Sábado 12 de marzo de 2011, p. 3
Los tsunamis son provocados por terremotos submarinos que afectan esencialmente las zonas de importante actividad tectónica, como algunas regiones del Pacífico y de Asia. La onda del tsunami, que nace del choque sísmico de la masa oceánica que va de arriba hacia abajo, tiene un espesor de varios cientos de metros y gana energía cada vez que impacta el fondo submarino.
La velocidad de propagación de un tsunami o maremoto es de más o menos 800 kilómetros por hora. Masas de agua gigantes bajan rodando por el relieve marino, a diferencia de las olas ordinarias, que sólo afectan la superficie del agua. Una gran ola que se propaga por el mar pierde muy poco de su energía. Por lo tanto, puede alcanzar distancias considerables y destruir costas situadas a miles de kilómetros del lugar donde se inició.
Cuando en las cercanías de la costa el fondo es elevado, la velocidad de la ola disminuye, pero genera un aumento de su altura, pudiendo alcanzar 20 metros. Si bien la mayoría de los tsunamis se producen después de un sismo, existen otros orígenes posibles, como las avalanchas submarinas, provocadas a veces por sismos, como en Papuasia-Nueva Guinea en 1998, la explosión de un volcán, como en Krakatoa, en la isla entre Java y Sumatra en 1883, o la caída de un asteroide en el mar.
El 26 de diciembre de 2004, las costas de una decena de países de Asia fueron afectadas por un tsunami que provocó 220 mil muertos.