Muchos lo conocieron por ser el esposo de Brigitte Bardot
Lunes 9 de mayo de 2011, p. a18
Ginebra/Gstaad, 8 de mayo. Era el último de su estirpe: Gunter Sachs, el eterno playboy. ¿Playboy? Siempre me río cuando lo leo
, dijo el año pasado a Dpa. Pero se alegraba de que ya muy pasados los 70 se le catalogara de boy.
Según varios medios, Gunter Sachs, de 78 años de edad, fue hallado muerto en su chalet en la exclusiva localidad suiza de Gstaad. Agrega, que se suicidó de un tiro.
Me faltaría algo si no me llamaran más así
, dijo Sachs sobre el mote de playboy. Un playboy es para él un hombre que fascina a las mujeres sin perderles el respeto. “Me temo que cada vez hay menos playboys.”
Siempre se vio a sí mismo como un artista, tanto en su estilo de vida como en su trabajo en el campo de la fotografía y el arte. En los años 60 y 70 formó parte del más selecto jet set europeo.
Su nombre se mencionaba junto con los de figuras como Jean-Paul Belmondo, Alain Delon, Helmut Berger, Aristoteles Onassis o Romy Schneider.
En medio del glamour
Muchos lo conocieron como el marido de la estrella del cine francés Brigitte Bardot, con quien se casó rodeado de glamour en 1966; el matrimonio duró tres años, cuando se apagó la pasión. Atrás habían quedado los días en el que había cubierto la casita de mar de la actriz con una lluvia de rosas arrojadas desde un helicóptero.
Sachs tuvo tres esposas. Once años antes de unirse a la sex symbol francesa, Sachs se casó por primera vez, con Anne-Marie Faure, con la que tuvo su primer hijo, Rolf. Faure murió tres años después durante una operación tras un accidente de tráfico.
Sachs, nacido el 14 de noviembre de 1932 en el seno de la familia propietaria de la fábrica de motores Fichtel & Sachs, se autodefinía como hombre de una sola mujer
.
Más de 40 años convivió con su tercera esposa, la ex modelo sueca Mirja Larsson, con quien tuvo otros dos hijos varones. Con Larsson residía en Londres, además de pasar temporadas en su casa en Pully, cerca de la ciudad suiza de Lausana, a orillas del lago de Ginebra, así como en el chalet de Gstaad.
La herencia de su familia le permitió llevar una vida desenfrenada y libre. Tuvo éxito en los más diversos campos. Durante la carrera de matemáticas en Lausana descubrió su interés por el arte y la fotografía, que convirtió en eje de su vida.
El insomnio le permitió combinar ambas vidas. Mientras otros se recuperaban durante el día de las fiestas en Saint Tropez –uno de sus lugares preferidos en los 60 y 70–, Sachs resolvía por teléfono sus negocios.
También incursionó en el mundo de la moda con una cadena de boutiques. La revista Vogue le encargó varias series fotográficas.
Los ingresos de estos trabajos fueron destinados a la fundación de su esposa, Mirja, que ayuda a niños en todo el mundo.
Otra pasión de este bon vivant era la astrología. En 1995 fundó su propio instituto y escribió un libro. Pero a los ojos de la opinión pública siguió siendo durante mucho tiempo un artista y eterno playboy.