El artista exhibe la pieza con la que sostiene que toda destrucción conlleva una esperanza
metáforacon la que Monroy aborda el 11-S
Es un Cristo, pero al fondo se proyecta la silueta de cualquier persona; eso es lo importante, explica el escultor
Se expone en el Museo del Arzobispado en la muestra 11-09-11
Domingo 11 de septiembre de 2011, p. 2
A 10 años del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, Gustavo Monroy exhibe por primera vez en la ciudad de México la escultura Sombra de vida, un Cristo atravesado por un avión en el pecho, mientras en al fondo se proyecta la silueta como metáfora de que toda destrucción conlleva en sí misma una nueva formación, un cambio, una esperanza
, explica en entrevista el artista.
Lo importante de la pieza es la sombra que proyecta
, dice sobre la escultura que se exhibe en el Museo del Arzobispado desde el jueves 8 de septiembre, como parte de la exposición 11-09-01, junto con fotografías de Yolanda Andrade. Es un Cristo, que implica, obviamente, un concepto religioso, pero la sombra lo despoja de ese discurso y la convierte en la sombra de cualquier persona, tú, yo o nuestro vecino.
Monroy, quien nació en la ciudad de México en 1959, retoma el ataque al World Trade Center ocurrido el 11 de septiembre de 2001 como un hecho que transformó el principio del siglo XXI y el símbolo de una década en la que el mundo cambió. Sin embargo, esa sombra, más que un recuerdo de lo trágico, es de esperanza, porque si bien el avión de American Airlines está impactando por la espalda, del pecho sale la figura de un ángel
.
El atentado a los rascacielos de la ciudad de Nueva York, en el que perdieron la vida cerca de 3 mil personas, tuvo una connotación claramente religiosa contra Oriente, en opinión del pintor. Sin embargo, en el caso de la escultura de fibra de vidrio, plástico y metal, la sombra despoja al terrorismo de cualquier concepto religioso y humaniza la obra, por una parte, el avión como metáfora de la barbarie y la agresión, pero por el frente, la esperanza en una figura alada que sale del pecho, que habla de que es posible un cambio después de la destrucción
.
El uso de imágenes religiosas en la obra de Gustavo Monroy ha sido una constante en su trabajo, en su mayoría pictórico y también de grabado en madera, lo que ha causado polémica anteriormente, como en la serie Viacrucis o Autorretratos religiosos, donde destaca el uso de elementos sacros. El artista, con formación en La Esmeralda, argumenta que este hombre semidesnudo que pende en el aire no tiene un discurso religioso, sino que es la representación de cualquier habitante del mundo.
La escultura, que mide un metro y 30 centímetros de alto, se expuso por primera vez en Monterrey, en 2008, en la galería Drexel, y ahora conforma en sí misma la exposición de Monroy en el Museo del Arzobispado (Moneda 4, Centro Histórico), la cual se compone de un solo elemento como nueva propuesta de discurso artístico, ya que, argumenta, en este momento es difícil encontrar espacios que quieran exponer 40 o 50 cuadros
, como ha hecho recientemente con el tema de la violencia, con coloridas imágenes de decapitados o autorretratos con un revolver en la sien, mientras porta una máscara de Carlos Salinas.
A pesar del hincapié en un mensaje de esperanza y reconstrucción, la proyección sobre el muro también es una metáfora de la sombra que se cierne sobre México, de la violencia y la realidad tan brutal, la barbarie tan palpable que vivimos
, temática constante que ha caracterizado su obra pictórica y que se ha exhibido durante el reciente año en el Museo de Arte Moderno y en el de El Chopo como parte de la muestra Akaso.