Debido a que la cigüeña acaba de posarse en los tejados de su mansión –construida en parte con el oro que se llevó de América a cambio de espejitos mareadores–, Enrique Ponce no vendrá (alabado sea Alá en Alabama) a la corrida del 5 de febrero.

Es día, la Monumental Plaza México cumplirá 66 años de haber sido inaugurada por Luis Castro El Soldado, Manuel Rodríguez Manolete y Luis Procuna, El Berrendito de San Juan (sobrenombre que le pusieron por su mechón blanco en el copete y porque su madre vendía chicles en San Juan de Letrán cuando él era un bebé).

Despejada esa incógnita, se abren varias más, porque los festejos por el aniversario del pozo de Insurgentes se llevarán a cabo en dos fechas consecutivas: el sábado 4 y el domingo 5 y, según voceros oficiosos de la empresa que regentea Rafael Herrerías, en la segunda tarde participarán Julián López El Juli, Alejandro Talavante y dos mexicanos, pero en cuanto a la corrida de la víspera todavía no hay nada en firme.

Durante las semanas del puente Guadalupe-Reyes Magos se especuló con que el día 4 harían el paseíllo Joselito Adame, Arturo Saldívar, Juan Pablo Sánchez y Diego Silveti, pero la especie no fue confirmada y, a estas alturas, más bien parece que fue a dar al bote de la basura.

¿A quién sacará entonces Herrerías? Saldívar cortó cuatro orejas y un rabo la tarde de su presentación en la temporada de invierno 2011-2012. ¿Por qué no ha repetido? ¿Será porque bañó a Ponce o porque lo peor que le puede pasar a un torero mexicano es triunfar en el embudo de Mixcoac?

En todas las plazas del mundo, cuando un matador conquista al público, las empresas lo anuncian a los ocho o a los 15 días, con la certeza de que su nombre venderá muchos más boletos que cuando era un desconocido, y los inversionistas, por tanto, ganarán un poco más de dinero. ¿Por qué en la México sucede lo contrario? Obvio: porque al estar asociada la plaza con un grupo de empresas que obtienen grandes utilidades en otros giros, las pérdidas taurinas ayudan a reducir impuestos.

No en vano, Herrerías y Televisa acabaron con la fiesta brava en el Distrito Federal, y por eso un torero superdotado pero millonario y aburrido como Sebastián Castella, tuvo el descaro de brindar ayer un manso de San Isidro, lidiarlo muy de lejos con una gigantesca muleta (como las que usaba Manolo Telones Martínez) y matarlo de un espadazo trasero, para cortar dos orejas que únicamente pedían los incautos. No en vano, el país está en la ruina. Por lo mismo.