La colección del INBA es la que mejor representa al artista, sostiene Juan Carlos Pereda
La primera época del pintor está documentada en el Munal, considera
Casi la mitad de su producción está en recintos del extranjero, porque es universal y debe estar repartida en el mundo
Jueves 1º de marzo de 2012, p. 3
Los cuadros de Rufino Tamayo (1899-1991) que se pueden apreciar en los museos públicos de México son pocos, pues buena parte de su obra permanece en recintos en el extranjero y en colecciones privadas.
No obstante, Juan Carlos Pereda, uno de los principales especialistas en el país de la obra del pintor oaxaqueño, considera que la amplia trayectoria artística de Tamayo está muy bien representada en la colección que posee el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA)
.
Las piezas están repartidas en los museos Nacional de Arte (Munal), de Arte Moderno (MAM) y de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo, de acuerdo con la vocación de cada recinto.
La primera época del pintor se puede encontrar en el Munal, detalla Pereda, donde “hay pinturas realizadas en los años 20, algunas muy importantes pues uno las ve y entiende perfectamente cuál era el interés estético de Tamayo.
“Por ejemplo, ahí está La mujer en gris, un desnudo de 1932, donde están puestas todas las vanguardias del arte prehispánico y esa modernidad sintética que era parte de su propuesta perfectamente reconocible. También en el Munal, está un paisaje muy cercano a Cézanne.”
Por su parte, el MAM posee más de 20 cuadros de Tamayo y cotidianamente exhibe dos o tres, muchos de ellos adquiridos directamente al maestro por Fernando Gamboa
, señaló Carmen Cuenca, directora del museo Tamayo.
Compromiso con la pintura
Rufino Tamayo nació el 25 de agosto de 1899 en lo que es ahora la Posada Don Mario, ubicada en la calle de Cosijopí 219, en el Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca, pocas cuadras al norte del convento de Santo Domingo.
Su padre abandonó a la familia cuando Rufino era muy niño, quien a los 11 años quedó huérfano al morir su madre Florentina Tamayo. Al cuidado de su tía Amalia, dejó Oaxaca y se trasladó a la ciudad de México.
Si bien su nombre real era Rufino del Carmen Arellanes Tamayo, en 1917, al llenar su solicitud de ingreso a la Academia de San Carlos, el joven comerciante de frutas y aspirante a pintor se nombró para siempre Rufino Tamayo.
Ahora es increíble saber que en San Carlos sus profesores lo consideraban un estudiante mediocre. Pero las críticas nunca minaron su profundo amor y compromiso con la pintura.
En 1921 fue nombrado jefe del Departamento de Dibujo Etnográfico del Museo Nacional de Arqueología, y luego de su primera muestra individual en 1926, viajó a Nueva York, donde expuso en la Weyhe Gallery.
De regreso en México, en 1928, fue docente en la Escuela de Bellas Artes y durante años se desempeñó como profesor de pintura en diversas escuelas de la Secretaría de Educación Pública.
Volvió a irse a Estados Unidos, donde residió durante 14 años, expuso, realizó diversos murales y fue profesor. En Europa se dio a conocer en 1950 al participar en la Bienal de Venecia y vivió en París hasta 1960.
Rufino Tamayo estuvo 25 años fuera de México, casi la mitad de su obra se encuentra en las colecciones de los museos más significativos del mundo, en Oslo, en Roma, en París, en Nueva York, en muchos museos grandes de las principales ciudades estadunidenses, en Brasil, Venezuela, Perú, Colombia, lo cual le dio una gran proyección al país como un singular productor de un arte extraordinario
, sostiene Pereda.
“Tamayo –continúa el curador– es un embajador permanente de la cultura mexicana. Su obra es universal y tiene que estar repartida en el mundo, aunque poco a poco se está repatriando por las compras que hacen los coleccionistas mexicanos en las subastas de Sotheby’s o Christie’s.
Si bien el dinero nunca le ha dado nada al arte, ver lo precios que alcanzan los cuadros de Tamayo es un indicador importante de su proceso artístico y de su historia. Es un fenómeno que no estudiamos y que no nos interesa en su esencia, pero que significa una aceptación por parte de los coleccionistas de Medio Oriente, de América Latina, de Estados Unidos, lo cual refleja el interés vivo y real que hay en torno a la obra de Tamayo.
Hablar del pintor mexicano significa abordar 70 años de producción artística, en la cual “hay gratas sorpresas. Por ejemplo, toda su obra en papel, la cual produjo en momentos muy conflictivos para la economía y la difusión artística por los periodos de entre guerras y la Segunda Guerra Mundial.
En esos momentos a esa obra no se le daba importancia. También está Tamayo dibujante, hay una cantidad enorme de dibujos de todas las épocas
, concluyó el investigador.