Opinión
Ver día anteriorSábado 16 de julio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Terrorismo planetario
E

n momentos cruciales, cuando una crisis financiera orilla a la quiebra a varios países de Europa, cuando las naciones del mal denominado Tercer Mundo se abisman en el remolino de la deuda, es esclarecedor un breve libro de inminente aparición en Francia: Un terrorisme planétaire le capitalisme financier. Un libro que, sin duda, será traducido a causa del análisis de la situación geopolítica de Francia y, a partir de la cual, emprende la búsqueda de posibles soluciones. Sobre todo, el autor conoce el valor del dinero: no en vano fue el patrón de las importantes empresas que fundó.

Su autor, Claude Mineraud, no es, desde luego, un personaje tan conocido cual una estrella de cine como Alain Delon. Sin embargo, en algunos de los altos círculos de las finanzas goza de una reputación digna del diablo, o del buen Dios. ¿Por qué? Porque fue un empresario audaz, creador de empleo que probó su eficacia en el ejercicio, denigrado sin comprender, de arriesgarse a perder o ganar dinero. No obstante, nada ocupa las mentes tanto como este fenómeno: ganar dinero.

Claude Mineraud, a sus 80 años de edad, es capaz de una honda reflexión, de un pensamiento, sobre su vida, sobre él mismo, sus experiencias, el mundo actual, los caminos recorridos, el camino presente y el futuro, a los cuales observa con la mirada de un hombre que ya vivió su vida y no por ello ha cesado de vivir. Mineraud señala la permanencia de conflictos, la naturaleza e intensidad de dos guerras mundiales, sucesos que conducen en forma irreversible a una incultura que abandona al hombre al ruido y la furia, limita su visión al frenesí del acontecimiento, su percepción a la turbulencia de lo aparente, barriendo la claridad y la diferenciación que, durante el siglo de las luces, fecundaron el pensamiento europeo. Tecnoestructura sin perspectiva, sin otra finalidad que su propio e irrisorio poder, incapaz de percibir el desuso y la fosilización de la ideología a la cual sirve de vehículo. Violencia y angustia son analizadas con minucia, pero siempre desde un punto de vista tan sólido como elevado: la decadencia de Francia, una nave ebria abandonada las pulsiones de una maquinaria descompuesta cuyo engranaje puede explotar, es utilizada por Mineraud para observar con un telescopio la del continente europeo, y el estrangulamiento de los otros.

Esta situación, terror de vivir que se reúne al terror de matar es la pulsión de muerte intrínseca al capitalismo financiero. Mineraud no ve una sola salida de este túnel: la multiplicidad de soluciones deben obedecer al espíritu de cada pueblo. Por ello, recurre a Claude Lévi-Strauss, quien estigmatiza la osificación a la cual conducen las múltiples fracturas de la sociedad cuando escribe: nunca olvidar que ninguna fracción de la humanidad dispone de fórmulas aplicables al conjunto, y que una humanidad confundida en un género de vida única es inconcebible porque sería una humanidad osificada.

Después de disecar la cadena de la desesperanza, el autor encuentra en la llama que son hombres y mujeres unidos por un pensamiento, capaces de compartir sus convicciones sin nunca encerrarse en la más pequeña secta. Mineraud coincide aquí con las tesis del historiador Toynbee cuando habla de las asociaciones futuras de hombres con afinidades de pensamiento o de acción. Sociedades respetuosas que se formarían de un continente al otro sin prejuicios de ningún tipo.

Mutación social ya comenzada, según Mineraud, en las profundidades de las fuentes donde la vida se abreva y extrae su porvenir. Sin duda, nos dice, tal mutación será lenta, décadas, tal vez siglos, pero ¿qué representan, de hecho, dos mil años en relación con la larga marcha de la humanidad, si no menos 0.001 por ciento?

Mineraud denuncia, así, el capitalismo financiero como un terrorismo planetario, sistema que engendra el terror político, según la definición del terrorismo suscrita en el diccionario francés Robert en 1794.