Perseguir a la pobreza
legan los primeros días de sol a Barcelona y el parque Güell, jardín de arquitectura modernista diseñado por Antonio Gaudí en la parte superior de la ciudad, de cara al mar desde la montaña del Carmel, se llena de catalanes, turistas de todo el mundo y vendedores ambulantes llamados manteros.
La gente se pone en cuclillas para mirar y comprar abanicos, bisutería, gafas de sol y bolsos que ofrecen los paquistaníes, afganos, subsaharianos o marroquíes. Todos ellos migrantes y casi ninguno con documentos que regularicen su estancia en este país.
De pronto todo se mueve. En unos cuantos segundos los manteros recogen la mercancía y huyen despavoridos. Los elementos de la Guardia urbana, vestidos de civil, los persiguen camino al bosque. Son imágenes de la persecución de la pobreza que pueden verse en cualquier parte del mundo. Pero aquí hay una agresividad especial. No parece que estén siguiendo a simples trabajadores sin autorización para la venta. La escena hace pensar en una persecución a un terrorista, a quien ha puesto una bomba o acaba de asesinar a otra persona. La corretiza es singular. Los guardias parecen Rambos rumbo a la guerra, mientras los manteros se escabullen entre el paisaje natural.
Al mismo tiempo que ocurre la persecución, una mujer desnuda con todo un aparato de producción fílmica posa en la plaza principal del parque. Los curiosos se acercan y empieza una especie de reality show con escenas casi pornográficas frente a familias con sus hijos. La Guardia urbana no hace nada. No es algo improvisado. A lo mejor tiene permiso.
Los trabajadores migrantes siguen corriendo con la espontánea solidaridad de muchos de los visitantes, entre ellos un grupo de mujeres italianas indignadas que exigen que los dejen en paz. Pero no todo es hermandad. Un hombre con su hijo en brazos indica con el dedo a los policías la brecha por el bosque que han tomado los vendedores y, minutos después regresan los policías con sus presas. Los multarán con 250 euros, les pedirán papeles y como casi ninguno los tiene, los remitirán a la policía nacional para investigar su situación migratoria. Y, por supuesto, les quitarán también su mercancía.
La limpieza social incluye multas para compradores de los productos. Los clientes pueden ser penalizados hasta con mil 500 euros, como una medida considerada por el ayuntamiento como educativa
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No es fácil la vida en Pakistán, Marruecos o Afganistán. Tampoco, en Barcelona ni en ningún lugar para los de abajo, que sólo buscan trabajar.
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