Martes 16 de agosto de 2011, p. 3
Cárdenas, Tab. En dos décadas, México pasó del noveno sitio al 14 en la producción cacaotera mundial, por la pérdida de 51 mil hectáreas del cultivo.
La baja de los precios internacionales en ese lapso llevó a la quiebra a cientos de campesinos. Sin solvencia económica para renovar sus plantaciones y con superficies que pasaron de 15 hectáreas a hectárea y media al ser distribuidas de padres a hijos, el cultivo milenario apenas sobrevive.
De 91 mil hectáreas registradas en la última década del siglo pasado, sólo quedan 40 mil, y la producción cayó poco más de la mitad, al quedar en 20 mil toneladas.
José Life Pons Yáñez, presidente de la Unión Nacional de Productores de Cacao (UNPC), refiere que los programas federales no han sido exitosos porque los recursos son destinados a machetes, palas, bombas y carretillas.
Los productores requerimos de otro tipo de herramientas y ayuda para combatir las enfermedades del cultivo, sobre todo para luchar contra la monilia, que en siete años ha devastado los plantíos. Cada hectárea requiere de 60 jornales para conservarla en buenas condiciones, y eso implica invertir más de 10 mil pesos, más los fertilizantes. A nosotros nos dan plantas, y a los industriales, los recursos financieros y respaldos comerciales.
Por la merma de sus ingresos y falta de incentivos, los cacaoteros dejaron de realizar todas las labores que exige este delicado cultivo. El trabajo manual no puede ser sustituido, pues las vainas ovoides que, como un cofre, encierran las semillas deben ser cortadas una por una y extraídas cuidadosamente con el fin de que fermenten y sequen durante siete días para que se obtenga el aroma y sabor aceptados por el mercado internacional.
Reducir el proceso a tres días o lavar el grano para retirar el mucílago –baba blanquecina que envuelve las semillas– impiden que se desarrollen las características de un chocolate de calidad.
Desde 2005, con el arribo de la monilia, los campesinos no han dejado de derribar sus cacaotales, ya que la enfermedad agudizó las pérdidas. En parcelas donde había árboles de cacao forastero, calabacillo o ceylán, ahora hay ganado, caña de azúcar o maíz.
Los esfuerzos y luchas que desde 1961 dieron los productores con la constitución de la UNPC también se desvanecen.
En Huimanguillo, los campesinos de la asociación agrícola local –quienes acordaron dejar de pertenecer a la UNPC– durante tres años invirtieron en la construcción de una planta beneficiadora ubicada en la ranchería Villa Flores. En 2008 la terminaron, pero es inoperante por la falta de cacao en la región.
Allí los productores han derribado más de 5 mil hectáreas de cacaotales para dar paso a la ganadería. El fenómeno continúa.
El año pasado, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación renovó el programa trópico húmedo (PTH) en su vertiente para el cacao, pero los campesinos lo reprueban.
La inversión es muy grande y demanda trabajo en equipo, porque las herramientas que dan son para usarlas entre tres o cuatro personas, y nadie lo acepta
, aseveran.
El programa está estancado. Los despachos creados y reconocidos por la autoridad para gestionar recursos para los campesinos no trabajan de buena fe, sólo quieren ganar dinero. A manera de ejemplo, mencionan que duplican el valor de una bomba para fumigar, cuyo precio es de 7 mil pesos.
Pedro Ernesto del Castillo, coordinador general del PTH, asegura que el campesino que inicie el cultivo tendrá un apoyo de 10 mil 893 pesos de los 54 mil 467 en los que se estima el costo por hectárea, más 61 mil 124 como respaldo financiero durante 10 años y para cubrir los jornales requeridos en la etapa preproductiva.
Estima que con esos estímulos gubernamentales el rendimiento lleguará a una tonelada por hectárea y los ingresos del productor sean de 293 mil 333 pesos, considerando el precio actual en el mercado nacional de 40 pesos por kilo.
Con un presupuesto de 50 millones de pesos para este año, la meta es introducir al cultivo 5.4 millones de hectáreas localizadas en San Luis Potosí, Puebla, Veracruz, Campeche, Guerrero, Yucatán, Quintana Roo, Nayarit, Jalisco y Tabasco. El proyecto incluye producción de planta certificada, refuerzo de la asistencia técnica especializada, rescate de material genético originario, introducción y reproducción de material de alto rendimiento y desarrollo de un esquema de proveedores.
Con una década de estar al frente de la organización, integrada por 26 asociaciones agrícolas locales y 30 mil productores, José Life Pons insiste en que los cacaoteros necesitan mejores apoyos para que sigan apegados al cacao, tradición y un orgullo para el país
.
Evita hablar de la planta beneficiadora de la organización y de las pérdidas que dejó a los campesinos por estar inactiva durante una década.
La poca producción que sigue manejando la UNPC se vende a Nestlé, Bimbo y a diversas empresas fabricantes de chocolate de Jalisco, Michoacán y ciudad de México, en 40 mil pesos la tonelada. Esos recursos son repartidos entre los cacaoteros, afirma el dirigente.
En el país existen cerca de 200 empresas, pero ocho dominan el mercado de volumen, entre ellas Nestlé, Pepsico, Ricolino y La Corona, las cuales manejan 60 por ciento del cacao nacional, según datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera.
Los campesinos saben que si no modernizan su industria para dar mayor valor agregado a su cacao y atienden sus plantaciones como lo hicieron sus padres y abuelos, perderán la carrera para evitar que desaparezca el cultivo, y el regalo de los dioses a los mayas –como refiere la leyenda– se habrá perdido en su lugar de origen.