Cristianismo y catolicismo
a intervención política (ilegal e impune) del clero revive viejas controversias. Recordemos cómo pensaba en 1925 un ilustre mexicano, hoy rescatado por la reacción. Por aquella época, a propósito de una controversia que involucró a la insigne Gabriela Mistral, él envió una carta a Alfredo Palacios. Quisiera destacar y compartir algunos párrafos de dicha carta:
“Veo en Gabriela y en usted dos grandes cristianos prácticos, cristianos de verdad, que por lo mismo no pueden ser católicos. Usted procedió como verdadero cristiano cuando obtuvo del Congreso argentino una ley protectora de los trabajadores explotados por los terratenientes, quienes, por lo general, son excelentes, irreprochables católicos, pero viven de violar a diario la ley de Cristo. Así que yo vea, no digo la Iglesia, sino siquiera algún sacerdote que se pone enfrente del explotador para defender a los débiles, creeré que ese hombre, aun siendo católico, está animado del espíritu de Cristo… La esencia del cristianismo es la ternura para nuestros semejantes. Esa ternura apareció en San Francisco y por poco lo excomulgan... Andan ahora haciendo el papel de perseguidos en Chile, después que alentaron y aplaudieron el golpe de los militares chilenos. Aquí, en cambio, andan dichosos, insolentes… La preocupación por el problema religioso, por el dogma, nos llevan a coincidir con la doctrina católica… frecuentemente me he declarado yo católico, en el sentido de que creo que la doctrina de la Iglesia… Pero me he convencido de que esa convicción más bien me aparta que me acerca a la Iglesia. La Iglesia no representa la religión, sino la liturgia. Está en estos instantes detrás de cada movimiento de reacción.
Adelante, mi querido amigo; soy uno de los que le seguirán en nombre de Cristo, que no es monopolio de frailes. Nunca podrán comprender los católicos que Cristo está más cerca, mucho más cerca, del atormentado Carlos Marx que del iluminado Tomás de Aquino. Creo que el socialismo moderno es un intento de aplicar la ley de Cristo; si por no querer y no poder ser católicos nos niegan el derecho de creer en Cristo, nada importa que nos llamen anticristianos. Cuando yo sepa que la Iglesia ha librado una sola batalla en favor de los desheredados, pensaré que acaso Cristo vuelva a su seno. Pero, entretanto, me voy con los ateos, si los ateos imponen la justicia
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José Vasconcelos