Con una muestra de sus esculturas, recibirá un homenaje en el Palacio de Bellas Artes
Impugnó el autoritarismo patriarcal mediante la libertad y la imaginación
El quehacer de la feminista precoz abarca pintura, escultura, grabado, literatura, dramaturgia y escenografía
Viernes 27 de mayo de 2011, p. 6
Rebelde y feminista precoz, la pintora, escultora, grabadora, escritora, dramaturga y escenógrafa surrealista Leonora Carrington falleció a los 94 años, el miércoles a las 22:37 horas, a consecuencia de una neumonía por la que fue hospitalizada hace una semana.
Inglesa de nacimiento, pero exiliada en México desde 1942, donde se naturalizó mexicana, doña Leonora fue velada ayer en una funeraria del sur de la ciudad y luego sepultada en el Panteón Británico. En 2005 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el área de Bellas Artes, por lo que tenía derecho a que su féretro se llevase al Palacio de Bellas Artes.
Sin embargo, no fue su deseo recibir un homenaje de cuerpo presente allí, manifestó Martha Patricia Weisz, esposa de Gabriel Weisz, hijo de la artista.
De todos modos, mañana a las 13 horas se rendirá tributo a Carrington con una exhibición de sus esculturas en el máximo recinto cultural del país.
Carrington nació el 6 de abril de 1917 en Clayton Green, Lancashire, Inglaterra, hija de una ama de casa irlandesa y un industrial inglés, ambos profundamente católicos.
En 1920 la familia se trasladó a Crookhey Hall, mansión victoriana cercana a Lancaster, cuya influencia es apreciable en toda la producción artística de Carrington.
Desde pequeña enfrentó la existencia de dos mundos contrastantes y contradictorios. Por un lado, la disciplina autoritaria de una sociedad patriarcal y cruel, llena de reglas y convenciones absurdas y, por el otro, un mundo de libertad e imaginación nutrida por sus propias lecturas y por los cuentos celtas y las historias que contaban su madre, su abuela y su nana también irlandesa.
Buena parte de su obra proviene de esa rebeldía, en ocasiones subversiva, contra la autoridad patriarcal, así como de la fascinación por los parajes míticos y paradisiacos de su infancia, poblados por dioses, hadas, monstruos híbridos y bestias fabulosas.
De niña-musa a mujer-hechicera
Con una vida escolar inestable debido a su naturaleza rebelde e introspectiva, desde muy pequeña dibujaba escenas relacionadas con las historias que inventaba. A los 15 años fue enviada al internado de Miss Penrose en Florencia, Italia, estancia que resultó determinante para su carrera, pues allí entró en contacto por primera vez con artistas que llegarían a tener gran impacto en su pintura.
Tras reafirmar su vocación en el arte, ingresó como alumna en la academia del pintor purista Amédée Ozenfant en 1936, ubicada en Londres. Habría que destacar la impresión que por entonces hizo en Carrington el conocimiento químico
que Ozenfant exigía como requisito de la producción artística, y que fue justamente en aquella época cuando la joven comenzó a adquirir libros de alquimia en las librerías de viejo de la capital británica.
En aquel entonces también su madre le regaló El surrealismo, de Herbert Read, libro que contenía intermitentes alusiones a las alquimia en relación con la producción artística en general y específicamente con la de los surrealistas. El libro produjo un fuerte impacto en la joven, ya que en él descubrió sobre todo la obra de Max Ernst, al que pronto conocería y de quien se enamoró. Huyó a París para reunirse con él, pero también para avanzar en el quehacer artístico. En la ciudad luz se convirtió en miembro activo del círculo surrealista de André Breton. Sin embargo, su identificación con los animales alejó a Carrington del reino de la niña-musa
y reveló sus poderes de mujer-hechicera, desafiando el papel tradicional de musa prescrito por los surrealistas.
