on el permiso de los lectores me permito hacer un comentario sobre un asunto que no tiene que ver con el alborozo que, en un país republicano como el nuestro, han despertado la boda real y la canonización de Juan Pablo II, que nuestras inefables televisoras se han esmerado exaltar. Me refiero a un acto más mundano, exento del boato y la espiritualidad de aquellos: la forma en que la mala imagen que se tiene de nuestro país en el extranjero afecta a los migrantes mexicanos en Estados Unidos.
La semana pasada apareció en el diario Los Angeles Times una nota en la que se describe la decisión del rector del sistema de universidades estatales del estado de California de prolongar la suspensión de un programa de capacitación en la ciudad de Oaxaca para quienes estudian en ese sistema universitario. Los participantes adquieren certificación como profesores bilingües, lo que les permite impartir cursos de inglés a los hijos de migrantes mexicanos inscritos en primaria y secundaria. Les facilita, además, la comunicación con sus padres. Sobra mencionar las ventajas que esto tiene para uno de los sectores más castigados de la sociedad.
La decisión de las autoridades universitarias tiene origen en la alerta que el Departamento de Estado emitió sobre el peligro de viajar a la frontera norte de México, por la violencia que predomina en ciudades como Tijuana y Ciudad Juárez
. Es cada vez más común que nuestros vecinos del norte hagan tabla rasa del peligro que representa lo mismo caminar en Ciudad Juárez que en la ciudad de México, o en este caso de Oaxaca. En un esfuerzo por hacer ver a las autoridades de la universidad que la violencia afecta solamente algunas zonas o regiones, no al país entero, el consulado de México en Sacramento y el superintendente de Educación Pública del estado de California han insistido en que se recapacite sobre esa decisión y se ponga en un contexto más amplio la realidad mexicana.
El problema es que la percepción sobre la violencia en nuestro país no es exclusiva de un sector en la sociedad estadunidense. La prensa en Estados Unidos publica cada vez con más frecuencia la zozobra en que viven los mexicanos en algunas ciudades del país y la incapacidad del gobierno para detenerla. Por ello, como escribió Adolfo Sánchez Rebolledo en estas páginas con motivo del asesinato de Juan Francisco Sicilia, es increíble que el Presidente de la República dedique el tiempo a cuadrar las estadísticas para que éstas nos digan lo contrario de lo que la terca realidad se empeña en mostrarnos. Lo mismo en la lucha contra la delincuencia organizada o la pobreza, los asesinatos o el empleo
. A esas calamidades hay que agregar ahora la limitación de uno de los recursos para la educación de los hijos de los trabajadores mexicanos que por necesidad emigraron a Estados Unidos. No es difícil advertir que hace falta algo más que estadísticas para rescatar la maltrecha imagen de nuestro país.