a Compañía Nacional de Teatro (CNT) decidió nombrar Sala Héctor Mendoza
al teatro de cámara de su casa sede en una sencilla ceremonia en que develaron la placa correspondiente la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes Teresa Vicencio Álvarez y Rodrigo Mendoza, el creador musical, hijo del homenajeado. Estuvieron presentes tanto miembros de la compañía, encabezados por su director general Luis de Tavira –que hizo uso de la palabra como antes lo hiciera la licenciada Vicencio– y amigos y discípulos de Mendoza. Posteriormente se dio una de las funciones programadas para esa sala de Noches islámicas, bajo la dirección de José Caballero, tras su participación en el Festival Internacional Cervantino y luego probablemente rotará en otros escenarios durante varios meses como es costumbre por ser compañía de repertorio. La obra seleccionada por el director de la puesta y la CNT no es de las más conocidas del dramaturgo y la razón de esa elección se encuentra en las palabras celebratorias que el director escénico escribió para el programa de mano y, si se reflexiona un poco, se entiende que en Noches islámicas se pueden advertir algunos de los elementos que Héctor Mendoza desarrollara a lo largo de toda su obra.
En primer lugar se podría poner su gusto por alterar los textos clásicos y, en segundo, su interés por los autores españoles de los Siglos de Oro. Así, no es de extrañar que el dramaturgo tomara un cuento de Las mil y una noches –llamado El durmiente despierta– para elaborar una comedia cuyo entramado recuerda de algún modo la comedia de enredos barroca, sobre todo en la parte final en que las parejas –Malik as Suujrauardi y Grano de Almizcle, Abul Hassán y Caña de azúcar, Adalberto y Cuello de Alabastro– se forman a instancias de Harún al-Rashid que, si se quisiera alargar al extremo el paralelismo, vendría a sustituir a alguno de los reyes en los clásicos españoles. El emir también tiene un final feliz gracias a que su favorita Sett Zobeida haya parido un varón, y su pedido Todos a bailar
es otro recuerdo de las comedias de los Siglos de Oro que finalizaban con danza. Además de esto, que atañe a la construcción de la comedia, se puede reconocer en las apariciones del ángel a Adalberto, otro de los intereses del dramaturgo, el que tuvo por lo no real en muchas de sus obras.
La sencilla anécdota de la broma con que Harún al-Rashid cumple el deseo de Abul Hassán, se complica con otros sucesos y personajes, como Malik as Sujraguardi que tiene un amor prohibido, y los emisarios de Carlomagno, que deambulan por las calles de Bagdad junto a mujeres cubiertas por velos negros. Para dar los espacios requeridos, Alejandro Luna diseñó un cubo con salidas en sus ángulos posteriores, que contiene un módulo rectangular que puede ser mesa o, cubierto por suntuosas vestiduras, cama del emir, cada área con iluminación que la define; a todo esto se añade la jaula en la que Yafar manda encerrar a Abul Hassán. El trazo del director José Caballero también ayuda a que el lugar de cada escena se advierta de inmediato y las mujeres veladas, con movimientos que conforman diversos volúmenes, a veces llevan y traen los elementos de utilería. Caballero añade una escena muda al principio en que se ve al carcelero Juder –que aparecerá en otras escenas como miembro del pueblo– encaramado en una mesa junto a un televisor apagado. Este televisor da pauta del montaje, con elementos contemporáneos que también son vistos en el vestuario de Tolita y María Figueroa, acentuadamente en los trajes y pelucas, que corresponden a varias épocas, de los embajadores franceses. Acompañados por la música original de Rodrigo Mendoza y la coreografía de Marcela Aguilar, los actores y actrices de un extenso reparto realizan un trabajo con ritmo que no decae. El espacio no me permite mencionarlos a todos, pero cabe señalar, además de las bellas concubinas –entre las que se distingue Mariana Gajá como Grano de Almizcle– a quienes tienen los roles más importantes: Roberto Soto como Harún al-Raschid, Óscar Narváez como Yafar, Héctor Holten como Massur, Rodrigo Vázquez como Abul Hassán, Arturo Reyes como Malik as Sujraguardi y Everardo Arzate y Américo del Río como los enviados de Carlomagno.