El FCE relanza el libro de la ensayista con motivo de los 100 años del nacimiento del escritor
el manto de mitosde la estancia de Breton en México
Es más documental que interpretativo
, advierte
Da cuenta del encuentro del autor francés con Trotsky y acusa la falta de claridad de los intelectuales de la época acerca del surrealismo
Domingo 22 de enero de 2012, p. 2
André Breton estuvo en México más de tres meses de 1938, hecho muy conocido en lo general, pero cuyos detalles aún se encuentran ocultos por un manto de rumores falsos y mitos
, que además corren y suelen repetirse
.
Por eso la ensayista y narradora francesa Fabienne Bradu, radicada en México, decidió poner luz a esta visita del poeta francés, cabeza del movimiento surrealista.
Bradu relanzó su libro André Breton en México (Fondo de Cultura Económica-FCE), publicado en 1995 por Editorial Vuelta, para sumarse a las celebraciones por el centenario del nacimiento del escritor.
Breton estuvo en México del 18 de abril al primero de agosto de 1938, época de efervescencia artística, política y social en el país, en pleno sexenio del general Lázaro Cárdenas.
Es un libro más documental que de interpretación
, advierte en entrevista Bradu, quien en el mismo incluye una cronología de esa estancia de Breton en México.
“Me importaba –no diría que de una vez por todas, pero casi– puntualizar qué vino a hacer, qué sucedió, qué se llevó, qué idea tenía de México cuando llegó, qué idea se llevó y, sobre todo, sus actividades más importantes en el país. Eso nos ayuda a despejar muchas incógnitas que quedaban en el aire.”
Breton-Trotsky, fricciones
–Durante su estancia en México, Breton se reunió varias veces con León Trotsky, acompañado por Diego Rivera; incluso hicieron el Manifiesto por un arte revolucionario independiente, pero hubo varias fricciones.
–Ese es uno de los mitos que hay que matizar. Se suele presentar el encuentro Breton-Trotsky como especie de luna de miel, y no lo fue. Hay que entender que Breton venía de su país tras un fracaso en su tentativa de alianza con el Partido Comunista de Francia.
“Había sido una carta importante que Breton se quiso jugar en Francia en esos años del Frente Popular, en una época, finales de los 30, en que la gran mayoría de los intelectuales todavía creían en la posibilidad de un cambio marxista. Breton persiguió y alimentó esa esperanza y se alió con al PCF, pero fracasó.
Y es que los comunistas franceses, ni de ningún otro país, hubieran admitido entre su ideología la libertad que perseguía el surrealismo en cuanto a creación artística y a vida. Era incompatible, lo podemos ver a la distancia, pero Breton creyó que sí.
Además, cuando Breton llegó a México el movimiento surrealista se encontraba en declive. Piensa entonces que la puede hacer con el trotskismo, por ser un movimiento disidente del comunismo estalinista ortodoxo.
Ante postulados artísticos como el del llamado realismo socialista
, señala Bradu, ¿qué cabida podría tener allí un movimiento que le apostaba al inconsciente, la libertad, la imaginación, la poesía?
El surrealismo, agrega, retomaba el postulado de Rimbaud de cambiar la vida
, no sólo la estructura política y social. Los surrealistas querían ir muchísimo más allá, aunque cambiar la vida implicaba también eso, pues se daban cuenta de la necesidad de una acción social.
–¿Cómo armonizaban eso con la creación individual?
–No había precisamente una defensa individual del arte, del autor. Todas las experiencias que había hecho el movimiento surrealista eran precisamente para un trabajo de creación mucho más colectivo, a través de los sueños, la poesía colectiva, la escritura automática. No estaban aferrados a la individualidad.
–¿Breton venía específicamente a ver a Trotsky o había otros propósitos?
–No me quedó muy claro. Siento que había un poco de todo en los motivos para este viaje, pero el encuentro con Trotsky era una pieza fuerte. También había arreglos previos para las conferencias que dio, conocer el país. Breton se encontraba en un periodo un poco difícil, el movimiento estaba en un declive. Entonces era como venir a regenerarse a México, a renovar esperanzas.
–¿Breton llegó a acercarse a la complejidad cultural de México, con sus dos grandes ramas: la europea y la ancestral, mesoamericana, como había intentado Antonin Artaud con los rarámuris? ¿Por ejemplo, cuál es el contexto de su frase famosa: México es el país surrealista por excelencia?
–Sí, viajó, conoció; fue a Michoacán, Puebla, Guadalajara, Monterrey; estuvo en los alrededores de la ciudad de México, en las pirámides. Lo malo con esa frase no es que él la haya pronunciado maravillado por este país, sino el manoseo que se hizo después. Con ello se empezó a justificar una serie de defectos de México, como que todo se vale porque, pues somos surrealistas. Es una manera equivocada de entender la palabra surrealista.
“Pienso que dijo la frase por la sorpresa genuina de un europeo que llega aquí con una Europa cansada en sus ojos y su mente, una Europa entre dos guerras, con mucha vitalidad agotada. Pero se trata de una sorpresa que tenía y tiene cualquier extranjero que llega a México, país tan lleno de una energía y vitalidad que sorprende.
Por ejemplo, cuando vio a algunos personajes de los murales de Orozco, dijo que podrían encajar perfectamente en un texto surrealista. Creo que hay que oír detrás de la frase la exclamación de sorpresa y agrado frente a ese hechizo que es México, que es muy difícil delimitarlo y decir: es eso. No, es más bien una atmósfera.
–En su libro destaca que la mayoría de la intelectualidad mexicana de la época no tenía claridad sobre el movimiento surrealista francés, y que incluso no trató bien a Breton durante su estancia aquí.
–No fue una luna de miel con Trotsky ni con el país. Sufrió aquí un boicot, los medios lo trataron bastante mal. Pese a eso, se fue cautivado de México. La ganancia fue mayor que el boicot, las persecuciones, a veces la mala leche con que lo atacaron, como los comunistas mexicanos. Los poetas de Los Contemporáneos fueron tal vez los que más enterados estaban de qué era el surrealismo.
“Por ejemplo, Jorge Cuesta lo había conocido desde antes en París. Octavio Paz no lo quiso conocer en 1938, pese al deslumbramiento que confesó le había provocado El amor loco. Efraín Huerta fue brutal contra Breton. La cercanía de Breton con Trotsky limitó mucho el acercamiento de los intelectuales mexicanos con él. Siempre me extraña que poetas excelentes y muy sensibles no alcancen a rebasar la barrera política para ver las coincidencias poéticas.”