La Habana, 15 de febrero. El narrador mexicano Sergio Pitol recibió el premio Dulce María Loynaz que entrega la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), como reconocimiento a su obra, la de uno de los grandes escritores de la lengua española.

Pitol (1933), ex profesor universitario, ex diplomático, viajero incansable y políglota, obtuvo el premio Juan Rulfo en 1999 y el Cervantes en 2005. La poeta cubana Nancy Morejón dijo del autor mexicano que su obra es de una dimensión que lo equipara con Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges y Alejo Carpentier.

Pitol es un autor casi desconocido en Cuba. Apenas en 2008 la Casa de las Américas publicó una edición local de Nocturno de Bujara. Sin embargo, La Habana fue la primera ciudad extranjera que conoció el novelista y de ella mantuvo vivos recuerdos.

En 2004 Pitol escribió sus recuerdos de la capital de Cuba, centrados en dos estancias. La primera, de 1953, cuando accidentalmente inició en la isla una aventura juvenil que debía concluir en los países andinos. La segunda, hace ocho años, cuando estuvo internado aquí en una clínica para atenderse de una afección neurológica.

De aquellas impresiones escribió: El lenguaje de los negros y mulatos me resulta casi ininteligible, un papiamento extraordinariamente melodioso, como extraído de poemas del primer Guillén, de Ballagas y los cuentos de Lydia Cabrera. Podría ser que en mis primeras visitas a Cuba, antes de la revolución, los mulatos no circulaban por las calles de La Habana vieja en tal cantidad, o que en esos tiempos se esforzaran por hablar con un español regular de acento cubano, para no ser despreciados por los blancos, o tal vez que mi memoria retuviera otros aspectos para mí más atractivos que la manera del habla popular.

Ahora con una severa afección en el habla, Pitol recibió el premio de manos del presidente de la Uneac, Miguel Barnet. Al mismo tiempo se realizó un coloquio sobre la obra del mexicano, en la feria cubana del libro, que se realiza esta semana.

En la entrega del premio, Morejón dijo que decir que la obra de Pitol es de estilo citadino, a veces fantasmal, pero con una identidad latinoamericana bien ajena al folclor.

La escritora cubana dijo que Pitol vivió su infancia en un ingenio azucarero en Veracruz y que desde esa época ha sido un gran viajero, cuya condición exploradora se refleja en su escritura, como un crisol de espejos lanzado desde la cultura europea menos conocida a las tierras americanas.

La desaparecida escritora cubana que da nombre al reconocimiento de la Uneac, también fue premio Cervantes, igual que sus compatriotas, Carpentier y Guillermo Cabrera Infante.