Comercio
Martes 17 de enero de 2012, p. 31
Ante la preocupación de que la crisis en la zona euro desencadene una nueva recesión global, encargados de políticas en todo el mundo buscar aislar sus economías de una potencial contracción del crédito y un descenso en la demanda.
Muchos consideran que el proteccionismo exacerbó la gran depresión de la década de 1930, cuando los países que se mantuvieron en el patrón oro aplicaron incrementos de aranceles, cuotas de importación y controles de tipos de cambio. En el actual periodo de dificultades económicas, existen signos de una creciente aunque aún limitada tendencia proteccionista, según la Organización Mundial de Comercio (OMC).
La tendencia a proteger los intereses domésticos a expensas del comercio es particularmente fuerte en la agricultura. El tratamiento preferencial cobra variedad de formas, entre ellas subsidios a productores domésticos, cuotas de exportación y barreras no arancelarias como son las regulaciones onerosas sobre seguridad alimentaria. Productores de EU, Japón y Corea del Sur ya reciben subsidios, que podrían elevarse si la situación económica mundial afectara los ingresos.
También podría impulsar a los gobiernos a intentar una subida artificial de precios: en 2008 algunos países asiáticos impusieron restricciones a la exportación de arroz que elevaron los precios hasta en 75%.
También está el debate actual sobre el valor del renminbi chino; el Senado estadunidense aprobó recientemente una iniciativa para castigar a China por manipular el tipo de cambio, lo cual fue más que nada un alarde político: sin duda China tiene que reformar su régimen de divisas, pero las perennes acusaciones estadunidenses pasan por alto por conveniencia que el renmimbi se ha apreciado 30% desde que se desempató con el dólar, a mediados de 2005.
Pese a estas preocupaciones, hay buenas razones para creer que aun si aumenta el proteccionismo comercial, no llegará a los niveles destructivos de la década de 1930. Para empezar, las regulaciones de la OMC limitan ahora el tipo y alcance de las barreras comerciales, a lo cual se suman las restricciones contenidas en los tratados de libre comercio bilaterales y multilaterales. Además, en algunas economías emergentes la crisis económica podría en realidad reducir la tentación del proteccionismo financiero, pues aceleraría la salida de capitales y por tanto aliviaría la presión sobre los tipos de cambio de esos países. Es probable que estos factores eviten que el proteccionismo comercial alcance niveles alarmantes.
Inyecciones de efectivo
El oscuro panorama económico podría precipitar también un mayor relajamiento de la política monetaria. De hecho, pese a que las tasas de interés –instrumento principal de la política monetaria ortodoxa– ya no tienen para dónde caer en muchos países desarrollados, ya hay una extensa aplicación de inyecciones de efectivo.
Algunos bancos centrales, sobre todo en Estados unidos y Gran Bretaña, ha aumentado el estímulo fiscal vía medidas no convencionales como la llamada liberación cuantitativa, equivalente a emitir más papel moneda.
Muchos otros, en especial en mercados emergentes, han reducido las tasas de interés para estimular el crecimiento, pese a las inquietudes por la inflación. Brasil, que durante mucho tiempo ha advertido de una potencial guerra de divisas
en el mundo, ha recortado tres veces las tasas de junio a la fecha. Incluso en China, donde los recortes de tasas de interés no entran en juego, los gobernantes han relajado la política reduciendo los requerimientos de reserva bancaria, luego de un prolongado periodo de restricciones.
De estas políticas, la liberación cuantitativa es la más controvertida y la que más probabilidades tiene de provocar represalias de otras naciones. Si EU insistiera en esa medida, es probable que otros la apliquen también. En Japón, que inventó ese método, la fortaleza del yen y las arraigadas presiones deflacionarias podrían ocasionar una nueva intervención monetaria. Suiza está a la vanguardia en el relajamiento competitivo de la política monetaria, luego de intervenir en el mercado de divisas en septiembre.
Se cree que el Banco de Inglaterra realizará nuevas inyecciones de libras, de entre 50 y 100 mil millones. Y hay indicios de que el Banco Central Europeo comienza su propia forma de liberación cuantitativa, dado que no esteriliza todas las adquisiciones que realiza mediante su programa de compras de bonos. Siempre habrá un límite a la cantidad que el BCE pueda esterilizar, así que en el ambiente actual en algún momento tendrá que darse la intervención en el mercado si el banco sigue comprando bonos en el intento de mantener bajos los rendimientos.
Además, el nuevo acuerdo sobre una vigilancia fiscal más centralizada para los miembros del euro parece dirigido en parte a crear espacio político para que el BCE intervenga en mucha mayor escala en los mercados de bonos gubernamentales.
Impacto mezclado
¿Cuál sería el efecto global neto de una amplia inyección de divisas en los mercados? Se arguye que podría brindar algo del estímulo que la economía mundial requiere, dado que ya no hay espacio para medidas fiscales. También podría ser positiva para los bancos europeos, al reducir la cantidad de apalancamiento necesaria para satisfacer proporciones más estrictas de capital social. Esto, a su vez, haría más improbable o menos severa la posibilidad de una contracción mundial del crédito.
Por el lado de las desventajas, sólo parte de la liquidez liberada en este proceso llega a la economía real, dada la reducida demanda de crédito y el mal funcionamiento de los mercados financieros. De hecho, como ocurrió durante las recientes inyecciones de efectivo en EU y GB, gran parte del dinero acaba en inversiones especulativas que pueden inflar las burbujas de activos.
En suma, la posibilidad de un aumento del proteccionismo sigue causando preocupación. También la perspectiva de una extensa liberación monetaria plantea retos. Una activa y constructiva coordinación internacional de políticas, en vez de una sincronización competitiva, podría reducir los efectos negativos de esa liberación. Las medidas anunciadas por seis grandes bancos centrales el 30 de noviembre marcan una señal positiva en esta dirección; los bancos reducirán el precio de los intercambios temporales de liquidez en dólares y proporcionarán servicios de intercambios bilaterales temporales de liquidez en cualquier divisa. Un acuerdo mundial contra el proteccionismo, si se produjera, tendría un efecto igualmente positivo.
Sin embargo, aunque es probable que los encargados de las políticas hayan aprendido algunas lecciones de la gran depresión, persisten riesgos importantes. Por ejemplo, el alto desempleo y la austeridad incrementan el atractivo del populismo, que vuelve más probables las políticas erróneas.
Fuente: EIU
Traducción de textos: Jorge Anaya