Caudal de demagogia inunda a DF y Edomex
Cuento de nunca acabar
a ineficiencia no es, de ninguna manera, uno de los factores que pudieran ser decisivos para que sucedan cosas como las que vivimos este fin de semana con las lluvias atípicas
, o inesperadas, que se desataron sobre la ciudad y su frontera oriente con el estado de México, donde otra vez el río de La Compañía salió de madre.
Como cada año, cada temporada, cada tormenta, la lluvia sacó a flote no tan de forma inesperada ni atípica el borbotón de pretextos absurdos que se usan, de vez en vez, para tratar de disculpar las fallas obvias de los funcionarios para no cargar con con la culpa de lo que es su responsabilidad.
En el estado de México, Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón lo firmaron y lo cumplieron. Apenas en marzo pasado, en la inauguración de la planta de bombeo de La Caldera, le dijeron a la gente de Chimalhuacán, Los Reyes y Valle de Chalco, principalmente, que nunca
más sufrirían una inundación causada por el desborde del río de La Compañía, y como se puede ver, lo cumplieron.
Fue tanta la emoción de la gente que casi todos creyeron que aquellas palabras podían ser ciertas, pero no eran más que palabras sin sustento, frases hechas que parecían condenar, una vez más, a los habitantes de aquella zona conurbada al Distrito Federal a revivir el calvario de cada año y el discurso político que lo acompaña.
En todo el caudal demagógico que se usa en estas temporadas, un dato llama la atención. Resulta que la culpable de la inundación en el oriente, e incluso en el Viaducto Río de la Piedad, no fue la caída de agua, sino la gente, que llenó de basura los desfogues por donde tenía que salir el agua.
Buena puntada, lo malo es que no se dice que aquí y allá el servicio de limpia es tan inoperante que después de días y días de ausencia de los camiones recolectores de desperdicios, la gente se deshace de la basura de cualquier manera.
Aquí en el DF, la Secretaría de Obras, que está más ocupada mirando cómo echar la mano a las empresas que no cumplen con lo que la ley les impone, como en el caso de la supervía, descuida las labores de prevención que son de su incumbencia, y luego, con su inseparable sello azul, Fernando Aboitiz busca cómo culpar a cualquiera del fenómeno.
Durante el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas, el entonces secretario de Obras, el ingeniero César Buenrostro, ponía todo su esfuerzo y trabajo casi exclusivamente en mantener limpias las vías por donde debe salir el agua de las lluvias; lo malo era que sólo a eso se dedicaba, pero los de ahora ni a eso. Si no se trata de alguna obra, donde algo sobra, nada es importante, y en la prevención, más que sobrar, falta inversión.
En las lluvias del año pasado, cuando se inundaron las colonias conocidas como Los Arenales, allá por la parte trasera del aeropuerto, la precipitación fue, según datos oficiales, de 69 milímetros cúbicos; ahora, nos dicen, llegó a 64 y que el Río de La Piedad, entubado para construir a su lado el viaducto, no tuvo capacidad para llevar la cantidad de líquido de la precipitación.
Allá ellos, los del estado de México y los del DF, que para lavarse la cara lo mejor que se les ocurre es prometer a los damnificados algunos pesos que alivien la desgracia. Total, tal vez el problema se volverá a presentar dentro de un año, y para cuando eso suceda ya se tendrá reunida la cantidad necesaria para que los gobernantes vayan hasta el sitio de la desgracia a repartir dádivas y convertirse en héroes. ¿De eso se trata?
De pasadita
Hay quien asegura que desde el gobierno de la ciudad se quiere imponer en el IFE a quien fuera el ombudsman azul, Emilio Álvarez Icaza, y que esto se debe a un acuerdo (¿o alianza inconfesable?) entre Marcelo Ebrard y otros personajes poco recomendables. Lo que no se entiende es que con Álvarez Icaza todos, hasta quienes lo tratan de imponer, saldrían perdiendo. Remember los chuchos.