a restauración política y económica del viejo régimen está en marcha. Su proyecto está estimulado por la magnitud de errores y la carencia de visión estadista para transformar el país, convirtiendo la pretendida transición en una alternancia electorera, en una democracia disminuida, protagonizada por políticos menores, donde fue más grande la ambición que el talento.
La restauración es un proyecto oligárquico; una señal de fracaso nacional; un retroceso social, político, ético y económico para el país. México cae destrozado a los pies de los mismos viejos intereses, los monopolios, la corrupción, la especulación, el proteccionismo, el estatismo de viejo cuño en alianza con los promotores del neoliberalismo mexicano. Esto no es un juego de partidos, ni es democracia: es un golpe de Estado surgido de los errores de quienes tuvieron en sus manos el país para transformarlo y lo cedieron al viejo régimen, ya sea por complicidad o ingenuidad.
La restauración tiene un programa elaborado por encargo. Se ha hecho a los ojos de todos, es complejo y será vendido como una opción moderna, con lenguaje político nuevo, de corte progresista, convocando a la sociedad civil, protagonizado no desde el partido (que será el PRI), sino desde una ciudadanía organizada, apropiada de la crítica a los partidos, los políticos, los legisladores, los gobernantes en general y en particular con aquellos que sean redituables por su autoritarismo, demagogia y maniqueísmo.
La restauración y su programa, por tanto, se presentará en el escenario como una fuerza opositora. Se definirá como un movimiento contra el hartazgo y para ello construye el perfil de sus adversarios, pese a ser de las dos fuerzas que se nutre: el neoliberalismo y el neopopulismo, representados, según la restauración, como los extremos de la derecha y la izquierda incompetente.
La restauración tiene argumentos y un análisis sobre la situación internacional; las causas de las últimas crisis y la recesión de 2008 y 2009, respectivamente. Periodiza el neoliberalismo desde su conveniencia y lo define a partir de 1995. La restauración no quiere que en su campaña sea identificado ni con el neoliberalismo que ahora le cuelgan al Partido Acción Nacional en exclusiva, ni con el estatismo, el clientelismo y el corporativismo del que se sustentó por sexenios continuos y ahora le enjaretan a la izquierda. Hoy el programa de la restauración define al neopopulismo como el sinónimo de la izquierda, que viene hablando como el viejo PRI y con sus ejercicios autoritarios, de viejo presidencialismo, centralismo y antidemocrático.
Sobre la situación económica, el programa de la restauración habla contra la especulación del capital, en defensa de la productividad, el desarrollo necesario de un sindicalismo autónomo, de una sociedad organizada e independiente, de los derechos del género femenino como el más golpeado por el desempleo y los bajos salarios impuestos por la crisis. Se pronuncia contra un Estado al servicio del capital financiero que le impuso sus condiciones y contra los intereses globales que se imponen en cada país como el nuestro.
El programa de la restauración hace una crítica al sistema de clientelas y reparto del presupuesto; contra la filantropía empresarial, los teletones y las despensas, pese a ser los que promocionan la restauración del viejo régimen. Reconstruye la crítica contra el papel desorganizador de fundaciones, ONG y política de financiamiento para el control de demandas. Con ello ofrece como tarea la organización ciudadana autónoma, independiente, politizada, cuestionadora, opositora a las medidas del capital especulativo y un Estado paternal o sustituto de la gestión social y económica. Propone la relación directa entre empresas y sindicatos sin conciliación y el arbitraje. La restauración del viejo régimen se presenta cuestionando el individualismo y la crisis del sentimiento de comunidad; dejará perplejo a más de un intelectual o académico que se sentirá robado en sus ideas. Es una de las mejores maneras de ocultar la verdad sobre quienes nos hundieron y sentaron las bases de esta realidad nacional en descomposición.
El programa de la restauración se ha diseñado más allá de lo electoral y está por encima de las caracterizaciones elementales y maniqueas que dividen. La restauración se presenta en su programa, como una fuerza en diálogo, unificadora, tolerante, por la soberanía, nacionalista, con ribetes cosmopolitas, abierta al mundo, introduciendo conceptos de Carlos Marx, obviamente de Antonio Gramsci, el liberalismo mexicano, los intelectuales americanos expertos en México como John Womack o Frederich Katz y hasta los clásicos griegos sobre los conceptos de democracia.
La restauración es la reconstrucción de alianzas en el PRI que van desde Elba Esther Gordillo, intelectuales, gobernadores, facciones y monopolios económicos. Narrar lo que viene, el retroceso que nos espera, fácilmente se convierte en una apología y por ello la restauración vendrá con máscara nueva, a restregarle al país su fracaso.
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