Los políticos, obligados a guardar silencio sobre sus preferencias o enfrentar un castigo
Miércoles 6 de abril de 2011, p. 29
Moscú, 5 de abril. A un año de la elección presidencial en Rusia ningún funcionario público o legislador oficialista –salvo los pocos que se identifican como miembros del equipo de colaboradores más estrechos del presidente, Dimitri Medvediev, o del primer ministro, Vladimir Putin– pueden externar sus preferencias.
Desconocer esta regla no escrita puede significar un duro revés para la carrera política de quien no quiera respetar los tiempos y el castigo será inevitable, en aras de mantener los equilibrios dentro y cerca de Kremlin, así como la apariencia de unidad del tándem gobernante en el país.
Esta implacable lección dejó la osadía de Konstantín Zatulin, quien este martes fue relevado –sin explicación alguna– como vicepresidente primero del Comité de la Duma (Cámara baja) para los asuntos de la CEI (Comunidad de Estados Independientes, organización que agrupa a la mayoría de países de la antigua Unión Soviética) y de los compatriotas en el exterior.
Hace unos días, en pleno debate de una resolución de la Duma que no debía ser debatida, Zatulin tuvo el atrevimiento de expresar su opinión personal y de criticar la rebuscada formulación que buscaba conciliar las posiciones encontradas de Medvediev y Putin respecto de la situación en Libia.
Zatulin apoyó con énfasis la percepción de Putin de que la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que autoriza el uso limitado de la fuerza contra el gobierno de Muammar Kadafi, es una cruzada
(por el petróleo libio).
Nadie le pidió su opinión –el diputado defenestrado había exigido que se suprimiera el párrafo que encomiaba la actitud de Rusia que, al no ejercer su derecho a vetar la resolución, dejó el camino libre a los bombardeos– y no tardó en pagarlo, para escarmiento suyo y de otros.
Degradado a simple diputado, Zatulin recibió el castigo por querer contraponer a Putin y Medvediev
(en ese orden no jerárquico), según precisó Serguei Markov, el también diputado del oficialista Rusia Unida.
Para mayor frustración de Zatulin, en última instancia diputado oficialista y seguidor de Putin, su remoción se hizo oficial el mismo día que Igor Yurgens, director del Instituto del Desarrollo Actual, asesor del inquilino del Kremlin, publicó un artículo en Nezavísimaya Gazeta, que tituló: Yo estoy con Medvediev, porque le veo una serie de cualidades
.
En la parte medular de su texto, Yurgens afirma: El periodo de estabilización, al cual se asocia el nombre de Putin, ya terminó, y es muy positivo que él haya dejado la presidencia en el cenit de su carrera. Insisto: ese periodo ya concluyó. Persistir en la estabilización sería una suerte de estancamiento
.
Sería un error interpretar que Medvediev ha inclinado la balanza a su favor. Ya vendrá la respuesta de Igor Shuvalov o de Aleksei Kudrin, identificados como colaboradores cercanos de Putin.
Esta es la segunda lección de hoy para entender el quehacer político en Rusia: unos sí pueden opinar abiertamente acerca de quién debe ser el próximo candidato presidencial de la élite gobernante, entendido esto como una simple reiteración de posiciones ya asumidas desde que se creó aquí el Ejecutivo bicéfalo.
Los demás, si no son políticos de oposición y se supeditan al Kremlin, como Zatulin, deben mantener la boca cerrada. Todavía.