Que se va, y se va, y no se ha ido
l gobierno de Estados Unidos anunció el fin de la guerra en Irak esta semana, y el domingo se informó que salió el último convoy de soldados estadunidenses después de una invasión militar que duró más de ocho años, costó la vida de casi 4 mil 500 militares estadunidenses y cientos de miles (nadie tiene la cuenta exacta) de civiles iraquíes y costará billones de dólares. Pero tal vez lo más notable es que aquí en las calles del país no hay celebración, ni abrazos, ni lágrimas y nadie está cantando esa de Queen de Somos los campeones.
Algunos dicen que no lo creen, que seguramente continuará la presencia estadunidense en Irak por mucho más tiempo, otros señalan que ese es sólo un frente de una guerra estadunidense a nivel mundial que continúa sin vistas a un fin en el panorama, y otros más –especialmente veteranos de ese conflicto– afirman que el anuncio no marca el fin de la guerra para ellos en sus vidas. Todos tienen razón.
Primero, el hecho es que el exitoso
fin de la guerra proclamado por el comandante en jefe Barack Obama deja un país en ruinas; éste es el regalo de Estados Unidos a la cuna de la civilización
. Pero Estados Unidos no se va, sino mantendrá lo que es la embajada estadunidense más grande del mundo, con unos 16 mil empleados, tal vez la mitad dedicados a seguridad
, incluidos mercenarios, o lo que prefieren llamar contratistas privados
, casi todos ex militares. Mientras tanto, en los países alrededor de Irak se mantendrán desplegados miles de militares estadunidenses.
Y por supuesto ahí se quedarán las empresas petroleras estadunidenses, como de otras partes del mundo, para ayudar a desarrollar
la cuarta reserva de petróleo más grande del mundo.
A la vez, aunque se declaró el fin de la guerra en Irak, las operaciones militares estadunidenses continúan por varios puntos del planeta (obviamente incluida la guerra más larga de la historia de este país en Afganistán) en lo que se podría llamar la doctrina Obama
, donde se libran acciones bélicas sin botas en el terreno
(o sea con el despliegue de tropas). Ahora se emplean cada vez más nuevas tecnologías como las aeronaves a control remoto (drones) que siguen matando gente en lugares como Pakistán, Yemen y Somalia, o exclusivamente por poder aéreo como en Libia, o también en misiones de fuerzas especiales
con órdenes para asesinar a cualquiera que el presidente determine es enemigo de Estados Unidos, incluidos estadunidenses.
En el frente doméstico, para los veteranos de ese conflicto que regresan a Estados Unidos, el público aquí no ha preparado ninguna bienvenida de héroes
(claro que se armaron algunas celebraciones oficiales, pero mínimas). Más bien, llegan a un país que no les puede ofrecer empleo y que está amenazando con quitarles sus hogares por la llamada crisis hipotecaria. Los costos de las guerras en Irak y Afganistán, que podrían ascender a más de 3 billones de dólares, según cálculos de Joseph Stiglitz, derraman los recursos tan necesitados aquí para la reconstrucción de este país tan devastado por la peor crisis económica desde la gran depresión.
Además de que decenas de miles de veteranos, tal vez más, tengan que intentar curar las heridas físicas y sicológicas sufridas en esa guerra, llegan a otro país que parece haber sido destruido en otro tipo de guerra. Un país en que, según nuevas cifras del Censo divulgadas la semana pasada, uno de cada dos estadunidenses se encuentra en la pobreza o con ingresos bajos que apenas los mantienen sobre esa línea de pobreza.
Los cientos de miles de veteranos de guerra son entre los más perjudicados por la crisis económica en casa. El desempleo entre los veteranos militares mas jóvenes (entre 20 y 24 años) llegó a un promedio de 30 por ciento, más que el doble de los civiles de esa misma edad; los veteranos de entre 25 y 29 padecen una tasa de desempleo de 21 por ciento, reportó el New York Times. La tasa de desempleo nacional es de 8.6 por ciento. Más de 220 mil veteranos de las guerras de Irak y Afganistán están sin trabajo.
Pero también hay sorpresas. Uno de estos veteranos
ahora enfrenta un juicio militar por, según las acusaciones en su contra, revelar cómo Estados Unidos opera tanto en las guerras declaradas como en las pugnas diplomáticas, y otras cosas que el gobierno prefiere que el mundo no se entere. El soldado Bradley Manning, después de 19 meses de detención, a veces en condiciones que algunos denuncian como tortura, inició su proceso judicial. Los documentos que el gobierno dice que filtró dieron la vuelta al mundo al ser difundidos por Wikileaks y utilizados por movimientos en países árabes, en America Latina y otros, para confirmar la corrupción y las maniobras ocultas de los gobiernos que todos ya sospechaban.
Por eso el cineasta Michael Moore afirma que cuando le preguntan sobre quién inició el movimiento Ocupa Wall Street, responde que por un lado los grandes bancos, pero por otro afirma que fue Manning. “El Internet tomó el regalo de Manning y lo difundió a través de Túnez… y la primavera árabe que eventualmente llevó al Parque Zuccotti tiene a un soldado joven y gay en el ejército de Estados Unidos a quién agradecer”, escribió recientemente.
Moore, como todos los defensores de Manning, afirma que los pueblos tienen derecho a saber qué se está haciendo en su nombre. Si alguien debería de estar enjuiciado o en la cárcel militar ahora mismo, deberían ser aquellos que mintieron a la nación para iniciar esta guerra, y que al hacerlo enviaron a casi 4 mil 500 estadunidenses y cientos de miles de iraquíes a la muerte. Pero no es Bush ni Rumsfeld o Cheney o Wolfowitz los que están en la cárcel esta noche. Es el héroe que los desenmascaró. Es Bradley Manning quien ha perdido su libertad y, eso, a la vez, es sólo un crimen más que se comete en nuestro nombre
.
Con razón pocos celebran el supuesto fin de una guerra que fue librada con mentiras y acaba con por lo menos dos países en desastre (Irak y Estados Unidos). Pero tal vez también de este mismo desastre nazca una nueva esperanza.