ocas veces había estado la poesía tan cerca de la política. Pero no de la política ruin y nefasta, a la que nos han acostumbrado los políticos de México y del mundo, sino de la política que brota del manantial de la vida, y que es siempre una mezcla de dignidad y decoro porque no teme a, sino que busca la verdad. Y ahí está ya la verdad expresándose en la fuerza de los hechos. Los hechos que caen como pesadas baldosas, como lúcidos espejos, sobre la vida de la nación. Los hechos que aclaran el panorama y por lo mismo dibujan, muestran la luz, en esta noche que parece eterna. También suma voluntades y traza el camino hacia la paz. Frente al contubernio y la complicidad de buena parte de la clase política y de las poderosas elites económicas, los mismos que simulan atender la inseguridad mientras la patria se desgarra y su juventud pone a las víctimas y sus clases populares a los mártires, el único camino es lo que el poeta Sicilia ha llamado la regeneración del tejido social y comunitario
. Se trata por supuesto del poder social. Pero ya no solamente del poder ciudadano reaccionando, en resistencia y en protesta, sino pasando a la ofensiva, organizándose, construyendo nuevas formas de vida y defensa, novedosas maneras de producir, circular, consumir, de concebir lo cotidiano, y de mirar al mundo, desde el hogar, los barrios y las comunidades hasta la nación y el planeta.
Pienso que ésta es la principal enseñanza generada por la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad. Una enseñanza que despliega una y mil consecuencias. La que más llama mi atención: nunca ha quedado más clara una verdad imbatible: un partido político que se plantea solamente tomar (y después disponer tramposamente del) poder político no es un partido de izquierda. Sólo aquellas agrupaciones políticas que tienen como meta el empoderamiento social se pueden llamar de izquierda. Sólo hoy podemos confiar en aquellos partidos que buscan el poder político para irlo trasladando, súbita o paulatinamente, a la sociedad civil. Hoy, frente a la inseguridad, la única salida es la autodefensa, que no es sino una de las varias manifestaciones del poder social. Y la autodefensa no solamente frente a la inseguridad y los criminales organizados, sino ante la rapacidad de las corporaciones, el abuso de las autoridades de todo color o escala, y la tremenda injusticia social que se acrecienta en vez de disminuir.
Y si alguien todavía duda de que no hay otra salida, ahí están como testimonios vivos los ejemplos del país: Tepoztlán, San Salvador Atenco, Calpulálpam, San José del Progreso, Virikuta, Chicomuselo, Cherán, Cuetzalan, los caracoles zapatistas, las 60 comunidades de la montaña de Guerrero que fueron capaces de construir sus propias policías comunitarias. Y en el mundo: los pueblos andinos, las ciudadanías árabes encabezadas por sus jóvenes en Egipto, Túnez, Libia, Yemen, Siria y los que seguirán, los movimientos sociales de India. Hoy urge que en el país surja un gran frente ciudadano, capaz de imponerle al poder político y al poder económico demandas muy concretas en torno a la democracia, la justicia, la equidad social, la defensa del ambiente y de los recursos naturales de la nación, tal y como lo ha señalado en su alocución el poeta Javier Sicilia. La poesía es una política por y para la vida, una defensa permanente de nuestro derecho a existir con dignidad, un testimonio de lo más profundo del ser humano. Hagamos del país y del mundo un escenario donde dominen la poesía, el poder social y la autodefensa.