l circuito de festivales de cine en México, entre los que figuran de modo prominente los encuentros anuales de Guadalajara, Morelia, Expresión en corto en Guanajuato, Monterrey, se añaden experiencias novedosas como Ambulante, gira de documentales, y el recién creado Festival Internacional de Cine de la UNAM. Esta actividad que indudablemente promueve la cinefilia en la capital y en distintas regiones del país, estimula diversas iniciativas que buscan reactivar la tradición de los cineclubes en México. Todo esto representa un contrapeso de importancia creciente a la hegemonía de una exhibición comercial abrumadoramente hollywoodense y una saludable diversificación de las propuestas fílmicas.
El papel de las universidades públicas, en su insoslayable tarea de difusión cultural, puede ser al respecto notable. Un buen ejemplo es el apoyo que desde 1958 ha brindado la Universidad de Guanajuato a su cine-club, uno de los más antiguos y novedosos del país. De replicarse exitosamente dicha experiencia en otros estados, en forma ya no sólo de cine-clubes, sino de pequeños festivales regionales, cuya función sería la de promover el cine alternativo, las propuestas independientes de cine mexicano o el cine europeo y oriental que se proyecta con retraso o con desgano en las salas comerciales, se habrá logrado un buen avance cultural en el país.
Tomemos un ejemplo reciente. En la ciudad de Guanajuato, cuna del Cervantino, se creó el año pasado una Muestra de Cine Europeo, que en su segunda edición este año (4 al 10 de abril), multiplicó su propuesta inicial y se volvió un inquieto festival de dimensiones, sin embargo, aún modestas (50 películas europeas de factura reciente, repartidas en cinco secciones, con un país invitado, España, y el homenaje a una trayectoria artística, la actriz italiana Lucía Bosé, que en su juventud trabajó memorablemente con De Santis, Antonioni y Juan Antonio Bardem).
El modelo organizativo de este festival proviene directamente de la Muestra de Cine Europeo ciudad de Segovia (www.muces.es), y los principales apoyos provienen de la Universidad de Guanajuato y de la Embajada de España en México.
Entre los títulos presentados, la mayoría sin distribución comercial, destacan Flor del desierto (Desert flower, Sherry Horman, Gran Bretaña), poderoso alegato contra la mutilación genital femenina todavía practicada en muchos países africanos; ¿Cómo celebré el fin del mundo?, del rumano Catalin Mitulescu, sobre la caída del dictador Ceaucescu humorísticamente presagiada por la febril fantasía de un niño; Gainsbourg, biopic muy irregular, aunque de fantasía desbordada, sobre un icono de la canción francesa de los años 70, el muy provocador e irreductible Serge Gainsbourg.
El festival también presentó películas recientes de Ken Loach (Es un mundo libre), de Agnes Joaui (Háblame de la lluvia), de Costa Gavras (Edén al oeste), y de Agustí Villaronga, como Pan negro, drama ambientado en Cataluña durante los años posteriores a la guerra civil, basado en la novela de Emili Teixidor, ganador este año de varios premios Goya, incluido el de mejor película, y todavía desconocido en nuestro país.
Guanajuato Cine Europeo (www.guce.mx) brindó otras propuestas interesantes y parece bien encaminado a abrir su espacio el año próximo a la difusión de un cine más arriesgado aún y más novedoso.
En los debates críticos que albergó el encuentro, surgió también una inquietud a menudo soslayada por una evidente corrección política. ¿Acaso el comercio informal de video, la piratería, no ha sido en los años recientes el máximo promotor (involuntario) de cine alternativo en México? ¿No vende filmografías completas de los grandes directores europeos? ¿No perfecciona acaso sus técnicas de copiado en clonaciones impecables? ¿No adelanta los estrenos o confiere visibilidad a películas de autor desdeñadas incluso por los circuitos tradicionales de cine de arte?
La pregunta capital sería entonces, ¿no sería la promoción de este tipo de festivales –pequeños laboratorios regionales de promoción de la cinefilia– una estrategia óptima para contrarrestar y mejorar en calidad las ofertas actuales de la piratería? ¿Tiene algún sentido combatir a la piratería desde la desidia o inacción en las esferas reconocidas de la difusión cultural?
Multiplicar los festivales regionales, con el apoyo decidido de las universidades locales, sería una buena opción para desactivar en lo posible una práctica ilegal que en nuestro país tiene hoy una aceptación creciente y, por lo mismo, una expansión incontrolable.