l censo de Estados Unidos ha empezado a liberar información procesada sobre los hispanos, de acuerdo con el censo de 2010, y sobre los extranjeros que provienen de América Latina y el Caribe, de acuerdo con la encuesta American Community Survey. Ambos documentos se pueden encontrar en Internet y se les identifica como briefs o resúmenes breves.
Los latinos en 2010 sumaron 50.5 millones, 15 más que en 2000. Y representan 16.3 por ciento de la población total. Pasaron de un modesto 12.5 por ciento –que apenas superaba a la minoría negra por una fracción de punto porcentual– a marcar una gran diferencia. La población negra está prácticamente estancada y la que crece es la hispano-latina, tanto por crecimiento natural como por inmigración.
Otro punto que llama la atención es que México forma parte de Centroamérica en ambos documentos. Ya han pasado 15 años del TLC y seguimos sin ser considerados como Norteamérica. En buena parte, porque de eso se trata, de un tratado comercial y nada más. No implica integración a otros niveles.
En realidad el censo estadunidense ha ido variando las categorías y definiciones desde que en 1970 decidieron manejar como categoría aparte a los hispanos-latinos-españoles. En efecto, con esas tres categorías pretenden agruparnos a todos. No obstante, persisten los problemas. Cuando se trata de mexicanos de origen, el censo distingue tres categorías: mexicanos, mexico-americanos y chicanos. Finalmente optó por olvidarse de los españoles, que son los mexicanos de Nuevo México que pregonan su herencia hispana y se autodefinen como españoles y se confunden con los peninsulares.
Las confusiones vienen de atrás y el chasco fue mayúsculo cuando en el censo de 1990 decidieron distinguir a los mexicanos de los centroamericanos. Resulta que en Kansas, según los resultados del censo, se concentraba un número inusitado de centroamericanos. Lo que resultaba sumamente extraño. Cuando fueron a verificar en campo los datos, resulta que para muchos rancheros de Kansas, ellos eran el centro
de America (de Estados Unidos), y por eso marcaron esa casilla, aunque no tuvieran nada que ver con los guatemaltecos o salvadoreños.
La simpleza de dividir a blancos y negros se complica con los hispano-latinos, que pueden ser blancos, negros, mestizos o indios, incluso asiáticos. La categoría hispano-latino no es racial, pero en la práctica opera como tal. Ya no tanto por el color de la piel, como por el origen nacional, la lengua o el ancestro.
El prurito ha llegado a tal nivel que los blancos ya no son blancos en Estados Unidos, tampoco los negros. Ahora son white non hispanic o black non hispanic. Y esa es la punta del iceberg. Todavía no han empezado a tallar con el problema de los asiáticos
que pueden ser de origen indio, chino, coreano, japonés, tailandés, laosiano, etcétera.
No todo es culpa del censo estadunidense. De hecho la confusión y los problemas de identidad son más un problema nuestro que de ellos. Pero el espíritu anglosajón, que lo quiere ordenar y clasificar todo, pretende resolver el problema. Un problema ancestral e irresoluble, porque somos al mismo tiempo latinoamericanos, hispanoamericanos e iberoamericanos. Y cada definición incluye y excluye a determinados países. Latinoamérica excluye a España e incluye a Brasil, es el espíritu latino frente a lo anglo que se acuñara en la Francia del siglo XIX. Hispanoamérica significaba dos cosas: primero la América criolla de origen español pero contestataria, luego los españoles nos vendieron el mito de la madre patria y los hijos pródigos volvieron al redil y formamos parte de Hispanoamérica, que excluye a Brasil. Por su parte, Iberoamérica incluye a Brasil y a Portugal.
No hay modo de resolver el entuerto. En buena parte, porque el gigante Brasil no se siente parte de Latinoamérica. Es más, está tratando de resolver su propio problema identitario al modo estaunidense: distinguiendo razas. Cerca de 80 por ciento de los brasileños tiene origen negroide. Pero ahora uno se puede autoidentificar como negro
y obtener ciertos beneficios de un programa de acción afirmativa
o de justicia histórica con un sector del país tradicionalmente discriminado.
Mientras que los negros cubanos o dominicanos se sienten y se identifican como hispanos o latinos, no sucede lo mismo con los migrantes brasileños. Un estudio realizado en Boston, donde se concentra gran parte de la emigración brasileña, indica que muchos de ellos prefieren identificarse, o hacerse pasar, por negros. Lo cual tiene una gran ventaja. Hoy en día el peor estigma es ser considerado como indocumentado o ilegal. Por eso prefieren pasar por negros y mimetizarse con un grupo sobre el que no cabe duda de su legalidad.
Queda todavía un asunto pendiente. Qué hacer con los españoles peninsulares, que no quieren ser considerados en Estados Unidos como hispanos o latinos. Dizque ahora son de origen europeo, aunque hace unos años decían que Europa empezaba más allá de los Pirineos.
Finalmente hay que señalar que en Estados Unidos el término hispano se utiliza mucho más que el de latino, aunque éste haya ido cobrando fuerza en los últimos años. No tiene sentido hablar de música, comida o bailes hispanos. O mejor dicho tiene totalmente otro sentido. Pero se habla de herencia hispana y no de herencia latina. De hecho hay políticas editoriales específicas. The New York Times utiliza simpre el término hispano, mientras que Los Angeles Times utiliza siempre el término latino.
Por lo pronto la confusión ya provocó que un político afirmara, ante un público hispano-latino, que se iba a poner a estudiar latín…