El legendario pugilista, aquejado actualmente por Parkinson, cumple hoy 70 años
En 1964 ganó el cetro de los pesos pesados y cambió un nombre de esclavo
por el que ahora se le conoce
Se negó a ir a Vietnam porque hubiera sido un juguete
de EU y fue procesado
Martes 17 de enero de 2012, p. a13
Una sola vez sintió miedo Muhammad Alí. Fue la noche en la que enfrentó al campeón de los pesos completos Sonny Liston donde todos los pronósticos eran desoladores para el retador. No había un cronista deportivo ni apostador que viera posibilidades en el joven aspirante de 22 años para que pudiera vencer al temible monarca, quien había amenazado con asesinarlo durante la pelea. Tal vez los únicos que guardaban una mínima esperanza eran los amigos que acompañaban a Alí, entre ellos Malcom X, en aquella función que convocó tanto a estrellas del espectáculo como a mafiosos.
Liston subió al cuadrilátero con el paso firme que otorga la seguridad del que se siente ganador. Alí, en cambio, se movía nervioso, bailoteaba y tiraba golpes al aire para espantar a ese enemigo invisible que le inquietaba: el miedo. El final del combate fue histórico. Liston terminó abatido sobre la lona, mientras el joven Alí le gritaba: ¡Soy el rey del mundo! ¡Soy el más grande!
Eso ocurrió la noche del 25 de febrero de 1964. Al día siguiente anunció no sólo que era el nuevo campeón mundial de los pesos completos, sino que se había incorporado a la nación del Islam. Unas semanas más tarde renunció a lo que consideraba era su nombre de esclavo: Cassius Marcellus Clay Jr. –decía que pertenecía al amo de su bisabuelo y que desde entonces lo habían heredado por generaciones–, y comenzó a llamarse Muhammad Alí. Un nombre que se instaló en la historia del siglo XX como sinónimo de desafío al poder y rebeldía.
En el verano de ese año el gobierno estadunidense arrestó a mil activistas, el Ku Klux Klan incendió 36 iglesias, 30 sedes sufrieron ataques y los negros segregados en muchos estados no tenían derecho a protestar.
Adiós al miedo
Aquella noche ante Liston fue la última vez que Alí sintió miedo en grande. Después supo desafiar al poder y mantenerse firme, aun a costa de la destitución de su título, así como de las amenazas de pisar la cárcel y de muerte que recibió por su cercanía con Malcom X, luchador por los derechos de los negros estadunidenses.
Tenía que demostrar que se podía ser negro de otra manera y hacérselo ver al mundo entero
, dijo al escritor David Remnick en la biografía que escribió sobre el peleador.
Muhammad Alí combatió de manera frontal al establishment estadunidense. No sólo al convertirse al islamismo, sino además rechazando el espíritu patriotero de un país que se hallaba envuelto en una guerra en Vietnam. Ante el riesgo de ser enrolado en el ejército, el campeón de los pesos completos dijo que no pensaba pelear contra el vietcong ese
.
A partir de ese momento adoptó una militancia antibélica y endureció su discurso contra el sistema. No estaba dispuesto –dijo– a matar vietnamitas en nombre de un gobierno que no reconocía la condición humana de sus ciudadanos, que trataba a la población negra como perros
.
No traicionaré a mi religión, a mi gente ni a mí mismo convirtiéndome en un juguete para esclavizar a quienes luchan por la justicia, la libertad e igualdad
, escupió Alí. Si eso le costaba la cárcel daba igual, pues decía que los afroamericanos llevaban presos 400 años.
Una mañana del 28 de abril de 1967, Alí tuvo que comparecer ante la Oficina de Admisión y Examen de las Fuerzas Armadas en Houston por una convocatoria para ser incorporado a las filas militares.
El llamado causó revuelo entre los movimientos pacifistas que protestaban contra la guerra en Vietnam, que en solidaridad lo saludaban alzando el puño como lo hacía el poder negro. Alí respondía de la misma forma, consciente de lo que estaba provocando.
Resulta difícil transmitir ahora la emoción de aquellos tiempos
, dijo la poeta y activista de derechos humanos Sonia Sánchez. Estábamos en un momento en que casi nadie conocido se enfrentaba al reclutamiento
.
Alí llegó en autobús junto con otros 24 probables reclutas a las instalaciones militares. El protocolo de enrolamiento obligaba a los convocados a permanecer alineados mientras un oficial gritaba un nombre y el aludido daba un paso al frente, con lo cual confirmaba su incorporación al ejército.
El joven teniente Steven Dunkley llamó a Muhammad Alí, pero lo hizo con su nombre anterior, el de esclavo
.
–¡Cassius Clay! ¡Ejército! –vociferó el oficial, y el joven peleador ni se inmutó, por lo que volvieron a llamarlo ahora pronunciando su nombre musulmán.
–¡Alí! ¡Ejército! –y el aludido siguió inmóvil. Le advirtieron que el desacato podía acarrearle una pena de cinco años de cárcel y una multa.
Esa acción sirvió de inspiración a los que luchaban por los derechos humanos, pero también encendió la cólera de los sectores más conservadores de la sociedad estadunidense. ¡Ojalá te pudras en la cárcel!
, le gritaron algunos padres orgullosos de que sus hijos estuvieran reclutados.
La sentencia por desobediencia fue de un lustro en prisión y 10 mil dólares, pero no pisó la cárcel porque en 1971 el Tribunal Supremo terminó por darle la razón al peleador. Sin embargo, durante el proceso, Alí estuvo bajo vigilancia del FBI, que lo consideraba un agitador peligroso. Lo que sí perdió fue el campeonato que tanto había soñado desde que era un niño en su natal Lousville, en Kentucky; en ese tiempo el título, su título, cambió de propietario varias veces.
Apoyo del CMB
El Consejo Mundial de Boxeo no desconoció a Alí durante casi tres años, porque su despojo lo consideramos una injusticia y que era un acto nacionalista contrario a la libertad de los ciudadanos
, comentó el actual presidente del organismo, José Sulaimán.
Tras el fallo en su favor, no apeló para que le devolvieran el título del que había sido despojado. Por el contrario, lo recuperó sobre el cuadrilátero en uno de los combates más memorables de la historia, ante George Foreman, en Zaire. Muchos años después, Alí quedó diezmado por los estragos del Parkinson. Tembloroso, con el rostro inexpresivo, apareció en el que quizá sea el momento de redención ante su propio país, al encender el fuego olímpico en Atlanta 1996.
Este martes cumplirá 70 años, ya convertido en un icono de la cultura popular y un símbolo de lucha para la comunidad afroamericana. Alguna vez expresó que le gustaría ser recordado como un negro que ganó el título mundial de los pesos pesados, que tenía sentido del humor y que siempre trató a todos con justicia. Y ni siquiera me importaría que la gente se olvidara de lo guapo que era
, dijo con ese rostro espectral que le produjo el Parkinson.