Zeende’cho
l viento frío anuncia el otoño; en el campo ya ha espigado el maíz. Hace apenas unas semanas que en muchas poblaciones hubo distintas ceremonias para pedir que continuaran las lluvias y no se dañara la milpa.
Así ocurrió seguramente entre los mazahuas de Francisco Serrato, cerca de Zitácuaro, Michoacán. Los mazahuas viven en algunas partes del valle de Toluca y en lugares montañosos de la colindancia de México con Querétaro y Michoacán. Una de sus principales actividades es la agricultura de temporal. En las milpas ubicadas cerca de sus hogares, cultivan maíz, frijol y otras plantas alimenticias. En las casas, la cocina es el centro de convivencia familiar.
En El sabor agrio en la cultura mazahua, libro publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura en 2000, Édgar Samuel Morales describe la ceremonia que tiene lugar ahí el 15 de julio. Ese día corresponde al de san Buenaventura, del calendario católico; el ciclo del maíz está a la mitad y ya hay cañas
tiernas y dulces que pueden comerse como golosinas. Es tiempo de incertidumbre, pues las granizadas que suelen ocurrir entre agosto y septiembre, o las heladas tempranas, podrían impedir que la cosecha se logre.
Cuando Morales estuvo presente, la ceremonia se realizó, como en otras ocasiones, en un lugar cerca de la población, donde nace un manantial y hay un frondoso árbol de tejocote. Las mujeres del pueblo lavan la ropa de los santos de la iglesia con lentitud y sumo cuidado sobre unas piedras. Los hombres acarrean hasta ahí el agua del manantial; luego ayudan a las mujeres a tender la ropa en un terreno agrícola contiguo que está en descanso.
Como parte de la ceremonia se representa la danza de Las Pastoras y la de Los Santiagueros. Varios hombres se encargan de echar cohetones, seguramente invocando a la lluvia al emular al trueno. Ese día se prepara una comida especial que consiste en tortillas hechas con masa de maíz que contienen, excepcionalmente, algo de harina de trigo. También hay frijoles de la olla y tamales, ambos ligeramente fermentados, lo que les da un sabor agrio que es muy apreciado entre los mazahuas; seguramente tiene un valor simbólico.
Beben zeende’cho, que se elabora con granos de maíz tostados y puestos en agua en cántaros de barro que se colocan dentro de unos hoyos hechos para este propósito; tiene poco contenido alcohólico. El autor nos recuerda que Claude Lévi-Strauss ha analizado el valor de lo crudo, lo cocido, lo podrido, lo fresco y otras categorías. Los mazahuas también toman una bebida agria en Semana Santa: un atole hecho de maíz azul. Habría que profundizar en esta costumbre.