Celebran el Día del Defensor de la Patria en honor del ejército, ahora tricolor y antes rojo
Viernes 24 de febrero de 2012, p. 25
Moscú, 23 de febrero. La celebración del Día del Defensor de la Patria, feriado en honor del ejército antes rojo y ahora tricolor ruso, se convirtió hoy en una suerte de mitin de cierre de campaña del favorito en las presidenciales del 4 de marzo, Vladimir Putin, actual primer ministro y gobernante de Rusia –en uno u otro cargo– desde 2000.
Decenas de miles de personas, tal vez más de 100 mil, se congregaron en el estadio olímpico, antes Lenin y ahora Luzhniky, para asistir a una mezcla de concierto de rock y de verbena con alimentos y bebidas gratis (oficialmente sin alcohol), aderezada con ataques verbales de oradores menores contra los enemigos de Rusia
, como califican a los demás candidatos presidenciales y todo aquel que no piense votar por Putin.
Hasta que llegó el candidato, que aún no había participado en un acto multitudinario en la campaña electoral, y en encendida arenga acorde con discursos anteriores, advirtió: No permitiremos que nadie se entrometa en nuestros asuntos internos y que nos imponga su voluntad
.
El primer ministro agregó desde la tarima en el estadio: Somos un pueblo vencedor, lo llevamos en los genes, se transmiten de generación en generación, y ahora también ganaremos
.
Y como si las tropas de Napoleón o Hitler estuvieran otra vez a las puertas de Moscú, remató: La lucha por Rusia continúa. La victoria será nuestra. Aún tenemos mucho que hacer por la patria. Y lo haremos apoyándonos en el talento de nuestro pueblo y en nuestra gran historia escrita con el sudor y la sangre de nuestros antepasados
.
Todo este baño de masas se inscribe en la estrategia de la Oficina de la Presidencia rusa –la verdadera coordinación general de campaña del candidato oficialista–, de reforzar la impresión de que Putin tiene el apoyo necesario para ganar en primer vuelta, con más de 50 por ciento de los votos.
La mayoría de las encuestadoras que, en una u otra medida, dependen del gobierno de Rusia apuntalan esta tesis con sus resultados más recientes del orden de entre 55 y 58 por ciento, y hasta políticos como Aleksandr Voloshin, que trabajó en posiciones clave para Boris Yeltsin, vaticinan que el premier obtendrá cerca de 60 por ciento de los votos.
En contraste, el más generoso de los estudios de opinión independientes da a Putin un máximo de 48 por ciento, que es insuficiente para vencer, y estima que hay todavía 20 por ciento de indecisos. Pero hasta el día de hoy, según filtraciones interesadas, el Kremlin no quiere que haya una riesgosa –por imprevible– segunda vuelta de votación.
Por eso organizó este mitin, mientras los medios electrónicos bajo control del Estado minimizaron la composición del auditorio que se reunió en el estadio Luzhniky, destacando sólo que llegaron de muchas regiones de Rusia.
Ciertamente, la mayoría de los seguidores de Putin arribaron a la capital desde el interior, transporte y viáticos incluidos, unos por convicción, otros por obligación y el resto por interés.
Hay rusos que realmente creen que Putin es el presidente que necesita Rusia para hacer frente a los desafíos que, día tras día, difunde la propaganda oficial.
Este tipo de potenciales votantes atribuye todos sus males a la injerencia foránea y está convencido de que los líderes políticos que se oponen al candidato oficialista son traidores a la patria.
Quienes participan por obligación se dividen en dos grupos: los primeros, empleados y funcionarios públicos, asisten por miedo a perder el trabajo si incumplen la exigencia de sus superiores, a su vez supeditados a otros.
Los segundos, lo hacen hasta con gusto, como los obreros de una fábrica siberiana que llegaron en tren, después de que el gobierno federal le destinó hace poco miles de millones de rublos para paliar la crisis, con todos los gastos pagados y la posibilidad de estar unos días de asueto en Moscú.
Los últimos, los que van por interés, que casi siempre residen en las afueras de la capital, son los que más vítores lanzan, como la clique en el teatro, y las tarifas de su entusiasmo –según infinidad de testimonios en la prensa– van de 800 a mil 500 rublos por garganta.
El domingo próximo, con una cadena de personas agarradas de las manos, la oposición política al primer ministro tiene previsto manifestarse a lo largo de Sadovoye Koltso, el periférico que rodea el centro de Moscú.