os indicadores económicos anuales de la economía estadunidense ya fluyen. Hace cuatro días supimos del cierre anual de tres que muestran su evolución: 1) producción industrial; 2) capacidad instalada; 3) capacidad utilizada. Sobresale el hecho de que la economía vecina no ha sido capaz de sostener un ritmo de crecimiento que le permita –a la mayor brevedad– alcanzar los altos niveles de producción y consumo registrados en 2007 y 2008.
Su recuperación apenas alcanza los de 2004 y 2005. Faltan no menos de 18 a 20 meses para llegar a los de 2007 y 2008. Siempre y cuando, por cierto, la crisis europea no la afecte más, asunto que no es sencillo evitar. Para tener alguna idea de las perspectivas próximas no olvidemos a nuestro asesor Perogrullo. Siempre insiste en señalar que una evolución económica a tasas crecientes continuas es imposible. Incluso, a tasas constantes. En todos los casos. En todos. Es consustancial a la marcha de la economía su evolución cíclica. En el capitalismo esta evolución se expresa en la marcha también cíclica de la rentabilidad general, expresión de la relación que guarda el excedente anual creado con el total de recursos utilizados para generarlo. El asunto se agrava porque estos recursos utilizados tienden a crecer y crecer, incluso sin control alguno hasta que viene la crisis.
El pensamiento clásico profundizó de manera particular en esta relación. Smith y Ricardo la suponían cíclica, pero tendencialmente similar en todas las esferas del trabajo social, incluso como condición de una marcha adecuada
de la vida material y de una mayor garantía de opulencia, riqueza y bienestar.
A Ricardo, en particular, le preocupó analizar la marcha del empleo y de las remuneraciones a lo largo de la evolución económica general. Conceptos como escasez de trabajo y precio del trabajo están ligados en su análisis. Marx retomaría muchos elementos del pensamiento clásico, pero analizaría más críticamente la marcha cíclica de la rentabilidad general de la economía –en su opinión, tendencialmente descendente–, sustentada en la generación de un excedente proveniente de trabajo no pagado, de la famosa plusvalía. De ahí, por cierto, el rechazo visceral a Marx. Pero retomando la marcha cíclica de la economía, hay que decir que es cierto que en los ciclos económicos existen tasas crecientes. Pero también que a esas fases de tasas crecientes siguen fases de tasas decrecientes. Eso es normal. Pero en el capitalismo también ha sido normal que, en muchos casos, esas fases de tasas decrecientes se convierten en fases de tasas negativas. Señal inequívoca no sólo de desaceleración, sino de crisis.
La profundidad de esas tasas negativas muestra la profundidad de la crisis. A las que siguen –como acontece actualmente– mecanismos de ataque general a las condiciones de trabajo y recuperación de los asalariados. La que hemos pasado es una de las más profundas crisis de la historia reciente, ya no sólo de la economía vecina, sino de la economía mundial. Y el ataque general a las condiciones del trabajo y de la reproducción de las familias de los asalariados –en general de los trabajadores– una de las más severas de la historia.
Bueno, pues los indicadores más recientes sobre producción, capacidad instalada y capacidad utilizada muestran que las tasas crecientes de recuperación son cada vez menores, aunque las de capacidad instalada tienden de nuevo a ser cada vez mayores. Esto último, por cierto, es señal inequívoca del descenso de la rentabilidad. Y se puede reconocer en el freno a la recuperación de la relación entre las ganancias de las empresas no financieras y la capacidad industrial instalada. Con todo esto, lo menos que podemos asegurar es que la recuperación estadunidense está siendo cada vez más y más difícil.
Aun más si –como es preciso hacerlo– recordamos algunos elementos que muestran ese ataque generalizado a las condiciones de la población y ante las cuales ya hay reacciones severas en el vecino país: 1) los desempleados requieren nueve meses y medio para reencontrar empleo, incluso en condiciones más precarias; 2) los salarios reales están detenidos
desde mediados de 2009; 3) pese a la leve disminución del desempleo, aún se está lejos de alcanzar el empleo registrado a finales de 2007, del que aún se encuentran expulsados más de 6 millones de estadunidenses; 4) las personas jóvenes, de color y latinas experimentan la mayor severidad. Frente a todo esto no olvidemos recordar que nuestra economía está cada vez más ligada al ciclo estadunidense. Esto resulta especialmente importante hoy, cuando se escuchan nuevas promesas electorales –muchas sin sustento– de recuperación y crecimiento. Sin duda.