in duda, un guía de la historia de Francia es Alejandro Dumas padre. El autor de Los tres mosqueteros o El conde de Montecristo cubre con su obra varios siglos de monarquía, la Revolución, el imperio y su propia época en el gran fresco de sus Memorias: escritores, Hugo, Balzac, el teatro, su aventura italiana en favor de Garibaldi, las actrices, la vida diaria en el siglo XIX.
Si Balzac comprendió durante la ejecución de su obra que estaba escribiendo La comedia humana, Dumas tomó conciencia de la ambición que significaba novelar la historia de Francia: soñó con relatar los siglos desde Capeto hasta sus días. Mago en el arte de crear personajes que conviven con personas históricas a quienes noveliza, sus criaturas ficticias tienen hoy tanta o más realidad que reyes, reinas y otros protagonistas de la historia.
En estos días de guerra encarnizada por la sucesión presidencial en Francia, lucha plena de episodios inesperados, trato de imaginar la manera como Dumas relataría los hechos y cuáles serían los personajes reales y los inventados.
En su obra resaltan los personajes femeninos, ficticios y reales. Coquetas: Enriqueta de Inglaterra, cuñada de Luis XVI. Asesinas: Milady o Margarita de Borgoña. Amorosas: Constance Bonacieux, La Vallière. Intrigantes de la corte: la duquesa de Chevereuse o Ana de Austria.
Desde hace algún tiempo, las mujeres han ido adquiriendo una importancia política cada vez más fuerte en Francia. Ya no se trata de la mujer, esposa o madre de rey, favorita o cortesana, obligada a manipulaciones e intrigas para ejercer el poder desde las bambalinas.
Danièlle Mitterrand creó la fundación France Liberté para luchar por diversas causas. Bernardette Chirac aceptó el desafío que es el voto electoral en su región. Se sabe que Cecilia Sarkozy contribuyó en gran parte a la carrera de su marido para llegar a la presidencia, pero seguía actuando por detrás, en el mejor de los casos, como marionetista. Similar parece el papel de Anne Sinclair, mujer de poder, tras Dominique Strauss-Khan (DSK), más atraído por placeres carnales.
La reciente votación para elegir el candidato de los socialistas a la presidencia puso en relieve a dos mujeres: Martine Aubry y Segolène Royal, ambas competidoras a la candidatura. Aubry, hija de Delors, quien prefirió retirarse cuando Mitterrand le ofreció en bandeja de plata su sucesión, habría abandonado el lugar a DSK sin el escándalo neoyorquino. Esto no hace olvidar su campaña en favor de una izquierda dura.
Desde luego, hay personajes para una buena novela histórica: Cecilia renuncia al poder por una pasión; Sinclair afronta los escándalos de su marido como una madre que no ve defectos en su hijo. Pero sin duda el personaje femenino que escogería Dumas como protagonista es Segolène, quien hace cinco años supo imponerse a los socialistas para enfrentar a Sarkozy. El secretario del Partido era François Hollande, obligado a inclinarse ante la candidatura de su ex compañera y madre de sus cuatro hijos. Los rumores novelescos insinuaban que Royal se presentó a la presidencia en venganza por el abandono de Hollande y para mostrarle que ella tenía millones de enamorados electores. La guerra entre la pareja no parecía cesar. Hubo frases duras de Segolène contra François. El domingo del primer turno, Royal se vio relegada a la cuarta posición, golpe duro para quien fue la candidata. Admirable su capacidad de recuperación, cuando se vieron sus ojos húmedos ante el triste resultado y unos días después se la escuchó llamar a votar por Hollande. Una decisión política, aclaró para quienes pudiesen creer en consideraciones familiares. Decisión dura que la engrandece. Se trata de tener el candidato con más posibilidades de ganar.
Dumas habría ideado una excelente novela histórica con Sarkozy, Bruni, Royal y Hollande, alrededor de los cuales girarían, convirtiéndose en el polo de atracción, mosqueteros ficticios de Internet dedicados a desfacer entuertos.