No tenemos las armas ni los vehículos que se necesitan en un conflicto como este: insurrectos
La Casa Blanca rechaza comentar presunta autorización a la CIA para apoyar con arsenales a los rebeldes
Viernes 1º de abril de 2011, p. 29
Ajdabiya, 31 de marzo. Fue una emboscada bien coordinada y precisa. Cohetes y fuego de obús surgieron detrás de las dunas hacia el convoy rebelde y destruyeron el blanco principal, un camión que cargaba un lanzacohetes múltiple, e incendiaron otros tres vehículos. Para cuando los aviones de guerra de Occidente aparecieron en el cielo, los soldados de Muammar Kadafi se habían esfumado. Media docena de cuerpos achicharrados yacían junto a los restos humeantes de su equipo.
La guerra de guerrillas ha llegado a Libia, no por parte de las huestes revolucionarias, como sería de esperarse, sino por las del régimen, el cual adapta sus estrategias en respuesta a los ataques aéreos de la coalición internacional. Por el desierto han comenzado a circular pequeñas unidades, mucho más difíciles de atacar que los aparatosos tanques y artillería que fueron diezmados en los 11 días anteriores.
El ataque, en el camino de Ajdabiya a Brega, pareció surtir el efecto deseado. Una cautelosa excursión de avanzada se detuvo por temor a quedar rodeada. Los rebeldes, los Shabaab, cuya práctica normal había sido cargar sobre el camino principal hacia el oeste y luego retroceder ante el contrataque, se quedaron sin saber qué hacer.
Si una insurgencia potente se extendiera por suelo libio, tal vez sería necesario aumentar el número de los pocos agentes de inteligencia y de fuerzas especiales estadunidenses y británicos que según se cree están ya en el país, así como ampliar sus funciones. La superioridad aérea en tales conflictos, como se ha mostrado en Irak y Afganistán, tendría uso limitado.
Irónicamente, las fuerzas especiales británicas habían estado adiestrando a soldados del régimen, en virtud de un acuerdo de 2009. Les impartían cursos de contraterrorismo y vigilancia en momentos en que se veía a Trípoli como aliado contra militantes islámicos violentos. Las relaciones entre el régimen y Occidente mejoraron cuando Kadafi desmanteló su programa de armas de destrucción masiva y extraditó a dos sospechosos para ser juzgados por el atentado con bombas en Lockerbie, Escocia, el 21 de diciembre de 1988.
La única evidencia de la presencia de fuerzas encubiertas británicas en el terreno hasta la fecha se produjo con los embarazosos arrestos de efectivos de fuerzas especiales que habían escoltado a diplomáticos a Bengasi. Desde entonces, agentes británicos y estadunidenses han estado orientando los ataques aéreos, tratando de ubicar los misiles tierra-aire del régimen y sirviendo de enlace con funcionarios del gobierno provisional en Bengasi. Se dice que también recaban información sobre elementos islamitas dentro de los Shabaab y sobre líderes como Abdul Hakim Hasidi, jefe de la milicia en la ciudad de Darnah, quien pasó cinco años en Afganistán, donde según versiones se reunió con Osama Bin Laden.
Hay reportes de que Barack Obama firmó ya la autorización para que la CIA proporcione en secreto armas y otros apoyos a los rebeldes, aunque se dice que el tema causa acalorado debate dentro del gobierno estadunidense. Jay Carney, vocero de prensa de la Casa Blanca, ha rehusado declarar sobre asuntos de inteligencia
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La falta de habilidades de contrainsurgencia en los rebeldes quedó de manifiesto una vez más este jueves, con órdenes contradictorias y altercados entre los combatientes. Alí Mohammed Bakr, comandante de los Shabaab, señaló: No esperábamos que usaran estas tácticas; nos tomaron por sorpresa. Traté de hacer que algunos de nuestros hombres fueran tras ellos, pero el grupo de Kadafi los avistó y escapó muy aprisa. No tenemos los vehículos o las armas que se necesitan en ese tipo de guerra. Creemos que algunos países han proporcionado armas especiales a Kadafi, y ésa es la razón por la que sus soldados pueden atacarnos sin ser vistos
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Un concepto generalmente aceptado es que una campaña insurgente sólo puede funcionar con ayuda de elementos de la población local. Si bien es cierto que la mayoría de la población en el este del país parece respaldar la revolución con fervor, también el régimen tiene apoyo en comunidades y tribus. En varias ocasiones los lugareños se han unido en combate a las fuerzas de Kadafi, como ocurrió de nuevo en la ciudad de Bin Jawad.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya