Opinión
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E

l aparato de propaganda del señor Calderón es una locomotora que bufa y atropella audiencias sin norma o decoro. La intensa presión a que es sometida por su promotor, sin embargo, no arroja los resultados que se le solicitan. Las expectativas planteadas van quedando cortas y se hace notable cierta desesperación del conductor. Según la encuesta publicada por el diario El Universal (lunes 27/2), en efecto, los esfuerzos desplegados parecen no corresponder con los objetivos esbozados. Los recursos empleados en la compra de espacios difusivos ya se cuentan, en cambio, en miles de millones de pesos. El trajinar lateral de su estrella central, el propio señor Calderón, no tiene parangón con el desplegado en los años previos del sexenio que, por fortuna, finaliza.

La Auditoria Superior de la Federación mostró en su pasado reporte sobre la cuenta pública de 2010 los cuantiosos incrementos en el gasto de comunicación social asignado al Ejecutivo federal. Sin embargo, al examinar los hallazgos del sondeo citado se observa que la cosa no anda bien. Más que eso, y en varios de los aspectos reportados, se camina por una ruta harto azarosa y distinta al trazado original.

En el estudio destaca la inclinación de los entrevistados por un cambio de rumbo para el país (54 por ciento). Este dato es oro molido para la oposición. Aquel candidato que se empate con esta tendencia tendrá un trecho de ventaja asegurada. Para el partido en el gobierno (PAN) será un obstáculo difícil de esquivar. La señora Josefina, abanderada del panismo, se verá obligada a ejercer violencia inusitada sobre su natural talante recatado, conservador. Sus estudiados modos, vestimenta y sonrisas apuntan hacia una imagen en sentido opuesto a cualquier afán transformador. Para el abanderado priísta no será, tampoco, tarea fácil impregnarse con el cambio deseado por los ciudadanos. Una apariencia juvenil no satisface tan exigentes requisitos modificadores del modelo actual. Menos aún su retórica que incide, con frecuencia inusitada, en los caminos trillados por numerosos correligionarios que lo han antecedido, tanto en el gobierno como en la tentativa de hacerse del cargo presidencial. Pero, hay que reconocerlo, la intensa propaganda oficial ha conseguido parte de su cometido. En efecto, puede decirse que la continuidad es una opción que ha crecido a últimas fechas. Más que eso, se ha duplicado el número de aquellos que prefieren seguir por la misma ruta: pasaron de un insignificante 13 por ciento a 26 por ciento actual.

El punto nodal de la encuesta se puede encontrar cuando se reporta la percepción colectiva sobre la gobernabilidad a cargo del Ejecutivo federal. Éste, sin duda, es el hallazgo crucial del sondeo. El señor Calderón no tiene bajo control los problemas que aquejan al país. Un rotundo 58 por ciento le niega tal capacidad. Ni siquiera la ayuda que le prestan los sujetos encuestados de orientación panista (57 por ciento) le sirve para equilibrar la balanza y mejorar su imagen como político eficiente. Esta medición se empata con otras adicionales del trabajo bajo escrutinio. Una nos revela que los ciudadanos creen que el señor Calderón ha hecho menos de lo que se esperaba de él (47 por ciento), aun cuando otro 15 por ciento dice que ha hecho más de lo que se esperaba. El resto no se inclina por lado alguno (34 por ciento) y se mantiene un tanto indiferente.

El peso del aspecto económico ha ido repuntando a últimas fechas, según este sondeo. A mediados de 2009 la ciudadanía le asignaba un rotundo 64 por ciento en la jerarquía de prioridades. A partir de ese momento declinó hasta llegar, en febrero de 2011, a ser percibido sólo por 36 por ciento como asunto clave. De ese entonces y hasta ahora ha remontado en importancia, hasta llegar a 47 por ciento que hoy lo consideran trascendente. La seguridad, en cambio, a la que al inicio de la cadena de sondeos publicados por el diario se asignaba 24 por ciento, llegó a percibirse, por 48 por ciento de los ciudadanos, como el aspecto de mayor relevancia en sus preocupaciones. En la actualidad ha caído al segundo lugar, al alcanzar sólo a 33 por ciento de los entrevistados.

La violencia ha sido una pesadilla para los mexicanos. La encuesta así lo capta también. En promedio lo afirma un rotundo 74 por ciento de los participantes en las sucesivas etapas temporales de la encuesta. Las variaciones observadas caen a uno y otro lados de este promedio (máxima de 84 por ciento y mínima de 65). Hoy apunta hacia abajo (69 por ciento), sin que se pueda asegurar que ocurra, en este aspecto, una mejoría notable.

Estos números hablan por sí mismos. En efecto, algo de la propaganda mencionada se hace presente, pero, en lo general, la tendencia a conservar la inercia negativa es destacable. Son malas noticias para el señor Calderón y para las posibilidades de triunfo de la candidata del PAN. Para el primero porque su ansiada imagen de activo líder, político de concreciones y hombre sensible a las causas populares no se prefigura. Doña Josefina, por su parte, deberá buscar otros ángulos de su persona para atraer simpatías. Comprometerse con el cambio de rumbo al país, tal como se desea por una mayoría, no le cuadra a su talante. A lo mejor el de ama de casa funciona si lo acompaña con un perfil de señora respetable, de clase media acicalada. Pero como conductora de una nación atribulada por la inseguridad, la desigualdad, la corrupción reinante y las penurias económicas inducidas desde el poder, es una característica que no se le podrá adherir o predicar. Y esto a pesar del tiempo dedicado en medios para promover su candidatura (25 por ciento, según el IFE) durante la pasada precampaña. Tiempo que excedió, con holgura y sin recato, al de los demás contendientes.