto de instrumentos financieros actuales, como los mercados de futuros, los valores derivados, las bolsas de commodities (mercancías homogéneas como petróleo, metales y granos), y que recientemente los flujos financieros especulativos han irrumpido con fuerza en los alimentos. Las alzas de precios agrícolas resultantes, añade, han provocado revueltas del hambre en varios países (véase en la gráfica la evolución dispar entre el índice de precios general y el de alimentos en México de 1990 a 2012). Pero KV deja en claro desde el principio que hay otras razones, no sólo la especulación, para explicar estas alzas:

¿Cómo no notar que la contaminación ambiental y la erosión creciente de las tierras productivas, el desvío de una parte creciente de la producción agrícola hacia usos no alimenticios, el agotamiento de los acuíferos, la reducción constante de las tierras de riego, el declive de los rendimientos agrícolas, están ocurriendo no sólo en los países en vías de desarrollo, sino también y repetidamente en las regiones desarrolladas del mundo?

Las crisis capitalistas suelen ser crisis de deflación (de precios a la baja), lo cual se constata hoy con las tasas de interés nominales vigentes muy cercanas a cero. En ese contexto es necesario explicar la paradoja alimentaria actual: fuertes alzas de precios de los alimentos en medio de la deflación generalizada. Lo que más baja en las crisis capitalistas, sin embargo, es la rentabilidad del capital. Esta baja, dice KV citando a un historiador de la economía, indujo a los negocios financieros a especular en las nuevas fuentes de ganancia: materias primas agrícolas y alimenticias, campo que había sido minuciosamente preparado para ello en la legislación de Estados Unidos, que permitió el manejo de futuros (y de otros instrumentos financieros como fondos de cobertura o hedge funds) en la materia. KV cita al relator especial de Naciones Unidas para la Alimentación Mundial, quien señala que esta nueva permisividad legislativa y el flujo especulativo consecuente son los principales responsables de la crisis alimentaria mundial. Paradoja de la paradoja: en plena crisis alimentaria, el presupuesto del Programa Mundial de Alimentos (PMA), de Naciones Unidas, se ha venido reduciendo de 6 mil millones de dólares en 2008 a sólo 2 mil millones hoy, dice KV, quien remata diciendo que mientras el hambre crece los medios para combatirla disminuyen. Como lo nota KV los mismos bancos, los mismos hedge funds, los mismos financieros que provocaron la crisis financiera internacional son los que provocan la crisis alimentaria. Cita a la experta alimentaria Ann Berg, que dice: “Vivimos una época terrible: lo más duro para los pobres es que la alimentación está hoy administrada por los ricos como un valor bursátil”.

Otro factor del alza de precios de los alimentos es el desvío de montos crecientes de su producción (15 por ciento de la producción mundial de granos y 30 por ciento de la de Estados Unidos hoy, según el agroeconomista Lester Brown, a quien cita KV) hacia su uso como biocombustibles en automotores, generando una competencia entre las necesidades humanas y las de los automóviles. Las tierras agrícolas se están agotando no tanto por producir más alimentos para la gente, sino por producir más materias primas para los biocombustibles. Estados Unidos es la primera potencia agrícola en la producción de bioetanol, y la segunda es Brasil. Los granos de Estados Unidos usados para obtener etanol (119 millones de toneladas) podrían haber alimentado a 350 millones de personas. Y KV remata con otro dato espeluznante: llenar el tanque de un automóvil con etanol procedente de maíz hubiera podido asegurar la alimentación de una persona durante un año. Esta reconversión hacia biocombustibles está siendo promovida y subsidiada por el gobierno de Estados Unidos. La situación mundial la describe así Lester Brown (citado por KV):

El precio del trigo alcanzó un récord histórico en el Reino Unido, los motines del hambre se propagaron en 2011, Rusia importa cereales para su ganado, la India enfrenta una inflación de los alimentos del 18 por ciento anual, China opta por importar masivamente maíz y trigo, el gobierno mexicano compra maíz para evitar un alza desmedida del precio de la tortilla. El 5 de enero de 2011 la FAO anunció que, durante 2010, el índice de precios de los alimentos había alcanzado un récord.

Narra nuestro autor que, por una parte, Oxfam reconoce que nuestra capacidad de aumentar la producción alimentaria está declinando desde hace por lo menos un decenio y que, por otra parte, los rendimientos agrícolas han caído desde 1990. El agotamiento rápido de la tierra agrícola conlleva a menudo una desertificación creciente y acelerada. Otra vez según Lester Brown, la escasez creciente de los recursos hídricos (cuyo uso agrícola compite con los usos urbanos) podría dar lugar a fuertes déficit de agua de riego en el mundo, en particular en la India, China y en el Medio Oriente. Comenta KV que es precisamente en estas partes del mundo donde las revueltas del hambre cunden ya o se perfilan en el futuro. Nos recuerda (citando al historiador Harold James) que históricamente las alzas brutales y fuertes de los precios de los alimentos han desatado con frecuencia revoluciones sociales que ejemplifica con las tres revoluciones (probablemente) más importantes de la historia: la francesa (1789), la rusa (1917) y la china (1949), sosteniendo que en los tres casos los procesos revolucionarios se iniciaron como pánicos alimentarios. Estos peligros probablemente ya encendieron focos rojos en la CIA y sus equivalentes. Por algo el G-20, cuenta Vergopoulos, se fijó como objetivo prioritario luchar contra la financiarización de los mercados agrícolas.