Sábado 25 de junio de 2011, p. 3
Crucé a diario el río Aqueronte
            
            llevando pasajeros seguros a su orilla
            
            Eran las aguas de bruma y hielo negro
            
            y siendo yo el mayor peligro nadie fue vejado ni
            
            /dicha su desgracia o su maldición
            
            Yo hice mi trabajo fielmente y sin queja
            
            Recibir un óbolo miserable y en silencio cumplir mi jornada
            
            Cuando me despidieron
            
            siquiera el susurro de voces quemadas me lo
            
            /hizo saber
            
            Crucé entonces desiertos y tundras
            
            Andrajoso y solo me lamenté y ahora soy este
            
            /enloquecido
            
            a quien nadie conoce y a quien nadie teme
            
            Me alimento de moscas y de rocas
            
            esquivo las ciudades y apenas puedo maldecirlas
            
            Pero eso me basta
            
            Sus calles se queman
            
            las cabezas ruedan girando ante mis ojos
            
            Y aunque nada queda de mi orgulloso trabajo
            
            /de antaño
            
            disfruto ser una sombra aviesa
            
            Engatuso almas más pobres y mezquinas que yo
            
            Veo cómo caen crédulos ante mi palabra
            
            menesterosos de espíritu curas baratos políticos imbéciles
            
            Ellos no lo saben
            
            pero ya cruzan conmigo el río de los
            
            /muertos.
Poema incluido en el libro Bala por mí, el cordero que me olvida
 
       
	
       
 
     










 
      
	          
	       