i se buscara una fórmula para arruinar un estado de la República, se podría encontrar en Chihuahua: violencia criminal y de Estado, más cambio climático, más políticas públicas de desarrollo económico y social, equivocadas o ausentes. En esta entidad norteña se vive ahora la convergencia de los efectos de las crisis anteriores y de las decisiones políticas tardías o erráticas.
Comencemos por lo que más llama la atención, la crisis de violencia e inseguridad: desde abril señalábamos en estas páginas que, aunque antes de que se pusiera en marcha la estrategia calderoniana de los “operativos conjuntos”, Chihuahua presentaba índices preocupantes de delictividad, no se comparan con los de ahora. En 2007 hubo un total de 469 homicidios dolosos; del primero de enero al 20 de diciembre de 2011, van 2 mil 977 (diario digital La Opción de Chihuahua). A este paso el cuarto año de cura
de la enfermedad terminará con 500 por ciento más de asesinatos que antes de que la enfermedad se atendiera. Y así podríamos seguir con extorsiones, secuestros, asaltos, etcétera. Las cifras oficiales celebran que la inseguridad y la violencia están disminuyendo, pero sólo comparativamente a 2010, el peor año en este sentido.
La violencia e inseguridad han venido a enfatizar la crisis de la economía chihuahuense. La industria maquiladora de exportación alcanza una cifra récord de 319 mil empleos en 2001, pero luego del 11 de septiembre de ese año pierde 60 mil puestos de trabajo de ahí al 2003; se recupera levemente en 2006, hasta alcanzar 308 mil, pero la violencia de los años subsecuentes hace que para 2010 se pierdan otros 50 mil. Así, por una parte se empieza a agotar el dinamismo maquilero, sin que se encuentre otro motor de la economía, y por otra, la violencia viene a intensificar su estancamiento o declive.
No sólo es la maquila la que empieza a decrecer estos últimos años, es la economía chihuahuense en su conjunto la que sufre el embate del cierre de negocios y salida de inversiones debido a la inseguridad: el crecimiento económico promedio de la entidad entre 2005 y 2010 fue de sólo 1.33 por ciento anual, contra un crecimiento de 2.03 por ciento del PIB nacional. Al mes de agosto de 2011, el estado de Chihuahua ocupó el cuarto lugar nacional en mayor desempleo, según las encuestas de ocupación del Inegi con 7.34 por ciento de la PEA sin un empleo fijo, muy por encima del promedio nacional, que fue de 5.44 por ciento de la PEA. Al caer el empleo, cae el ingreso de las y los chihuahuenses: al mes de agosto de 2011, el estado de Chihuahua quedó fuera de los primeros diez lugares del ranking nacional de salarios, según cifras de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social: el salario promedio que se pagaba en agosto de 2011 en el estado de Chihuahua era de 224 pesos con 39 centavos diarios; mientras que la media nacional era de 247.06 pesos (diario digital ahoramismo.com).
Así, Chihuahua se ha empobrecido a un ritmo mayor que la mayoría de las entidades de la República: de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social, fue uno de los tres estados donde más creció la pobreza entre 2008 y 2010, con 255 mil nuevos pobres, y también descendió un lugar en cuanto a nivel de atención al rezago social entre 2005 y 2010.
Como si las crisis de violencia y económica fueran poco, la crisis climática ha pegado fuerte en Chihuahua este año. Primero fueron las heladas extremas de principios de febrero, que en algunos lugares llegaron hasta 27 grados bajo cero y en la mayor parte del estado bajaron hasta menos 16. Los estragos en huertas, en infraestructura, en plantaciones, no se han calculado todavía. Luego fue la sequía, la peor de 50 años cuando menos, pues el promedio de lluvia en la región temporalera apenas si llegó a los 217 milímetros. Esto mantiene postradas a la agricultura y a la ganadería estatales y en menor medida a la fruticultura. La cosecha de frijol se redujo en 80 por ciento, los pastizales están casi agotados y sólo las nevadas que han empezado a caer dejan albergar alguna esperanza.
De nuevo se agita el fantasma de la hambruna en la sierra Tarahumara, ahora agravada porque la inseguridad de los caminos hace que a muchas localidades los alimentos no puedan llegar. Hace unas semanas Calderón vino a la sierra a repetir junto con el gobernador lo que todos sus antecesores: repartir cobijas y despensas a los indígenas, incluso les prometió tarjetas bancarias de débito. Y sin embargo no ha tenido la sensibilidad para decretar un subsidio al gas de uso doméstico –ya que casi nadie emplea el gasóleo– para una población empobrecida y ahora aterida.
La convergencia de varias crisis ha generado en Chihuahua una crisis de seguridad humana. Sin embargo, la mayoría de los factores causales son previsibles, incluso los climáticos, pero no ha habido una política de Estado para hacerles frente. El Estado se encuentra fracturado, atascado en sus estrategias fallidas o contraproducentes, como la de la guerra contra el narco; y se va a fracturar más al electoralizarse. Una población que sufre y se arruina, un Estado que se desafana, así termina Chihuahua el 2011.