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Con esas manos se acarician, publicado por Bruguera, es su libro de cuentos más reciente

La realidad en la literatura siempre está por descubrirse: Mario González Suárez

En México hay resistencia o prejuicio hacia el género fantástico, asevera el narrador

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Mario González Suárez, durante la entrevistaFoto Luis Humberto González
 
Periódico La Jornada
Viernes 14 de enero de 2011, p. 7

Crear historias es para el escritor Mario González Suárez una consecuencia, no un fin: “En cada uno de mis libros, sean novelas o cuentos, lo que me propongo es explorar un aspecto de la realidad.

“Por ejemplo, en mi novela De la infancia, trato el entorno de violencia intrafamiliar en los niños y su manera de buscar la felicidad, pero sólo como un pretexto para abordar la relación con el más allá, o también hice una historia épica de narcos para, por debajo, indagar sobre el destino.

Mi trabajo se ha organizado así, en la dirección de explorar un tema en el que la historia es un mero pretexto y la imaginación, el método.

En entrevista con motivo de la publicación de su libro Con esas manos se acarician, una antología de 15 cuentos publicada por Bruguera, el también director de la escuela de escritores de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem), manifiesta su convencimiento de que el ejercicio de la narrativa, de la literatura, no es tanto de investigación, sino de descubrimiento.

Todo escritor comienza siempre un texto con el supuesto de que sabe, con una idea, pero la exploración literaria consiste en llegar a lo insospechado, a donde se supone que uno no llegaría. La realidad, en la literatura, es algo que siempre está por descubrirse, enfatiza.

Como puede corroborarse en el libro mencionado, el abordaje de lo sobrenatural y el erotismo son las principales constantes en la escritura de González Suárez, quien de esa manera, sobre todo en lo que respecta al primer aspecto, se asume a contracorriente de los lineamientos prevalecientes en la literatura y la realidad oficial mexicanos.

En el país, asegura, hay resistencia o prejuicio en contra de lo fantástico, y en ese tenor afirma que la nuestra en una narrativa que tiende al realismo.

Para México la narrativa ha sido básicamente realista, y el realismo, más que lo literario, es una forma de ideología; el germen de este realismo es la novela de la Revolución, abunda.

Todo aquello que no aparece en los periódicos o los medios de comunicación es irreal; son vistos como cuestiones insignificantes, sin importancia, y creo que la realidad es totalmente al revés, es un asunto doméstico, que empieza en la subjetividad de la persona. La realidad no es algo público, no es un monolito, algo que esté allí.

El cuento es un relámpago

Los relatos contenidos en Con esas manos se acarician fueron escritos en el transcurso de los recientes 25 años, tiempo en el cual Mario González Suárez ha reforzado su convicción de que el cuento, como género, es más cercano a la poesía que a la novela.

La novela es una forma de vida, porque trabajarla exige que la vida cotidiana, los compromisos, las relaciones, se supediten en torno de ella, comenta.

El cuento, en cambio, no es tan demandante; es más una especie de revelación, un relámpago que ocurre en el instante: se puede escribir un cuento en una tarde, una novela no.

González Suárez acepta que como escritor latinoamericano es imposible dejar de asumirse como heredero del realismo mágico: “Todos los que escribimos después de ese boom fuimos educados literariamente por éste”.

Reconocer esa influencia, sostiene, no significa necesariamente copiar, imitar o verse determinado por los autores de ese movimiento, sino tener referentes sobre lo que ya se hizo y enfrentarse a la obligación de replantearse muchas cosas dentro de la literatura.

De acuerdo con el escritor, los pasados 20 años han sido trascendentales para que el cuento lograra despojarse de varios atavismos.

Cuando comencé a escribir, nos enseñaban el decálogo de Quiroga, Poe, Monterroso, no sé de cuántos más en torno de la idea canónica del cuento. Pero con el paso de los años uno se da cuenta que no es así, que si uno quiere escribir un cuento sólo debe decidirse a hacerlo, y que esa idea que sostienen todavía algunos escritores de que el cuento debe tener un final contundente, sorpresivo, es sólo una forma más, pues hay muchos cuentos que no empiezan ni terminan, sino duran.