Opinión
Ver día anteriorLunes 7 de noviembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La fiesta en Paz?

Las figuras llegaron ya

L

as figuras llegaron ya y llegaron bailando ricachá, ricachá ricachá ricachá, así llaman torear con cha cha chá, podría ser paráfrasis taurina de la otrora famosa composición del cubano Rosendo Ruiz Quevedo, Los marcianos, con motivo de la aparición de los primeros ovnis en los años 50, y hoy con la venturosa llegada de los coletas europeos y nuestra postrada recepción: pásenle a lo barrido y perdonen el tiradero.

El problema real no estriba en que cada año toreros de España y Francia destacados y otros no tanto, puntuales y alegres regresen a actuar en las principales plazas del país, lujo que la organización taurina de la insaciable madre patria no ha querido darse desde hace cuatro décadas, con un proteccionismo apenas atenuado en las ferias de este año, principalmente en la de San Isidro, donde desde luego no soltaron una sola oreja a las hombradas de los aztecas.

La cuestión de fondo reside en las nefastas actitudes adoptadas por anfitriones y visitantes, lo que lejos de propiciar la dignificación del toreo y el reposicionamiento de su imagen en nuestro país, hacen prevalecer el abuso sistemático de los de fuera y la tradicional postración de los de dentro a costa de una tradición.

Estúpido sería culpar a los diestros foráneos de la subdesarrollada atmósfera taurina que priva en el país que los recibe, siempre con los brazos bien abiertos, faltaba más, sino que a partir de esa atmósfera caracterizada por la vergonzosa actitud de las autoridades ante el espectáculo, la acomplejada actitud de los que se sueñan dueños de la fiesta, de los que sólo son aficionados a apellidos y de los vergonzosos juicios, por decirlo de algún modo, de la crítica especializada, esos diestros no tienen inconveniente en venir a tentar de luces y con vacaciones pagadas luego de haber toreado en España 50 corridas o más.

Por su incorregible parte, los inefables taurinos mexicanos, empresas, ganaderos, toreros y autoridades, más la gente bonita aficionada a lo importado, se pliegan a todas las ventajas de los visitantes que figuran: fechas, reses anovilladas, carteles cómodos, jueces sin respaldo y manirrotos, más la inexcusable indiferencia de la delegación Benito Juárez y del GDF, pues el federal ya se sabe que es bien taurino pero en privado, desde los tiempos del hoy, hoy, hoy.

Zalamerías, ventajismo, triunfos apoteósicos más o menos balines, abusos y contrastes veremos de aquí a febrero.