Opinión
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Ruta Sonora

PJ Harvey

Abel Membrillo

Son para milo

C

onmovida por lo que las guerras generan en los seres humanos, no tanto por lo que dictan a nivel político, la gran cantautora inglesa Polly Jean Harvey emite Let England shake (2011), disco ambicioso, lleno de vida e historia, que homenajea a su país, no en tono celebratorio ni patriótico, sino crítico alrededor del sentido de la guerra, y a la vez empático con los compatriotas caídos. Batallas de inicios del siglo XX (la invasión británica a Gallipoli y la lucha contra las fuerzas francesas en 1915), el desconsuelo y los recuerdos que todo ello evoca, son los pretextos que la llevaron a crear, al lado de sus coautores de cabecera, el guitarrista John Parish, el bajista Mick Harvey (músico de Nick Cave) y el productor Flood, una aventura épica, no por ello densa, sino ligera, cálida y hermosa.

Su vehículo emocional es el encontronazo amor-odio entre ella e Inglaterra, sentimiento que ocupa casi todas las historias personales que han marcado su carrera desde inicios de los años 90. Mas no es la primera vez que un entorno le inspira: ahí está el magnífico Stories from the city, stories from the sea (2000), dedicado a Nueva York.

Gustosa de producir álbumes-concepto, siempre cambiante y exploradora, Harvey no crea fórmulas para repetirlas, sino que se reinventa para ofrecer un trabajo cada vez más depurado, con mayor claridad y fuerza. Además, intercala sus personajes: pasa de la desafiante hechicera urbana y la vampiresa montada sobre un blues distorsionado, a ser un alma desnuda, vulnerable, volátil, envuelta en perfumados y frágiles temas.

Y ahora tocó turno a su faceta vaporosa, romántica, aquí matizada por la potencia de sus composiciones: guitarras domadas, percusiones tribales, órganos, xilófonos, metales y mucho autoharp, instrumento folk parecido al salterio, cuyo sonido da gran personalidad al disco, entre cantos de registros altos y ocasionales sampleos, ya sea del canto de Said el Kurdy (en grabación árabe de los años 20) o del jamaicano Niney the Observer, los cuales entran y salen de pronto, fantasmales. Es un trabajo resueltamente melódico, con la fuerza del To bring you my love (1995), la melancolía del Uh uh her (2004) y la espiritualidad del White Chalk (2007), pero sin el tono personal de aquellos; con la asertividad del extraordinario A woman a man walked by (2009), pero sin su locura y distorsión. Es un álbum fastuoso, en el que PJ reúne sus mejores cualidades, para ofrendar una pieza de sonido único, gozoso, de gran personalidad, proveniente de un alma expansiva que no parece vaya a agotarse en mucho tiempo. Un disco universal que no exige conozcas la historia de Inglaterra para te agite y estremezca.

Con un pedazo de alma

Abel Membrillo, quien poseía una voz peculiar y un estilo único para decir las cosas, así como una creatividad destornillada, falleció el miércoles primero de junio a los 39 años, tras una intensa vida dedicada a la radio, la música, la televisión y el doblaje. Víctima de un mal congénito de índole cardíaca (tuvo una operación delicada en 1998 y portaba una válvula interna), era un chico dulce, siempre de buen humor, quizá sabedor de que sus latidos estaban contados. Cuenta su amiga la actriz Laura de Ita, que a inicios de 2011, tras una recaída, dijo: “este año cantaré como Lucerito: ‘sobreviviré, ¡claro que sí!”

Comenzó muy joven en Rock 101, a inicios de los años 90, con William Yarmes, uno de los programas más creativos, surreales y divertidos que haya generado la radio en México: La Puertita, Antiradio. Desde entonces su carrera incluyó Azteca 7, W Radio, el programa Otro rollo y Televisa Deportes. Sin embargo, de lo que sí era apasionado de verdad, era de la música, y su tremendo histrionismo al frente de las bandas Comando Groovy y Los Nena, con letras desquiciadas, era uno de sus talentos más escondidos. Chiva de corazón y amante de Tom Waits y los Beatles, Abel deja un hueco de originalidad en un mundo de refritos, y a muchos nos deja preguntándonos, como dice su canción Segundo misterio: “¡¿cómo seguir viviendo con un pedazo de alma… nada más?!” http://bit.ly/lrcJpU. Descanse en paz.

Sones y más sones

Hoy y mañana: el Encuentro de Música Tradicional Son para Milo cumple 10 años de ser el más importante en su género en el Distrito Federal, con afluencia de decenas de miles, al promover de modo autogestivo la música mexicana, sin verla como folclor, sino como tradición integradora, cultural. Grupos en vivo (son jarocho, son huasteco, son abajeño, mariachi tradicional, etcétera), gastronomía, libros, discos. Escuela Nacional de Maestros (México-Tacuba 75), 10 a 23 horas, entrada libre. Más conciertos en patipenaloza.blogspot.com