Enorme con el capote, preciso con la muleta, Mario Aguilar triunfó en la segunda corrida
Marrón envió encierro de mansos cruzados con Angus; Zotoluco desperdició el único bravo
Lunes 14 de noviembre de 2011, p. a46
De San Miguel de Allende, Guanajuato, la ganadería de Marrón llevó a la Monumental Plaza México un disparejo encierro de ocho novillos cárdenos bragados o entrepelados, varios de ellos con características de la raza Angus, que no tiene cuernos, para abastecer de materia prima la segunda función de la temporada de invierno 2011-2012, que registró un tercio de entrada.
De ese lamentable hato, siete resultaron mansos perdidos, mientras el único bovino que acusó cierta bravura al enfrentarse al caballo, y que llegó con fuerza y fijeza a la muleta, puso de relieve las inmensas limitaciones de Eulalio López El Zotoluco, que lo toreó a muy prudente distancia, y lo templó sin mando, bailando sobre las puntas de las zapatillas, antes de matarlo de certero pero discreto bajonazo, que le fue premiado con una sola oreja, a pesar de las rechiflas de los villamelones que pedían la otra.
El único triunfador de ayer, sin duda, fue Mario Aguilar, la joven promesa capitalina de apenas 20 años, que le dibujó un hermoso, pausado y ceñido quite por chicuelinas con doble remate a una mano, al segundo de la tarde, y que refrendó la elegancia de su capote al citar desde los medios a Bribón, un cárdeno playero de 488 kilos, y torerarlo de espaldas por tafalleras, para repetir la suerte del remate a una mano por ambos lados.
Sordo, con plena razón, ante la insistencia de quienes le exigían que saliera a poner banderillas –¿para qué, si el bicho estaba al borde del desmayo?–, se plantó de nuevo en los medios, lo esperó con paciencia y cuando el cuadrúpedo al fin arrancó, le hizo el péndulo por detrás, por delante y otra vez por detrás, antes de embarcarlo en un pase de trinchera que alargó cambiándose el trapo a la zurda para despedirlo con una mezcla de natural que a medio viaje se volvió un desdén.
“¡Cierra la boca, Zotoluco!”, gritó el infaltable. Pero entonces, para que la res no se cayera, Mario la llevó en redondo por la derecha con la mano arriba, y luego por la izquierda, y hasta le hizo la dosantina y dos manoletinas invertidas, antes de entrar a matar de frente y dejar una estocada completa pero trasera, que le valió una oreja ganada con toda justicia.
Apagado, sin chispa, con aspecto de fatiga, el diestro de Badajoz, Alejandro Talavante –quien, junto con Miguel Ángel Perera, es ya uno de los nuevos pilares de la pachanga en el reino de Juan Carlos–, brindó el primero de su lote, Nechu, con cuernos de Angus, a Alejandro Sanz, quien estaba en el palco de Rafael Herrerías al lado de Paulina Rubio, y tuvo detalles con capote y muleta, pero nada más. A Bohemio, su segundo, un manso tan manso que no se dejó picar y terminó lanzando cornadas a diestra y siniestra, lo despachó pronto.
Y cuando parecía que ya se iba al hotel, a bañarse y a dormir, tuvo que regalar un tercer enemigo
, que sería el octavo de la tarde, al ver que Zotoluco anunciaba un séptimo cajón, lo que apresuró a abandonar el pozo de Mixcoac a buena parte de los espectadores. Igual que hace un año, la presencia de Enrique Ponce en la corrida inaugural, ahuyentó a miles, que ayer no quisieron volver a sufrir el mismo timo.
Galeno, de 484, se llamó el obsequio de Talavante, pero como era el que tenía más rasgos de Angus, su trasteo, lleno de virtudes estéticas, careció de ética, pues daba la grotesca impresión de que estaba jugando a torear por arrucinas a un perro. No obstante, los villamelones extasiados pidieron y consiguieron que a él también le dieran una oreja. ¡Qué vergüenza!