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A la Mitad del Foro

Por un puesto, se atraen los opuestos

V

en la tempestad y no se hincan. Con el agua al cuello, Felipe Calderón y los cortesanos que manipulan las cifras hablan de logros portentosos, niveles de empleo nunca vistos, de los pobres que reciben caridad y alcanzan el edén primermundista que les ofrecieron los que empezaron a condenar a los nostálgicos del pasado en los 80, en pleno priato tardío. Y la terca realidad se atraviesa al publicar el Inegi la nueva Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2010.

Más pobres, más pobreza y donde la ilusión palaciega ve crecimiento y empleo hay bajos salarios y, para los de la pobreza de veras, ingresos que no provienen de remuneraciones por su trabajo, sino de subsidios y lo que otros les transfieren, por caridad o en remesas de dólares de la emigración que, según sabios del norte, empieza a reducirse. Antes de la crisis, la del catarrito, la que vino de fuera, 23 millones de mexicanos no tenían la capacidad de alimentarse adecuadamente. Hoy son más. Reflejo de la inequidad brutal, compañera de la impunidad que corroe y corrompe. Según el recuento del Inegi, el gasto promedio mensual en alimentos es de 2 mil 627 pesos; los de los deciles más bajos, los más pobres, gastan 477 pesos mensuales, menos de 16 pesos diarios para la familia promedio de cuatro mexicanos.

En el mundo de la comunicación instantánea vemos los rostros desesperanzados de 2 millones y medio de seres humanos que abandonan Somalia, el caos anarquizante, la ausencia de Estado y de gobierno, la guerra interminable y el imperio de la piratería en el tercer milenio. Huyen de la sequía y del hambre; padecen la hambruna, más inconcebible, más inaceptable que la piratería en nuestro tiempo. El mundo produce alimentos y ofrece ayuda que llega y no se distribuye. ¿Azotará la hambruna a México, como uno de los cinco caballos del Apocalipsis del discurso de Felipe Calderón? El hambre ya está aquí, ya la padecen entre 20 y 30 millones de mexicanos pobres, cuyo número baja en los recuentos del gabinete y aumenta en la dura realidad. Ante el festín de los ricos y la clerigalla, que predican caridad, se alza la amarga rima: Pobre del pobre que al cielo no va/ lo chingan aquí y lo chingan allá.

Aunque los ricos también lloren cuando estallan las miserias morales de los plutócratas dueños de los medios de comunicación, del ágora electrónica, de la prensa amarillista y de la que gozara prestigio bien ganado y pagara la cuenta del vuelco tecnológico en la siempre renovada era de canallas. El imperio de Rupert Murdoch se mostró desnudo, violador impenitente de la ley y de los derechos individuales; llevado a juicio en Gran Bretaña, el australiano que se hizo ciudadano de Estados Unidos, declaró que ese era el día más humilde de su vida; no dijo humillante, no aceptó responsabilidad alguna, la transfirió a quien él designó y a sucesivos empleados. Dueño de Dow Jones, publicó en The Wall Street Journal un soterrado ataque al New York Times y a The Guardian: “Lo que resulta particularmente infecto son las lecciones de deontología periodística brindadas por publicaciones que dan a Julian Assange y Wikileaks su derecho moral a imprimir”.

Los políticos mexicanos, de hinojos frente a las cámaras de la televisión, tendrían que ver a las multitudes que piden la renuncia del primer ministro David Cameron a las puertas del número 10 de Downing Street; y todos tendríamos que volver a ver El ciudadano Kane, de Orson Welles, obra maestra que recrea la vida de William Randolph Hearst, zar de la prensa, del amarillismo y del dominio de los actores de la politiquería; latifundista en Chihuahua que importó a California, piedra por piedra, un castillo europeo; impulsor de la guerra contra España envió afamado fotógrafo para ilustrar los combates en Cuba; respondió al cable de su enviado que le informaba de la tranquilidad imperante: Usted reproduzca las imágenes, yo proporcionaré la guerra. Y hundieron el Maine.

En el pasado cuyo imposible retorno obsesiona al presidente Calderón, hubo apenas un coronel que sí tuvo quien le escribiera: el coronel García Valseca. Lo de hoy está a la altura de la época del espectáculo y de la ambición alentada por la debilidad anímica, la ausencia de voluntad política de adoradores del mercado dedicados a servir a los dueños del dinero. Los de la pluralidad de partidos, los de las coaliciones sin condiciones, sufrieron un rapto de dignidad y reformaron la legislación electoral para que esos dueños del dinero no pudieran comprar espacio y tiempo de los bienes públicos concesionados y adueñarse del destino de los contendientes en los procesos electorales. Se les pasó la mano, dicen los intelectuales orgánicos del poder mediático. Puede ser que en lo procesal, o por no haber tomado en cuenta la tentación de legislar, creerse árbitros, jugadores, y autoridad sucedánea del tribunal electoral.

Ausencia de voluntad política frente al imponente poder mediático. Poder de facto, cierto, pero con una fuerza multiplicada geométricamente por la docilidad de la clase política y la facilidad para manipular la opinión pública. Esa que los políticos de nuestra transición en presente continuo se empeñaron en denigrar, en devaluar, al exponer con insolente ignorancia el retruécano sobre la diferencia entre opinión pública y opinión publicada. Hasta la coyunda lamen.

La Jornada es el primer medio latinoamericano que publicó y publica los papeles de Wikileaks, que le dio a Julian Assange, diría la prepotencia de Murdoch, su derecho moral a imprimir. El viernes pasado publicó información sobre la solicitud del cardenal Juan Sandoval Íñiguez al embajador de Estados Unidos ante el Vaticano: que interviniera su gobierno para frenar la campaña de López Obrador, porque era un peligro, parte de la ola de políticos de izquierda que se imponía en América Latina.

Los voceros de la jerarquía católica negaron veracidad a lo dicho en el cable hecho público por Wikileaks; los obispos colegiados lo negaron; hubo quienes dijeron que el cardenal Sandoval no intervenía en política, en un medio envenenado por algunos masones, laicos y jacobinos trasnochados. In vino veritas, dirían quienes oyeron los gritos jubilosos y etílicos del gobernador Emilio González Márquez al presumir de la inversión pública destinada al templo en honor de los mártires de la Cristiada. Y el hoy aspirante a candidato del PAN a la Presidencia es, según la voz pública y no diré que la voz de Dios, el segundo gobernador de Jalisco consagrado por voluntad expresa del cardenal Sandoval. El que no se mete en política ni ataca a López Obrador, con quien se ha reunido muchas veces, dicen sus voceros. Se habrán reunido para discutir la importancia del amor en la vida pública.

Por lo pronto, en Jiutepec, Morelos, López Obrador aseguró que no le consta que Sandoval haya pedido a EU que frenaran su campaña. Si uno no quiere, dos no riñen. La pluralidad mercantil predecía una santa alianza PAN-PRD, con Marcelo Ebrard como candidato, para impedir el satánico triunfo del PRI en las elecciones de 2012. Imposible postular a un militante activo de otro partido, dijo Felipe Calderón. Ebrard calla.

Y después de que Elba Esther Gordillo declaró que sí le pidió los millones del Issste a Miguel Ángel Yunes, pero si éste no se los dio no hay delito. En el PAN y el PRD hablan de aliarse con el Panal en Michoacán. La moral es un árbol que da moras o sirve para una tiznada, diría el cacique huasteco Gonzalo N. Santos.