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El soviético Yuri Gagarin, primer cosmonauta de la historia, sobrevoló la Tierra 108 minutos

Hoy hace 50 años comenzó la cuenta oficial de los vuelos espaciales

Aunque había dudas sobre si el humano podría aguantar la ingravidez o si su mente resistiría enfrentar en soledad la oscuridad del cosmos, el tripulante regresó victorioso de su misión

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Yuri Gagarin, el primer humano que realizó un viaje espacialFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 12 de abril de 2011, p. 2

Moscú, 11 de abril. Hace justo medio siglo, el 12 de abril de 1961, comenzó la cuenta oficial de los vuelos espaciales, cuando el soviético Yuri Gagarin, hasta entonces un desconocido teniente de las fuerzas aéreas del ejército rojo, sobrevoló la Tierra durante 108 minutos para convertirse en el primer cosmonauta de la historia.

A bordo de la nave Vostok-1, Gagarin dio la vuelta al planeta a 302 kilómetros de altura y a una velocidad de 28 mil kilómetros por hora, haciendo así realidad el sueño de generaciones anteriores que se creía imposible de cumplir.

Además, el vuelo de Gagarin puso a la Unión Soviética a la vanguardia de la carrera por la conquista del espacio que, en pleno periodo de la guerra fría, mantenía con Estados Unidos, que también se disponía a mandar un astronauta a finales de abril de ese año.

No fue un vuelo sin riesgos. Ahora, desclasificados algunos documentos de los archivos soviéticos, se sabe que durante 10 minutos de los 108 que duró el vuelo Gagarin estuvo al borde de la muerte: la cápsula no se separaba del cohete portador.

El afán de ser los primeros, el orgullo de imponerse a Estados Unidos dejó muchas preguntas sin respuesta, que tendrían que aclararse si Gagarin podía regresar a tierra sin fatídicos percances.

En ese entonces no era claro si el ser humano podría aguantar la ingravidez, había dudas sobre si la mente humana resistiría enfrentarse, en soledad, a la oscuridad del cosmos.

Por si acaso, los constructores de la Vostok-1 crearon un código secreto –llamado el 25– que acabaría con la vida del cosmonauta en caso de una situación extrema.

Pero tenían tanta confianza en Gagarin que tres conocedores del secreto se lo confiaron. El propio cosmonauta era consciente de que tanto podía retornar a la Tierra bañado en gloria como no hacerlo jamás tras subirse a un eventual sarcófago volante.

Creo ciegamente en la técnica

Por eso, Gagarin escribió a su mujer Valentina estas líneas (que le entregaron sólo siete años después de la trágica muerte de su marido, en un accidente aéreo, en 1968): Creo ciegamente en la técnica. No debe fallarme. Sin embargo, sucede que el hombre se tropieza sin obstáculos y puede romperse la crisma. Aquí también podría pasar cualquier cosa.

Poseedor de una valentía indiscutible, Gagarin tuvo suerte y regresó a tierra sano y salvo. Fue el primero en lograrlo, no el primero en intentarlo. Antes del suyo hubo siete vuelos de cohetes tipo Vosjod y de ellos sólo dos pudieron aterrizar más o menos sin problemas.

Confirmó esto en 2007 Oleg Ivanovsky, constructor de naves espaciales y cercano colaborador de Serguei Koroliov, el padre de la cosmonáutica soviética. Se dice que Ivanovsky fue una de las tres personas que confiaron a Gagarin la existencia de un código secreto, que se activaría en caso de perder la conciencia o de volverse loco en el espacio.

No tuve miedo en decírselo. No teníamos nada que esconder. Todos sabíamos que de los siete vuelos precedentes, sólo dos regresaron a tierra. Había un gran riesgo, pero hicimos todo lo que pudimos para la seguridad del vuelo conforme a nuestros conocimientos y nuestras posibilidades. Más, simplemente no podíamos hacer nada, escribió Ivanovsky.

La Unión Soviética –y al parecer hasta ahora Rusia sigue en la misma línea triunfalista– no admitía fracasos. Por eso siguen siendo secreto de Estado los nombres de los cosmonautas que precedieron a Gagarin y que, en el intento fallido, murieron calcinados o nunca pudieron regresar a la Tierra. Hay muchos rumores, ninguna evidencia pública.

Ivanovsky sostiene que no hubo seres humanos anteriores a Gagarin en vuelos espaciales y alimenta la versión de que en las naves iban muñecos casi perfectos en su parecido a los cosmonautas de carne y hueso.

Iván Ivánovich, asegura, les pusieron de nombre. Hasta el exitoso vuelo de Gagarin, los anteriores eran registrados por Estados Unidos como vuelos espías no tripulados o para poner satélites en órbita.

El periodista Yaroslav Golovanov dedicó más de 30 años a desenmarañar este secreto y sólo en plena política de glasnost (transparencia), en la perestroika de Mijail Gorbachov, relajada la censura soviética, pudo publicar en 1986 un ensayo acerca del cosmonauta No.1, que luego amplió en su libro de 800 páginas dedicado a Koroliov, de escaso tiraje, en 1994.

En esa investigación monumental, Golovanov llega a la conclusión de que entre 1957 y 1961 la Unión Soviética no tuvo cuatro cosmonautas que murieron sin poder cumplir la misión que consagró a Gagarin: Dolgov, Grachov, Zavadovsky y Lodovsky, como se afirma en publicaciones foráneas.

El periodista, al menos, no encontró referencia oficial de que personas así apellidadas formaron parte del primer destacamento de cosmonautas. En cambio, si halló evidencias de que, tras un entrenamiento en tierra, falleció Valentín Bondarenko.

Ratificación

Hasta el 8 de abril de 1961, cuando lo ratificó la comisión gubernamental, se supo que Gagarin sería el primer cosmonauta. Quedaban dos candidatos –Gagarin y Guerman Titov– y ni siquiera el entonces líder soviético, Nikita Jruschov, pudo decidirse por uno de ellos cuando le mostraron la fotografía de ambos:

Los dos son fantásticos. Que escojan ellos mismos, sentenció Jruschov.

Por lo que se sabe, aunque los dos candidatos tenían típicos rasgos rusos, prevaleció que Gagarin nació en la región central de Smolensk y Titov en la siberiana de Altai. Además, uno se llamaba Yuri, nombre muy local, y el otro, Guerman, de origen extranjero (por la predilección de su padre por el personaje de La dama de los tres naipes, de Alexandr Pushkin).

Gagarin, finalmente, resultó el elegido y hoy, medio siglo después, su hazaña es recordada en múltiples actos y exposiciones, que en la capital rusa concluirán esta noche con una auténtica explosión de fuegos artificiales como sólo pueden recrear 50 salvas de artillería.