Socia artística de Remedios Varo
La Segunda Guerra Mundial resultó desastrosa para la pareja Carrington-Ernst, pues él fue arrestado en varias ocasiones y la artista acabó en un hospital siquiátrico. En 1941 logró salir de Europa gracias a la ayuda de Renato Leduc, entonces embajador de México en Portugal, con quien se casó para aprovechar su inmunidad diplomática. Primero vivieron en Nueva York y luego en la ciudad de México, donde su matrimonio por conveniencia tocó a su fin y se divorciaron.
Por medio de Benjamín Péret y Remedios Varo conoció al fotógrafo húngaro refugiado Emérico Chiki Weisz, con quien se casó en 1946 y procreó dos hijos: Gabriel (1946) y Pablo (1948). Entre sus amistades europeas en México, una fue fundamental para Carrington: la de la pintora surrealista es-pañola Remedios Varo, su socia artística.
De acuerdo con Susan L. Aberth, autora del libro Leonora Carrington: surrealismo, alquimia y arte, su pintura no comenzó a atraer la atención hasta después de su traslado a México. En enero de 1947 Víctor Serge escribió para el diario londinense Horizon: Su obra presente, que revela claramente la influencia de los primitivos, es, en mi opinión, un ejemplo sorprendente de proyección directa sobre el lienzo de una vida interior intensa, angustiada, y sin embargo, luminosamente adolescente.
Esteban Francés, primer esposo de Remedios Varo, presentó a Carrington coleccionista inglés Edward James, quien a su vez le organizó una exposición individual de 28 obras en la galería Pierre Matisse de Nueva York en 1948. Convertido en uno de los principales patrocinadores y promotores de Carrington, James escribió un ensayo de ocho páginas sobre la artista, y la exposición fue comentada brevemente en Time y Art News. Gracias a la prensa en febrero de 1950 tuvo su primera muestra individual en México, en Clardecor, un salón de exposiciones de diseño de interiores. Enseguida, se interesó en ella Inés Amor, directora de la Galería de Arte Mexicano, donde por muchas décadas proporcionó a la artista exposiciones, patrocinadores y cierto grado de seguridad económica
, escribe Aberth. Marcel Jean la incluyó con detenimiento en su Historia de la pintura surrealista (Grove Press, Nueva York, 1959).
El mundo de los mayas
Como muchos artistas mexicanos en los años 50 del siglo pasado, Carrington quiso explorar el diseño escenográfico, por lo que creó los decorados y el vestuario de su obra teatral, Penélope, en 1957. En esa misma época su pintura adquirió una atmósfera teatral.
A principios de los años 60 le fue encargado su primer mural para la sección dedicada a Chiapas del naciente Museo Nacional de Antropología, inaugurado en 1964. Para pintar El mundo mágico de los mayas, un año antes Carrington viajó a Chiapas para estudiar la región y sus pueblos; también estudió el Popol Vuh, el libro sagrado de los antiguos mayas quichés.
Desde 1968 y durante los años 70 de esa centuria, Leonora Carrington pasó bastante tiempo en Estados Unidos, sobre todo en Nueva York y en los suburbios de Chicago. En esos años entró en contacto con el movimiento feminista y en 1972 diseñó un cartel dedicado a la liberación de las mujeres mexicanas, titulado Mujeres conciencia. Ahora existía una activa voz política –siempre evitó el compromiso político directo– para todo aquello que Carrington había expresado filosófica y visualmente. Así pues, su obra atrajo la atención de las feministas, quienes revaluaron su lugar en la historia del arte.
En la década de los 80 sus cuadros adoptaron un tono más brillante, quizá porque comenzó a utilizar acrílicos. También en esos años Carrington empezó a fundir esculturas en bronce. Había experimentado anteriormente con la plata fundida, produciendo la marioneta titulada La vaca, cuyo pecho tiene puertas con bisagras que se abren dejando ver un rostro en lugar del corazón. Sus piezas en bronce empezaron a crecer y la obra Cómo hace el pequeño cocodrilo (1998), que toma su título de un poema de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, fue agrandada, colocada en la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec y finalmente sobre Paseo de la Reforma.