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A la Mitad del Foro

El hoyo negro de la transición

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El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, pronuncia un discurso en una exposición sobre agricultura, en París, ayerFoto Reuters
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uizás permanezcan el gesto sobrio y las palabras dignas del embajador Carlos de Icaza al abandonar la sesión del Senado de la República de Francia. El resto es grandilocuencia del gobierno mexicano; es gratuita insolencia del presidente Nicolas Sarkozy y Michele Alliot-Marie, titular de Relaciones Exteriores, del afamado Quai D’Orsay, feliz de haber encontrado su guerrita de los pasteles para ocultar el escándalo de sus negocios familiares con el depuesto dictador de Túnez y sus secuaces. El grotesco espectáculo de nuestro máximo policía es parte de nuestra pesadilla, de la fusión inocultable de inseguridad e impunidad.

México pareciera desaparecer de la escena internacional, envuelto en la retórica del combate compartido de los buenos vecinos contra el crimen organizado, las sonrientes comparecencias presidenciales en Davos y otros foros de mareantes alturas, la recitación del catecismo de cifras de la economía sólida que nos garantiza la inmovilidad paralizante: polvos de aquellos lodos, de muy recientes remolinos que nos alevantaron y depositaron en la demolición de instituciones estas ruinas que ves. Y las visiones que se repiten, confusas pastorelas de la pluralidad en las que san Miguel y el diablo intercambian papeles y las voces del populacho cantan a coro los versos infantiles: Este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?

El secretario Ernesto Cordero asiste a la reunión en curso del G-20. Grupo del que no sé bien a bien si formamos parte o somos meros partiquinos, algo así como observadores de lo que hacen y dejan de hacer los de las 20 naciones más ricas. Ahí estuvo madame Christine Lagarde, titular del Ministerio de Finanzas. Mansamente, nuestro secretario de Hacienda desapareció del escenario como villano de ópera. ¿Qué fue de tanto galán? ¿Dónde está México y cómo lo ubican la agencias y calificadoras del estatus económico, guía y guardián de los capitales golondrinos? The New York Times publica ayer sábado una ilustrativa tabla elaborada por el Fondo Monetario Internacional, sobre cómo califican el desempeño que tienen los países de economías avanzadas (“advanced economies”, dice): en inequidad de ingreso, tasas de desempleo, nivel de democracia, Índice Gallup Global de Bienestar, expectativa de vida al nacer, población en cárceles (por cada 100 mil habitantes) y calificación estudiantil en matemáticas y ciencia: México ni aparece en la tabla.

Nada. Ni siquiera un refrendo de los vergonzosos datos del estado patético de nuestra educación que no hace mucho nos dieron a conocer los organismos internacionales. Nada. Ni asomo del sombrío informe de Unicef que afirma hay un millón de niños sin escuela en México; ni de los 6 millones de analfabetas que hay entre nosotros; o de los 13 millones de jóvenes que no llegan a la educación media y superior. Datos visibles en el aire enrarecido del cambio de los cangrejos; cifras que motivan airadas respuestas al rector José Narro, insolentes argumentos de la estulticia al servicio del ascetismo fiscal, farragosos decires en la voz de Luis Pazos, mano del gato para sacar las castañas privatizadoras del fuego.

A fin de cuentas, el decreto del presidente Felipe Calderón no es una deducción fiscal para quienes pagan colegiaturas a las escuelas privadas: es un subsidio. Devolverán a los padres de familia parte del dinero pagado a los dueños de las escuelas; libres de gravamen, éstos. El subsidio es con cargo al gasto público, a costa de la educación pública; es a favor del proyecto privatizador, del viejo combate de la extrema derecha por reducir a nada la educación pública gratuita y laica. Lo demás es lo de menos. Que si pasaron por decreto lo que fue iniciativa del PRI nunca aprobada como ley. El PRI nada va a aclarar, nada precisará sobre una potencial confusión entre deducir impuestos y otorgar subsidios. La persistencia crítica de Manlio Fabio Beltrones, su discurso opositor apoyado en datos oficiales y hechos incontestables, ya levantó ámpula y bajó del tapanco Juan Molinar Horcasitas a defender a Gustavo Madero.

Vueltas a la noria. En Oaxaca está el espejo negro de Tezcatlipoca en el que buscó su propio reflejo José López Portillo cuando culpó a la prensa mexicana de todos los males que en el mundo han sido. En la tierra de Benito Juárez y de Porfirio Díaz descubrieron los panistas y perredistas la impertinente vitalidad de un cacicazgo ochentón que los obligaba a olvidar las diferencias ideológicas, si alguno de ellos tuvo ideología alguna, para unirse en el combate contra el mal. Y, de paso, demostrar a los incrédulos que el PRI no es invencible. Prueba ofrecida 13 años después de que ese partido perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados en las elecciones federales de 1997; y 11 años después del vuelco del 2000 que sacó al PRI de Los Pinos.

Oaxaca bien vale una misa. Y los legos podían disponer de un candidato prestigiado, respetado. Bien visto, pues, aunque Gabino Cué haya sido antes priísta; aunque en su segundo intento haya recorrido todos los municipios de los usos y costumbres de la pobreza en compañía y con la manifiesta simpatía de Andrés Manuel López Obrador. Gabino Cué ganó las elecciones y los del partido de Dante Delgado se vistieron de fiesta; Jesús Ortega y Manuel Camacho montaron su versión centrípeta de los hombres que dispersó la danza. Fiesta de la pluralidad en unidad, ruta directa a la emulación de la unanimidad del priato tardío; visión del futuro, esperanza de repetir el portento en 2012. Ahí estuvo el todo México, a rendir testimonio de la victoria de la expectativa. Ulises Ruiz había vuelto a Ítaca. Primera sorpresa: ¿por qué rendía protesta bajo sitio el vencedor? ¿Por qué acampaban y coreaban gritos de protesta y demandas los mismos que habían incendiado Oaxaca y la habían convertido en campo de batalla?

¡Ganamos! Dijeron los panistas. Y dejaron a Gabino Cué en la encrucijada de las buenas intenciones que lo llevaron a decretar que los integrantes de su gabinete tenían que ser poseedores de título profesional y su correspondiente cédula. Uno tras otro, fueron dejando el cargo. En la montaña, en los poblados donde se eligen autoridades por el método de usos y costumbres, así como en otros donde es ya costumbre desconocer los resultados, pasó lo de siempre. ¡Pero ganamos! Y Felipe Calderón fue a Oaxaca, inauguró obras y se reunió con el gobernador Gabino Cué en el palacio de gobierno, donde unos meses antes había recibido éste a los tatamandones. Afuera, la plaza sitiada, el rito anual del eterno hacer y deshacer. Pero hubo dura reacción de las fuerzas de seguridad que acompañan al presidente Calderón.

Y aquí pasó lo de siempre. En San Lázaro, en la capital de la República, nadie pudo responder al cuestionamiento de diputados oaxaqueños. En el ágora electrónica, sí: Fueron infiltrados del propio PRI los que provocaron la violencia y la represión. Este era un gato con los pies de trapo...

Creció desaforadamente el número de muertos el viernes 18 de febrero. En Tamaulipas, donde hubo tantos, celebran el Día del Ejército. Y la Secretaría de la Defensa Nacional ratifica la lealtad y obediencia al mando civil. Y el llamado al presidente Calderón para darle base legal a su accionar en la guerra al crimen organizado. Los del imperio ya hablan sin cesar de la urgencia de apagar el fuego en el territorio del vecino.