A la entrada de El Hoyo, como se le conoce en Iztapalapa, recuerdan a sus jóvenes muertos
Hay un señor que dice que México ya no es pobre; ¡está loco!
, afirman vecinos
Sábado 4 de junio de 2011, p. 31
La imagen del Señor de Chalma sobresale en el único punto que existe para entrar o salir de la colonia La Joya, en Iztapalapa. Arriba de esa figura religiosa, en el muro frontal del altar que se le erigió, una docena de rostros jóvenes pintados a mano conservan la memoria de El Trompas, El Tripa, La Burra, El Zombie, El Perico o El Chupas, nacidos en este barrio bravo y muertos en pleitos callejeros o riñas suscitadas en alguno de los reclusorios donde pasaron sus últimos años de vida.
Es ahí, en el cruce de las calles de Congreso de Apatzingán y Brigada Álvarez, desde donde es posible acceder a esa zona de extrema pobreza –que mucha gente identifica como El Hoyo– y confirmar que el desmedido crecimiento urbano ha llevado a la gente a construir sus paupérrimas viviendas en puntos cada vez más altos del cerro del Peñón del Marquez, a grado tal que las grandes rocas que no han sido destruidas con marro y cincel para poder extender sus espacios, la gente las han hecho parte de sus estrechas moradas, ya sea como muros, mesas o repisas para colocar a sus santos patronos.
Cerca de 500 casas forman La Joya. Están distribuidas a lo largo de intrincadas calles que forman un semicírculo en la parte baja y en las laderas del cerro del Peñón. Las primeras están construidas de tabique, y conforme se va ascendiendo en la zona imperan las viviendas en obra negra o pequeños cuartos construidos de lamina de cartón y madera.
Durante un recorrido efectuado por esa colonia se pudo constatar que la pobreza prácticamente no ha cambiado en los 40 años que tiene de existencia, y sus habitantes no sólo han tenido que luchar contra esa situación, sino contra la fama de que es refugio de delincuentes, versión que rechaza tajante un grupo de mujeres que trabajan y sostienen su casa con un salario mínimo.
Esos que critican mejor que vengan y vean cómo vivimos y en qué nos pueden ayudar
, alega la señora Micaela, quien sobrevive con 50 pesos diarios, y quien de paso reclama que haya un señor que anda diciendo que México ya no es pobre. Está loco
, dice en alusión al secretario de Hacienda, Ernesto Cordero.
Vista desde arriba, la colonia La Joya asemeja un enorme cuenco, quizá de ahí surgió el nombre de El Hoyo. En esa extensión –asegura Mercedes Cancino, coordinadora del comité ciudadano– nunca ha habido una sola escuela, clínica, deportivo o lechería. Todo está lejos de aquí. Y para colmo, el único centro comunitario que se tiene en la zona, donde daban cursos de manualidades y clases para los niños, está en disputa vecinal y, por ende, no funciona.
A pesar de toda esa pobreza, María Trinidad Hernández, con 35 años de vivir en ese lugar, argumenta que el esfuerzo de la comunidad y el apoyo que les ha brindado la hoy diputada local del PRD Karen Quiroga les ha permitido ir enfrentando su situación diaria, pero exige a las autoridades: por favor, volteen su mirada para acá
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