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Ver día anteriorJueves 24 de marzo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Obras completas de Héctor Mendoza
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El maestro Héctor Mendoza, con algunos actores, en imagen de 2002Foto Carlos Cisneros
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odos sabemos que Héctor Mendoza es una figura capital en el teatro mexicano del siglo XX y podemos decir con Luis de Tavira que con Mendoza nuestro teatro entró en la modernidad. El Milagro, La Universidad Nacional Autónoma de México, y la editorial la Rana de Michoacán acaban de editar sus obras completas en tres muy bellos tomos con un criterio cronológico, excepto en el tercero en el que se reúnen las obras en las que el autor reprodujo sus criterios acerca de la actuación, mismos que nunca quiso ofrecer en ensayos teóricos. El excelente esbozo biográfico de Luz Emilia Aguilar Zinser ubica tanto la vida como la obra de Héctor Mendoza en los contextos de la historia nacional tanto en lo que se refiere a lo político como al hecho teatral.

La oportunidad de tener tan visibles las secuencias de pensamiento de Mendoza confirman que, contra lo que muchos afirman, no se trata de una aspiración al vanguardismo –cosa que para los inadvertidos se alía al nombre del teatrista desde poesía en voz alta– y se pueden comparar las obras en las que si hay rupturas de estructura con las mas convencionales. Intercalado con Hamlet, por ejemplo encontramos una nota del autor: De una trayectoria de experimentación teatral y profanaciones en las que deja ver mucho de lo que entiende por el trabajo dramatúrgico. De Las cosas simples, su primera obra y su primer gran éxito, que retrata a toda la generación del entonces jovencísimo dramaturgo, que se puede tomar como realista a pesar de la incursión de un sueño que linda con el expresionismo. En su versión de La dama boba se puede ver ya la mano del dramaturgo que intervenía en gran cantidad de textos clásicos para ir fijando sus teorías de drama; en esta obra hace que los actores al final discutan a sus personajes.

Ya en el extraordinario éxito de In memoriam se notan las complejidades de quien es maestro, dramaturgo, y director que con esta obra dio a conocer algunas de las más destacadas actrices y actores. A veces Héctor Mendoza escribe un texto dramático para seguir desarrollando una idea propuesta en una obra anterior como en su adaptación de La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón seguida de Verdad y suspicacia que es un análisis de la obra del clásico mexicano. Y con Nausistrata, ¿qué? es una extraña exploración de lo que es el teatro como fenómeno total en la que da como personajes a los seres reales –el mismo Mendoza, Alejandro Luna, Fiona Alexander y Gabriel Pascal– que intervinieron en el supuesto montaje. Esta obra se puede comparar con la exhaustiva La historia de la aviación en la que también da personajes reales tomados de quienes participaron en el desenvolvimiento de la aeronáutica.

Unas tras otras Mendoza despliega obras de dispar contenido. Los enamorados adaptación de un texto de Boldoni se contrapone con Secretos de familia en la que trata uno de los temas más importantes de la dramaturgia griega y con La desconfianza realiza una versión libre de El condenado por desconfiado de Tirso de Molina. Y en A buen fin incursiona en una obra de Shakespeare, como ya hizo con Hamlet, por ejemplo a lo que podemos añadir El galán fantasma de Calderón de La Barca y Misantropías sobre dos temas de Molière. Regresa al realismo con otras obras como Horror al matrimonio, Un edificio de chismosos y Tres intentos de suicidio.

En Juicio suspendido, una de sus más logradas obras realiza un juego entre realidad externa y realidad interna con esa especie de censora que se le aparece a la protagonista. Héctor Mendoza trata de aplicar las nuevas teorías cuánticas en obras como De la naturaleza de los espíritus o la caída de un alfiler (Tema original y variación). Con Amacalone de los concaos de mundo, su última obra de gran peso, sostiene la teoría de que somos resultado no de nuestro pasado sino de nuestro futuro. Juegos con el tiempo y el espacio se dan en Huidas incontrolables y en Sursum corda hace aparecer a un ángel antes de regresar al realismo en su última obra Resonancias. En todas sus obras sustituye los consabidos personajes o reparto por la simple palabra GENTE.