La disputa por el presupuesto
a discusión del presupuesto de Estados Unidos se convirtió una vez más en un asunto de política económica, cuya esencia va más allá de las sumas y restas sobre los ingresos y los gastos del gobierno. Afloraron las diferencias sobre la distribución del gasto y su función en el equilibrio de las desigualdades en la sociedad.
En esta ocasión, la suspensión de actividades del gobierno por la falta de un acuerdo para distribuir el gasto se conjuró faltando unos minutos para que venciera el plazo. Uno de los puntos que separaba a los legisladores demócratas de los republicanos era la reducción de 2 billones de dólares de los 3.5 billones que contiene el presupuesto. Hubiera sido absurdo que por ese monto el gobierno paralizara sus funciones, según lo admitieron varios de ellos.
Dos problemas que detenían el acuerdo: la intransigencia del ala más conservadora entre los republicanos, que insistió hasta el último momento en cancelar los fondos a la institución Plan Parenthood
, cuyo objetivo es la planificación familiar incluyendo el aborto, y la reducción sustancial de la agencia encargada de los asuntos del medio ambiente. En ambos la ideología conservadora, no la reducción del déficit, era el obstáculo para aprobar el presupuesto.
Conscientes del daño que hubiera ocasionado a los legisladores la suspensión de las actividades del gobierno, ambos cedieron terreno. La solución final, si es que hay alguna en este sistema, entre la disputa por aumentar el gasto social y al mismo tiempo aumentar los impuestos para financiarlo por un lado, y por el otro, la reducción del gasto social y la reducción de impuestos, se postergó una vez más.
El problema de fondo es que el discurso incendiario de uno y otro lado se refleja en una población que se toma en serio esa retórica y cuyo efecto práctico divide aún más al país. Ambos partidos se declararon ganadores a pesar de haber cedido en algunas de sus demandas, aunque está claro que los republicanos lograron cortar el presupuesto como nunca antes, a costa de los beneficios sociales y los programas de recu- peración de la economía.
La incógnita es la forma en que los electores leyeron este proceso, en especial el papel de árbitro que jugó el presidente, al que más de un comentarista le atribuyó el papel del padre que media en la disputa entre dos de sus hijos con un llamado a la cordura. Muy pronto se sabrá si, con esa actitud, ganó nuevamente el apoyo de ese sector tan mercurial que son los electores independientes, y cuanto apoyo perdió en su propio partido.