Fue marca de artículos de lujo e hizo una fortuna con sus divorcios
Martes 5 de abril de 2011, p. a11
Es una fortuna que habría hecho sonrojar a Cleopatra. Elizabeth Taylor, quien inmortalizó a la reina egipcia enamorada en la lujosa cinta de 1963 que llevó su nombre, murió dejando dinero suficiente para comprar una pirámide o una tiara propia, con riquezas estimadas en mil millones de dólares.
Aunque no tuvo un papel protagónico en la pantalla durante casi 30 años anteriores a su muerte, se cree que la actriz, ganadora de dos Óscares, era integrante del selecto grupo de 14 mujeres que llegaron a multimillonarias por esfuerzo propio.
Luego de negociar uno de los contratos fílmicos más lucrativos jamás firmados en Hollywood durante su carrera artística –recibió 4 millones de dólares (equivalentes a 47 millones actuales) para aparecer junto con su futuro esposo Richard Burton en Cleopatra, película que casi llevó a la bancarrota a la 20th Century Fox–, Elizabeth pasó las últimas décadas virtualmente como una mujer-marca.
Un contrato con Elizabeth Arden en 1991 para comercializar sus propios perfumes, White Diamonds y Passion, ha producido ganancias combinadas por mil millones de dólares, de los cuales la actriz nacida en Gran Bretaña se llevó una gran tajada. Presentadas mucho antes de que las esencias con nombres de celebridades se volvieran de rigor entre mujeres famosas como Celine Dion, Jennifer Aniston o hasta Katie Price, las fragancias de la Taylor produjeron ganancias por 69 millones de dólares el año pasado. La gigantesca firma de cosméticos anunció que se propone continuar la producción de esos perfumes pese a la muerte de la actriz.
La colección de joyas de Elizabeth se estimaba en 150 millones de dólares en 2002. Además de algunos diamantes de tamaño extraordinario, también poseía la celebrada perla La Peregrina, otrora propiedad de María I de Inglaterra.
También se informó que la Taylor tenía una cartera de bienes inmuebles valuada en más de 150 millones de dólares, entre ellos su mansión estilo rancho en Los Ángeles, repleta de mobiliario inglés del siglo XVIII y antigüedades que le compró a Nancy Sinatra en 1981.
También los convenios de sus ocho divorcios rindieron dividendos. En 1996, cuando se divorció de su último marido, Larry Fortensky, la Taylor tenía una fortuna valuada en 608 millones de dólares. Asimismo desplegó sus habilidades de mujer de negocios al recaudar fondos para su fundación del sida, la cual probablemente también se beneficiará con la venta de sus joyas.
Se prevé que el resto de la fortuna de la actriz se repartirá entre sus cuatro hijos, aunque aún no se determina quién recibirá sus ganancias futuras, según comentaristas estadunidenses. Se citó la declaración de un amigo de la Taylor: Lo que ella no entendió fue que, de manera muy similar a Elvis y Michael Jackson, puede que valga más muerta que viva
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© The Independent, Traducción: Jorge Anaya