La amenaza de deportar a unos 500 tayikos, posible moneda de cambio
Miércoles 23 de noviembre de 2011, p. 35
Moscú, 22 de noviembre. Rusia y Tayikistán, ex república soviética de Asia central colindante con Afganistán, llegaron a un acuerdo hoy que satisface a ambos y permite presentar sus resultados, en el interior de cada Estado, como un triunfo sobre el otro, en términos de defensa de la dignidad nacional.
Visto desde las instancias oficiales de aquí, el Kremlin doblegó al irreverente país centroasiático, sede de una base militar del ejército ruso y suministrador de mano de obra barata, que condenó a ocho años y medio de prisión a un piloto –ciudadano de Rusia– que, de regreso de Afganistán, tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en suelo tayiko cuando llevaba una turbina de refacción que, de inmediato, tildaron de contrabando.
La historia hubiera acabado ahí, pero en tiempos electorales el hijo del piloto hizo un llamado público al presidente Dimitri Medvediev para liberar a su padre, que se tradujo en presión política y diplomática a Tayikistán.
En medio de la amenaza de deportar a cerca de 500 trabajadores indocumentados de origen tayiko detenidos en Moscú, de imponer restricciones para el ingreso de ciudadanos de Tayikistán (“principales delincuentes entre los extranjeros en Rusia y portadores de…” todo tipo de enfermedades, según las autoridades locales), de prohibir la importación de productos agropecuarios tayikos, y un largo etcétera discriminatorio, el piloto quedó hoy en libertad.
Los tayikos tuvieron que romperse la cabeza para encontrar la fórmula matemática que hizo posible el milagro: la sentencia original se conmutó por otra más blanda, de dos años y medio de prisión y 14 días, pero que toma en cuenta la amnistía aprobada en diciembre de 2009 y el hecho de que el acusado llevaba seis meses detenido, lo cual significó su inmediata puesta en libertad.
Los medios dominados por el Estado y el partido oficialista se volcaron a destacar la buena nueva de que el Kremlin no abandona a sus ciudadanos caídos en desgracia en el extranjero –en realidad, dos pilotos obtuvieron la libertad, el segundo es ciudadano de Estonia–, pero en Dushambé el espinoso caso se ve de otro modo.
Al conmutar la sentencia los tayikos no los eximieron de culpa ni modificaron que se les condenó por contrabando y violación del espacio aéreo, por lo cual los dos aviones de carga en que llegaron los pilotos a Tayikistán se consideran cuerpo del delito y procede su confiscación, que es lo que, se dice, querían originalmente las autoridades del país centroasiático.
Asimismo, los pilotos quedaron en libertad dos días después de que la Corte Suprema de Rusia aceptó revisar el caso de Rustam Jukumov, cuñado de la hija del presidente tayiko, Emomali Rajmon, condenado en Rusia por contrabando de drogas.
Si todo esto es, como parece, parte de un pacto entre Moscú y Dushambé, ahora Rusia deberá –además de celebrar la liberación de su piloto– revertir la deportación de unos 500 tayikos que mantiene como rehenes
de este conflicto y facilitar su legalización
en el mercado laboral ruso.