a muerte, el asesinato, de Muammar Kadafi, a manos, seguramente, de los insurgentes, su pueblo, abre, si se quiere, muchas interrogantes. Si no se desea, no abre nada. Entre abrir y no abrir queda la palabra justicia.
Justicia: palabra repetida ad nauseam, palabra desvirtuada ad nauseam. Difícil discernir, en ocasiones, entre justicia e injusticia: ¿fue justo haber asesinado al dictador libio? Aunque muerto, Kadafi es un ejemplo vivo de una forma de justicia, la del pueblo. Hay varios ejemplos de tiranos que fueron llevados al cadalso por las mismas manos que antes habían sido destrozadas por esos sátrapas convertidos en políticos. El filósofo Reyes Maté recuerda, en un artículo publicado hace cuatro días en el periódico El País, el caso del dictador italiano Benito Mussolini; tras su captura, fue ajusticiado y su cadáver expuesto en Milán. Los partisanos lo colgaron, para mayor escarnio, con la cabeza hacia abajo, como los fascistas hacían con los antifascistas. En Rumania, en 1989, con tal de apaciguar a la población, un tribunal llevó al entonces presidente Nicolae Ceausescu, junto con su esposa Elena, al patíbulo.
De acuerdo con los videos, el ex presidente de Libia, Kadafi, fue asesinado por gente de su pueblo. Tanto Kadafi como Mussolini y Ceausescu compartían el odio y el reconocimiento de sus connacionales. Los tres también fueron primero criminales y después víctimas. La injusticia conlleva injusticia, y la justicia no aplicada, o mal aplicada, deviene venganza. El camino entre ser criminal y convertirse en víctima es muy corto.
El caso Kadafi ilustra bien la imperfección de la justicia y el (los) impasse que asfixia a nuestra especie cuando se habla de justicia, virtud, además, crucial en la agenda humana. La justicia, por decir lo menos, es una de las seis características fundamentales de la ética médica y una de las cuatro virtudes cardinales, denominadas así después de Platón (las restantes son prudencia, fortaleza y moderación). Cuatro argumentos para entender (o no entender) las caras de la justicia o de la injusticia después de la era Kadafi.
Primer argumento. Palabras e imágenes. Pregunta a quien quieras. Todos queríamos que los mataran
; Prefiero que lo hayan matado. El mundo es mucho mejor sin Kadafi
; Es un criminal, y si fuera juzgado podría seguir creando problemas en Libia
. Aunadas a las palabras las fotografías, sobre todo, la de los niños, varios muy pequeños, tapados con cubrebocas para soportar el hedor y algunos, haciendo la V de la victoria, formados disciplinadamente para ver el cadáver de Kadafi en Misurata.
Segundo argumento. Palabras e imágenes. Hugo Chávez acusa a Occidente de haber matado a su aliado, a quien considera prócer de la humanidad y mártir; el presidente venezolano afirmó: el asesinato es un atropello más a la vida
; por su parte, la ONU y otras organizaciones informan que investigarán si Kadafi fue asesinado in situ o si fueron los rebeldes quienes lo mataron, lo cual equivaldría a un crimen de guerra. Aunada a las palabras la foto aérea de Sirte, ciudad donde se ocultaba el coronel libio: la devastación es brutal.
Tercer argumento. Kadafi estuvo 42 años en el poder. Se calcula que el coronel y su equipo mataron a varias decenas de miles de personas durante su mandato. En la guerra recién finalizada, el gobierno interino calcula que perecieron 30 mil personas.
Cuarto argumento. Durante su satrapía, Kadafi mantuvo vínculos estrechos, económicos, culturales y de otros tipos con varios dirigentes, dentro de los que destacan el francés Sarkozy y el italiano Berlusconi, por citar a algunos dirigentes europeos de cuya prestancia y rectitud nadie duda.
Los cuatro argumentos exponen algunos fragmentos del entramado en torno a Kadafi. Para la mayoría de los libios –eso dice la prensa–, el asesinato del dictador era necesario y justo. Para algunas organizaciones defensoras de los derechos humanos, los insurgentes no tenían derecho de aniquilar a Kadafi sin juicio previo. Quienes validaron la actitud de la OTAN confrontan un doble rasero: procuraron su muerte a pesar de haber sido sus socios y cómplices.
Justicia es una palabra enorme. Su quehacer es una virtud cardinal
, una obligación humana, fundamento de la ética médica y reflejo de la salud de las sociedades y de las naciones. Sin justicia no hay, o son cuestionables, principios como las ideas de igualdad, libertad o moral. El asesinato de Kadafi fue, para buena parte del pueblo libio, una victoria. Para otros, los valores originales de la rebelión se han manchado de inmoralidad al asesinar al ex dictador. Mussolini, Ceausescu, Luis Echeverría, Pinochet, Karadzik y Kadafi son nombres llenos de asesinatos viles, nombres de genocidas cuya historia demuestra cuán endeble y poco justa es la justicia, y cuán lábil es la condición humana cuando de aplicar justicia y enaltecer a nuestra especie se trata.